Si el año pasado Gregorio Marañón y Joan Matabosch presentaron la temporada en un contexto muy adverso e incierto, esta mañana la sensación era precisamente la contraria. La corriente va a favor de sus planes y proyectos. Por dos razones. Por un lado, porque se ve la luz al final del túnel de la pandemia que tanto daño ha hecho al universo lírico. Y, por otro, porque en el coliseo madrileño todavía están paladeando el reconocimiento recibido en forma de Opera Award al mejor teatro de ópera del mundo hace apenas unos días. Un espaldarazo que, como ha advertido Marañón, premió el nivel artístico del curso previo a que el virus nos golpeara, no la homérica labor que han hecho en estos últimos meses para levantar montajes de tanta envergadura como Peter Grimes y Sigfrido. Este esfuerzo titánico predispone al Real como candidato favorito a ser ungido de nuevo en 2022. Lo veremos...
También veremos, a partir del 26 de septiembre, una temporada con sugerentes novedades. De hecho, de las 16 producciones en cartel diez lo son para el teatro de la plaza de Oriente. O casi novedades, como por ejemplo Nabucco de Verdi, que curiosamente lleva sin representarse entre sus muros desde hace 151 años. Volverá de la mano de Nicola Luisotti, uno de los máximos especialista en Verdi desde el podio, y más concretamente en este título que devolvió al compositor italiano la esperanza tras el desastre de Un giorno de regno.
Entre las novedades puras, se cuenta Parténope, la obra con la que Händel satirizó las convenciones de la ópera seria. Llega en la aplaudida y premiada (ganó el Oliver en 2009) versión elaborada por Christopher Alden. El ángel de fuego es otro de los platos fuertes, con su gestación y divulgación problemática porque al régimen soviético le costó digerir esta incursión en el misticismo y la magia negra de su músico predilecto: Prokófiev. Será Calixto Bieito el encargado de cristalizarla sobre las tablas, mientras la ejecución musical será el cometido de Gustavo Gimeno, uno de los directores españoles con más proyección mundial en la actualidad. Otra batuta de casa estará al frente del programa doble conformado por la cantata simbolista La damoiselle élue de Debussy y el oratorio dramático Juana de Arco en la hoguera de Honegger. Àlex Ollé, de la Fura, hilvana ambos universos contando en el reparto con la actriz Irene Escolar y la soprano Camilla Tilling.
El sello nacional, en lo que respecta a la composición, lo estampará Luis de Pablo, que estrenará El abrecartas, ópera confeccionada a partir novela homónima de Vicente Molina Foix. Una tremenda ilusión para el nonagenario compositor que recibió el año pasado el León de Oro de la Bienal de Venecia y que tanto se ha esforzado por abrirle camino a la lengua de Cervantes en el terreno lírico, dejando atrás prejuicios estériles y paralizantes. Fabián Panisello, tan ducho en sonoridades contemporáneas, gobernará el foso. Asimismo, Ricardo Llorca presentará en el Canal (teatro coproductor) Las horas vacías, que se había mostrado en versión concertante pero estaba pendiente de ser escenificada, con una protagonista encerrada en su adicción a internet y muy cercana al estado emocional desesperado de la de La voz humana de Poulenc/Cocteau. Y completará el plantel español Extinción: Misa de Batalla y Misa pro defunctis, de Joan Cererols, una inmersión en el barroco.
En este periodo también se inscribe El nacimiento del rey sol, una miscelánea de ópera y danza escrita por varios compositores a mayor gloria de Luis XIV que se recupera tras caerse del cartellone por culpa de la Covid. Purcell aportará -amén de la ya mencionada Parténope de Händel- el toque de barroco inglés con El rey Arturo, que se ofrecerá en versión de concierto dramatizada interpretada por el conjunto Vox Luminis bajo las órdenes de Lionel Meunier. Sin ropaje escénico, se representará a su vez Lákme de Leo Delibes.
Llamativas y originales son también las apuestas por Siberia de Umberto Giordano, que tanto elogió Fauré cuando ejercía como crítico musical, y Hadrian, la incursión en la ópera de inquieto y ecléctico Rufus Wainwright, adscrita a lo que se ha dado en denominar ‘belcantismo pop’ e ilustrada con imágenes de Robert Mapplethorpe. Además, se verán clásicos del repertorio La bohème, Cenerontola y el cierre de la Tetralogía wagneriana pilotada por Heras-Casado y Robert Carsen. En el capítulo de danza, tres compañías: el Ballet Nacional de España con su homenaje a Antonio ‘El bailarín’, la Carles Acosto Dance Company y, redoble de tambores, el Ballet del Bolshoi con La bayadera. Como decía Marañón, “el Real no ha perdido el tiempo ni la ambición por la excelencia” para preparar la que será su temporada número 100.