Estrenada como oratorio el 12 de mayo de 1938 en Basilea, Jean d’Arc au bûcher fue pensada, por el poeta francés Paul Claudel (1868-1955) y el sólido Arthur Honegger (1892-1955), para la escena, a la que accedió en junio de 1941 en Lyon. Es así como tiene auténtica significación y como permite poner de manifiesto el abigarrado lenguaje dramático del compositor suizo, síntesis de elementos hijos del oratorio, de la ópera, del teatro y aun del cine.
“Todo transcurre en la mente de Juana, una joven contemporánea por la que es fácil sentir compasión y hacer propia la indignación por la injusticia”. Joan Matabosch
Músicas atonales, modales, disonancias y consonancias, melodías de contagiosa amenidad vienen manejadas con una soltura y una sapiencia sensacional por la mano creadora, con episódicos recuerdos a Ígor Stravinski o, en estética distinta, a Carl Orff. Números corales, recitados arcaicos, declamados solemnes aparecen engarzados y envueltos en cierto sentido del humor, con lo que el conjunto llega a alcanzar una singular dimensión narrativa.
Exaltado lirismo
Obra cuajada de genialidades a pesar, opinaba el compositor y musicólogo Armando Gentilucci, de la “obsesiva verbosidad” del texto de Claudel. Todo queda compensado por las intuiciones tímbricas, los momentos de exaltado lirismo orientados hacia una suerte de metafísica, algo que el mismo compositor venía a reconocer cuando afirmaba que la obra “participa de una forma de teatro que no es la ópera: es la síntesis de todos los elementos del espectáculo con texto hablado”.
La inspiración de Honegger le lleva a alcanzar páginas tan valiosas e incluso sublimes como el coro de niños. El encanto aquí de la armonía, “arcaizante y crepuscular” (Gentilucci), nos hace olvidar la retórica mística de la base literaria.
Los dos personajes principales, Juana y el Hermano Dominique, son hablados. Se establece una clara dicotomía entre lo narrativo y lo lírico y, por decirlo así, lo visionario, a cargo de la Virgen María. A destacar el papel que cumplen las ondas Martenot, tan queridas por Honegger: se las escucha en la invocación del que es uno de los temas cíclicos. Es singular y magistral el manejo de la armonía en la caracterización de personajes y situaciones. Resalta la potencia de las últimas secuencias y sobre todo la que nos lleva a la muerte de la santa.
Persiguiendo la paz
En la producción del Real (que se estrena este martes 7) la obra de Honegger viene precedida, en inteligente doblete, por La damoiselle élue de Claude Debussy, que ilustra un poema de Dante Gabriel Rossetti. Una acertada elección que da sentido a la puesta en escena de Àlex Ollé (de La Fura dels Baus), en la que la damoiselle “vuela como un alma que asciende a la presencia de Dios. De algún modo es el alma de Juana tras su ejecución en la hoguera, en el instante en que, tras el horror, halla la paz”, explica Ollé.
Joan Matabosch, director artístico del Real, apunta que “todo transcurre en la mente de Juana, una joven contemporánea por la que es fácil sentir compasión y hacer propia la indignación por la injusticia de la que es objeto”. Hay que anotar que la visión de Ollé tiene muy presente –y a eso ayuda la escenografía de Alfons Flores– la coetánea amenaza del nazismo. Lectura política que concede fuerza al montaje.
Contrastes delicados
Una producción que quiere decir muchas cosas por bien estudiados caminos y que viene presidida en lo musical por la experta y exquisita batuta de Juanjo Mena, buen dosificador de medias tintas, de contrastes delicados y de adecuadas clarificaciones tímbricas. Buena cosa es que finalmente el papel de Juana esté encomendado a una actriz de la categoría de Marion Cotillard. A su lado figuran Sylvia Schwartz (La Virgen), Elena Copons (Marguerite) y Charles Workman (Porcus).
El Padre Dominique es Sébastien Dutrieux. Las dos voces en la obra debussyana son la soleada soprano Camilla Tilling y la mezzo Aude Extremo (que es también Catherine en Honegger).
La solvencia de Lady Dior
Desde antes de su Óscar en 2007 interpretando a Édith Piaf en La Vie en Rose, Marion Cotillard (París, 1975) viene teniendo una relación constante con la música. Cantante y bajista con grupos amigos en conciertos y grabaciones, descubrió a Juana de Arco en 1992 en la catedral de Orleans (ciudad de la heroína) en un montaje dirigido por su padre Jean-Claude Cotillard, y protagonizado por su madre, a la que sustituyó en 2005. Ya en 2012 la volverá a encarnar en L’Auditori de Barcelona. Regresará al personaje en París en 2015 bajo la dirección de Kazuki Yamada. En 2021 Lady Dior –es imagen de la casa– protagonizó la impactante Annette, de Leos Carax, donde interpretó a una cantante de ópera.