La Sonnambula de Vincenzo Bellini regresa al escenario del Teatro Real, donde no se representa desde hace 22 años. Y lo hace por la puerta grande, cosechando un éxito incontestable de todos sus participantes. Ha costado volver a disfrutar de esta extraordinaria partitura, un acabado ejemplo del más puro belcanto y pieza clave del corpus del compositor siciliano. No por falta de interés en el público o en los programadores de los teatros sino por la brutal exigencia vocal para los dos protagonistas, a los que muy pocos cantantes se enfrentan por el alto riesgo de salir heridos del intento.
Pero para la ocasión, el Teatro Real cuenta con cuatro cantantes absolutamente magníficos y muy valientes y un programador con agallas que han apostado con sacar adelante uno de los títulos más bellos de la ópera italiana, en un momento, la Navidad, que habitualmente aprovecha el Teatro Real para hacer caja programando un título de gran repertorio que pueda ser susceptible de ser un precioso regalo en Navidades para cualquiera de las 13 funciones programadas a lo largo de las próximas semanas.
Sin duda uno, después de visto lo visto, recomienda encarecidamente valorar sustituir las corbatas o los perfumes navideños por dos entradas a esta impresionante y ya clásica Sonnambula. No se arrepentirán.
Para cubrir tantas representaciones se mantiene la fórmula de dos repartos -que no primer y segundo reparto, dada la altísima calidad de los cantantes programados, con la cobertura de contar con dos espléndidas Aminas: Nadine Sierra y Jessica Prat. La primera debuta en el Teatro Real pero viene avalada por una impresionante y meteórica carrera internacional como gran soprano lírica. La segunda no le queda a la zaga y aterriza en Madrid después de un grandísimo éxito, hace apenas unas semanas, con la Elvira de I Puritani en la ABAO.
Para el rol masculino protagonista había mucha expectación con Xabier Anduaga, que tuvo un brevísimo debut el año pasado en Viva La Mamma! y su Gerard en la Lakmé de Léo Delibes en versión concierto, pero ha sido con el rol de Elvino, el que le permite un gran lucimiento vocal del tenor vasco de moda. Del programa se ha caído -inexplicablemente- el tenor americano Lawrence Browlee y es Francesco Demuro quien asume todas las funciones restantes.
Sierra y Anduaga debutan en estos papeles, así que tenemos un placer añadido: sus primeras interpretaciones de unos roles que probablemente les cosecharán muchos éxitos
Tanto Sierra como Anduaga debutan ambos en estos papeles, así que tenemos un placer añadido: los aficionados madrileños asistiremos, en exclusiva, a sus primeras interpretaciones de unos roles que probablemente les cosecharán muchos éxitos en los próximos años en teatros internacionales. En el caso de Pratt y Demuro, ya vienen con amplia experiencia en ambos personajes.
La aseada, sencilla y poco ruidosa producción corre a cargo de Bárbara Lluch, que regresa al Teatro Real -donde trabajó como asistente- tras más de diez años como asistente de dirección en la Royal Opera House de Londres. Lluch hace su debut con esta producción como regista principal y con una apuesta fuerte: respeta con dignidad la época en la que está ambientada la ópera pero dándole un giro dramático cambiando el final ideado por el libretista Felice Romani y el compositor, que apostaron por un final feliz que Lluch no considera adecuado actualmente.
Para la nieta de Núria Espert no es creíble que una mujer que ha sido humillada y vejada por su expareja por considerarla infiel finalmente acepte casarse con él. Y ha decidido que Amina, al final, se arranca el velo de novia y se lo arroja a Elvino como él hizo con el anillo de compromiso en el primer acto, dejándole plantado "al tempio e ad piè dell'ara" (al templo y al pie del altar).
Vayan ustedes preparados para un gatillazo: Amina y Elvino no acaban casados. Es un remate a una producción ideada, según Lluch, desde el siglo XXI y con un enfoque #Metoo, desromantizando el pastoril pueblo suizo donde transcurre la historia para situar la trama en un bosque decapitado, una serrería y una casa inhóspita donde Amina tiene su segundo brote sonámbulo colgada de una cornisa desde la que se llega al clímax de esta ópera.
[Una utopía cruda y rural en ‘La sonnambula’ de Bellini en el Teatro Real]
El pueblo -el tercer gran protagonista de esta ópera- para Lluch está habitado por una población ceñuda, claramente hostil y que refleja la dureza rural que uno imagina en los antaños pueblos españoles donde había más dureza que dulzura, más rencor que solidaridad y más miseria que abundancia. En ese entorno se mueve Amina, primero bendecida por sus vecinos y posteriormente perseguida y acosada por las mismas personas que en los primeros minutos de la ópera le cantan Viva! Viva! Viva! Viva Amina!
