En las primeras fechas de diciembre se dan cita en nuestros teatros dos nombres señeros de la ópera romántica, Donizetti y Bellini, y uno del verismo más granado, Puccini. Es un buen telar en el que aventurarse para sentirse envuelto en los agradables efluvios de la mejor y más trascendente vocalidad.
Empecemos por la Lucrezia Borgia donizettiana que programa la Ópera de Oviedo para los días 7, 9, 12, 15 y 18 de diciembre. En esa obra, basada en la tragedia de Victor Hugo y estrenada en 1833, resplandece la habilidad del músico para acoplar la voz al sentimiento. La sordidez del personaje central aflora en la escritura envuelta en suspiros, dudas y cavilaciones, que nos pintan un carácter melancólico, patético y fiero. Una prueba para una soprano sfogato con hechuras, que será en este caso la canaria Yolanda Auyanet, cada vez más madura, más sólida, aunque no llegue aún a tocar el techo de las voces anchas y robustas. Pero es cantante de clase y de recursos.
Aparece bien cortejada por el tenor Celso Albelo, siempre seguro y valiente, por la mezzo lírica Silvia Tro Santafé, que hace un Orsini muy en su punto, y el siempre cumplidor bajo Roberto Tagliavini. El foso estará bien ocupado por la batuta del canadiense Yves Abel, experto en este tipo de compromisos. La escena es cosa de Silvia Paoli, que lleva la acción a la época mussoliniana. Orquesta Oviedo Filarmonía y Coro Intermezzo.
Los días 9, 11 y 13 de diciembre es el turno, en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, de I Capuleti e i Montecchi (Venecia, 1930), un título raro en nuestros pagos, de un delicado romanticismo y conocido en particular por la espiritual aria Oh! Quante volte, en la que Giulietta se entrega a sus tristes pensamientos, añorando a Romeo. Es de notar el hecho de que la obra no se inspiró directamente en la tragedia de Shakespeare, sino que hurgó en sus fuentes italianas, que se remontan al siglo XV y, de ellas, a la compilación de cuentos conocida como Il Novellino, de 1476, atribuida sin mucha seguridad a Masuccio Salernitano.
Voces bien pertrechadas
El reparto elegido viene presidido por una Giulietta de la tierra, Leonor Bonilla, una voz muy apropiada de lirico-ligera; homogénea, extensa, clara y bien emitida, manejada con habilidad para edificar un fraseo delicadamente poético. A su lado, como Romeo, tenemos a Daniela Mack, reciente Rosmira de la Parténope de Haendel en el Real, que posee carne y sustancia de mezzo bien pertrechada. Como Tebaldo figura Airán Hernández, un tenor lírico de timbre agradablemente oscuro en centro y graves, aún por densificarse en la zona alta, que proyecta en todo caso con franqueza. El siempre resuelto y afirmativo Luis Cansino, barítono vigoroso, será Capellio. El padre Lorenzo tomará cuerpo en la voz del bajo Dario Russo, amplio y un tanto nasal. El ya muy habituado a estas músicas Jordi Bernàcer empuña la batuta, mientras que en la escena encontramos de nuevo a Silvia Paoli, que actualiza la acción.
Puccini consiguió otorgar al elemento exótico una dimensión especial en 'Madama Butterfly', sin duda su ópera más trabajada
La tercera cita nos presenta uno de los más característicos títulos de Puccini, Madama Butterfly, que subirá al escenario del Palau de les Arts a partir del día 10. Se verá una producción firmada por el valenciano Emilio López, que ya accedió al mismo escenario en 2017 y que tras un primer acto convencional desarrolla los otros dos después del lanzamiento de la bomba atómica sobre Nagasaki, un motivo empleado asimismo, pero con más discutible virulencia, en la producción hace poco contemplada en el Maestranza de Joan Anton Rechi.
Puccini consiguió aquí otorgar al elemento exótico una dimensión especial en lo que es sin duda su más trabajada ópera en lo que respecta a la creación de un carácter y al seguimiento de una evolución en el tiempo. En el foso gobernará Antonio Fogliani, que deberá dar el debido y matizado soporte a las evoluciones vocales de la soprano plenamente lírica, vibrante y musical que es Marina Rebeka. La cortejan el penumbroso y asentado Pinkerton de Piero Pretti, el sólido y sobrio Sharpless de Ángel Ódena y la dulce y tan trabajada Suzuki de la valenciana Cristina Faus.