Desembarca en el Teatro Real Viva la mamma, de Donizetti, ópera que nunca ha sido representada en el coliseo madrileño. Aunque sí pudo contemplarse en otros recintos de la mano de la compañía Ópera Cómica de Madrid de Francisco Matilla, que la puso en escena en la capital y en Valladolid en 1986 (una producción que volvió a la ciudad del Pisuerga en 2011). El título por el que se conoce hoy en día a la obra fue adjudicado por Helmut Käutner, director de cine alemán que la rebautizó en la célebre producción de 1969 para el teatro rococó de Cuvilliés de Múnich.
Es interesante volver sobre esta ópera hasta cierto punto rara del compositor de Bérgamo, en la que se ponen muy graciosamente en solfa, de manera amable, algunas de las convenciones del mundillo operístico de la época, que a la postre y en buena medida siguen vigentes. La primera versión, de un solo acto, data de 1827 y fue el resultado de la adaptación del propio Donizetti de una comedia de Antonio Simone Sografi, Le convenienze teatrali (1794). Se presentó en el Teatro Nuovo de Nápoles.
Cuatro años más tarde se amplió la duración y el curso de la ópera añadiendo a lo ya conocido otra pieza de Sografi, que enlazaba con la primera y con la que componía un nuevo título, Le convenienze e le inconvenienze teatrali. Como la primera, tuvo, esta vez en el Teatro Cannobiana de Milán, un franco éxito. El título alude a las vicisitudes de la vida operística de aquel tiempo, que se ventilan durante los ensayos de la ópera seria Romolo ed Ersilia. Un proyecto que no llega a fructificar por los contratiempos, la impericia y la falta de rigor de los componentes de la troupe, que acaba huyendo y dejando tras de sí un montón de deudas.
Con esta ópera Donizetti recogía críticamente la amplia tradición de mirarse el ombligo del melodrama, virándolo hacia la parodia. El historiador de la música Piero Mioli recuerda una serie de títulos que bebían en la misma fuente: La crítica de Jommelli, La prova d’un opera seria de Mazza, L’impresa d’opera de Guglielmi, Il poeta perseguitato de Ponchielli… Los nombres de los personajes ya nos dan una idea de por dónde van los tiros: Corilla Sportichini, prima donna; Procolo Cornacchia, su marido; Agata Scannagalli, su madre; G. Antolstoinoloff, tenor alemán; Biscroma Strappaviscere, maestro de música; Prospero Saldaparglia, poeta y libretista.
Los cantantes Carlos Álvarez y Luis Cansino deben travestirse para encarnar el papel de Mamm’Agata
Subraya William Ashbrook en Donizetti and his Operas que los personajes son los equivalentes a los arquetipos de la ópera del primo Ottocento. Curioso es el de Mamm’Agata, papel ideal para un bufo con su aria de entrada, cuajada de imitaciones instrumentales muy graciosas, y que está encomendado a un barítono o un bajo, lo que se inserta también en una abundante tradición. Es irresistible en su voz la parodia de la gran aria del sauce de Desdémona del Otello de Rossini. En el Real será acometida por dos importantes barítonos españoles que se alternan en la parte: Carlos Álvarez y Luis Cansino, cada uno con sus características: más lleno, fornido, oscuro, templado el primero; más versátil, lírico, vibrante el segundo. Cabezas visibles de unos repartos que, afortunadamente, cuentan con varios cantantes nacionales.
Entre los principales: la soprano Sabina Puértolas (prima donna), lírico-ligera satinada y cristalina; los barítonos Borja Quiza, ágil y dispuesto, y Gabriel Bermúdez, ortodoxo y centrado (Procolo); la soprano Sylvia Schwartz (seconda donna), alada y perfumada; los tenores Xabier Anduaga, recientemente galardonado con un Opera Award, timbrado y penetrante, muy fácil en el caracoleo, y Alejandro del Cerro, vigoroso y de agudo restallante (primotenore). El foso está en las manos expertas de un especialista como Evelino Pidò y en las más bisoñas pero bien orientadas de José Miguel Pérez Sierra. Todo se moverá en lo escénico bajo las inspiradas orientaciones del siempre agudo regista francés Laurent Pelly (en el recuerdo siempre su gran Fille du régiment del propio Donizetti).