Lluch ha dejado en manos de Christof Hëtzer la escenografía, limpia, con pocos elementos pero eficientes, el bonito vestuario ideado por Clara Peluffo, que remata una cuidada iluminación a cargo de Urs Schönebaum. Esta producción ha sumado a varios teatros para sacarla adelante: se estrena en el Teatro Real e incorpora al Liceu, al Teatro Nacional de Tokio y al Máximo de Palermo. Y Lluch, que en varias entrevistas confesaba su temor al abucheo, ha salido airosa con un reconocimiento unánime del público por una labor digna que seguramente recorrerá numerosos teatros. No hay tantas producciones de Sonámbula y todo apunta a que ésta girará bastante por lo apañada que es.
Bárbara Lluch ha salido airosa con un reconocimiento unánime del público por una labor digna que seguramente recorrerá numerosos teatros
Mauricio Benini, gran triunfador en Il Pirata de hace tres años, vuelve al foso del Teatro Real tras un fallido anuncio para la Norma de la temporada pasada que finalmente no pudo dirigir. Pero el Teatro lo recupera para un título en el que es un notable especialista, como en todo el repertorio belliniano y belcantista. Su lectura es radicalmente distinta a Lluch en su visión de esta Sonnambula.
Respeta escrupulosamente las preciosas melodías bellinianas, los largos, extraordinarios y armoniosos legatos musicales y la belleza de la partitura. Tiene Benini un parsimonioso estilo de dirigir, un constante ir al ralentí, apausar los ritmos, detallar e iluminar la partitura, nunca tiene prisa y más bien al contrario, se regodea en enfoques inesperados de la composición.
Benini es un gran concertador y un excelente conocedor de las voces, a las que cuida con mimo, les acuna y les acompaña en sus momentos estelares, dándoles todo el esplendor y ralentizando la orquesta acompasándola a lo que ocurre en escena. Escuchar esta Sonámbula de Benini es un placer constante, una gozada luminosa por su gusto en los tempi y su apuesta por un profundo espeto al estilo belliniano.
El reparto del estreno es sencillamente fabuloso. Nadine Sierra debuta en Amina y lo hace por fin en el Teatro Real, tras el fallido intento en 2020 cuando tenía que haber cantado en Traviata. Han sido necesarias dos temporadas, pero por fin los aficionados madrileños pueden descubrir una de las voces más pujantes y con una carrera sólida y creciente a nivel internacional.
Sierra, por voz y físico, es una Amina maravillosa: una preciosa voz, manejada con una maestría y una sutileza apabullante, una zona alta restallante, agudos fáciles y seguros y una intención dramática exquisita. Su interpretación es una delicia y confirma el extraordinario momento por el que pasa la cantante.
Quizá el momento más incómodo para la cantante norteamericana es la cabaletta final, donde uno echó en falta un cierre más rotundo de sus notas altas. Pero qué duda cabe que su debut doble fue unánimemente reconocido por el público que la ovacionó puesto en pie. Será un placer volver a escucharla al final de la temporada en una Liu que promete ser igualmente grandiosa.
Xavier Anduaga es una de las grandes sorpresas operísticas españolas y le espera por delante una espectacular carrera si la gestiona con inteligencia
Xavier Anduaga es 'the new kid on the block', el tenor de moda, ganador en 2019 del primer Premio Operalia de Plácido Domingo y del Best Young Singer en los Opera Awards y Premio Opera Actual 2021, es una de las voces jóvenes más prometedoras y seguras. Hizo su debut en el Real la temporada pasada con un brevísimo -y que supo a poco- papel en Viva La Mamma! y con el Gerard de Lakmé en versión concierto, pero por fin se ha podido presentar ante el público del Real con un papel acorde a sus condiciones actuales con unos mimbres extraordinarios: una belleza inusual en la voz, un color varonil precioso, unos agudos redondos y seguros -que tiene un extraño modo de atacarlos- y un gusto exquisito en su manera de cantar.
Está construyendo una carrera belcantista muy interesante, cosechando recientemente un gran éxito como el Arturo de I Puritani en Nápoles y en Bilbao. Aunque empezó con cierta rigidez escénica, de timidez dramática y en algunos pasajes se echó en falta más soltura corporal, en el segundo acto fue in crescendo tanto vocal como escénicamente. Escalofriante su canónica interpretación del Ah! perche non posso odiarte, su gran aria, que atacó con gran soltura y elegancia. Es una de las grandes sorpresas operísticas españolas y uno solo desea que se cuide mucho porque le espera por delante una espectacular carrera, si la gestiona con inteligencia.
Estupendos también los roles comprimarios: Rocío Pérez, la Lisa, tiene una preciosa y cristalina voz y resolvió con gran nivel su gran escena del segundo acto. Roberto Tagliavini ya es un viejo conocido del Teatro Real, donde ha tenido siempre unas representaciones impecables como en la Lucia legendaria de Lisette Oropesa y Javier Camarena o más recientemente en el Nabucco del pasado mes de julio. Es un bajo sumamente elegante, cuidadoso, con una voz preciosa y una magnífica línea de canto y siempre sale airoso de sus roles. Como Conde Rodolfo de nuevo tuvo una magnifica interpretación.