Rufus Wainwright en el Teatro Real. Foto: Javier del Real

Rufus Wainwright en el Teatro Real. Foto: Javier del Real

Ópera

Rufus Wainwright: "Madrid es un foco de esperanza para los homosexuales"

El compositor norteamericano llega a España (Teatro Real y Festival de Peralada) para presentar su segunda ópera, 'Hadrian', inspirada en el emperador romano

21 julio, 2022 14:42

Rufus Wainwright (Rhinebeck, Nueva York, 1922), que mamó el folk de sus padres, los cantantes Loudon Wainwright III y Kate McGarrigle, se empezó a engolosinar con Verdi cuando escuchó su ampuloso e íntimo -a un tiempo- Requiem. “Solo tenía 13 años pero ya quedé fascinado”, confiesa. Por ahí empezó una relación con el genio de Busseto que devino posteriormente en amor incondicional a la ópera: a la del propio Verdi, al que tiene en un altar, pero también a otros grandes hacedores del género lírico como Wagner y Janácek.

Esta afición se conectó con Margherite Youcernar cuando leyó, hace años, su biografía de Adriano, contada en primera persona, una perspectiva que revolucionó los esquemas literarios en su momento. “Pensé entonces que Adriano podría ser el protagonista de una gran ópera. Pero en ese momento no me sentía capacitado de componer una en la que además debía recrear el Imperio romano. Era demasiado para una primera ópera”, recuerda. Después se le cruzó la idea de Prima Donna, que significaría su primera muesca lírica en el curriculum, y aparcó al emperador de origen hispano.

Hasta que desde la Canadian Opera Company le animaron a concretar en una partitura y un libreto su impulso original. Y se puso manos a la obra. Waiwright aclara que el texto de Yourcenar fue simplemente “la chispa” que detonó la inspiración pero que en realidad su enfoque es diverso. “De algún modo, ella hace un viaje al pasado para contarnos la historia de Adriano y su contexto y nosotros [incluye aquí al libretista Daniel McVivor] hacemos lo contrario: traemos el personaje al presente”. Será un planteamiento que podremos ver en el Teatro Real, dentro también de la programación del Universal Music Festival, el día 27, y dos días después en el Festival de Peralada.

Se tratará de una versión semiescenificada a cargo del regista Jorn Weisbrodt, que es también el marido de Wainwright. Una pena que no pueda verse plenamente ‘vestida’, como se mostró en Toronto en 2018. Aunque Weisbrodt ha hecho de la necesidad virtud. “Lo que mostramos es como si fuera la ópera en su primera fase de ensayos, cuando el director le explica a los cantantes los pormenores de sus personajes y la trama”, explica.

De ese modo, en las tablas observamos una compañía que por momentos interpreta el libreto en sí y, en otros pasajes, nos permite otear sus ensayos preparativos: los intérpretes paran a beber agua, intercambian impresiones… “El público, a partir de ello, puede soñar cómo sería el montaje al completo”, concluye Weisbrodt, al que acompaña en la presentación en el Teatro Real el inseparable perro de la pareja, bautizado con un nombre que delata la pasión operística de ambos artistas: Sigfried. El principal reclamo de su propuesta visual es una selección de 300 fotografías de Robert Mapplethorpe, sobre de sus series de flores. 

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Los dos coinciden en que querían hacer una ópera de amor homosexual, con la relación de Adriano y el bello Antinoo en el centro, pautada por los mismos parámetros formales y emotivos que los grandes títulos románticos del repertorio : Tristán e Isolda de Wagner, el Orfeo de Monteverdi… “Bernard Shaw describió la ópera como un tenor que intenta seducir a una soprano y el barítono busca impedirlo. Aquí es la soprano la que pretende impedir la atracción del tenor y el barítono”, señala entre risas Weisbrodt.

Wainwright, por su parte, subraya que estar en España es como cerrar un círculo, dado el origen de Adriano. Aparte, valora la sensibilidad del Real hacia el universo homosexual y cita la apuesta que en su día hizo el coliseo madrileño por Brokeback Mountain. Y va todavía más allá del recinto lírico en su elogio: “Madrid es un foco de esperanza para los homosexuales en este mundo”. Aduce acto seguido el vanguardismo de la ciudad y, por extensión, de España a la hora de permitir el matrimonio de personas del mismo sexo en su ordenamiento jurídico.

Wainwright, para terminar, rompe una lanza por los moldes tradicionales del género: “Quería recuperar las grandes melodías y la épica de la ópera, que parece que incomoda tanto al stablishment contemporáneo”. Ahí deja esa puyita. Aunque acto seguido se esfuerza por argumentar que él no es dogmático. Aun siendo verdiano fanático, para él los postulados abiertos de Janácek, “capaz de agrupar todas las formas”, le resultan más atractivos cuando compone. “No me gusta la ópera que se encierra en el estilo de su propia época. En Hadrian he querido aglutinar buena parte de la historia de la ópera, también el siglo XXI”.