Teatro

García May estrena "Los vivos y los muertos"

"Escribo teatro de aventuras"

19 abril, 2000 02:00

Ignacio García May estrenó en el Centro Dramático Nacional con apenas veinte años. Ahora, quince años después, vuelve con Los vivos y los muertos, que se estrena el próximo 27 de abril. La pieza lleva a escena la épica de los reporteros de guerra, plantea las "realidades" que sirven los medios de comunicación y reflexiona sobre el valor de la muerte en una sociedad, la actual, que prefiere eludir cualquier contacto con ella.

-¿Por qué el teatro que hoy se escribe no encuentra más salida que la escena alternativa y la oficial?
-Eso no es culpa de los dramaturgos, sino de los productores. En España hay buenos autores pero lo que no hay son productores. La figura del productor sigue siendo muy obsoleta. Es la del tío con gorra y manguito interesado en ahorrar unas pesetas. Yo creo que es la figura más creativa de todas, porque el productor es quien tiene la idea inicial. En el cine americano está muy claro, el que manda es el productor y los grandes directores como Spielberg o Coppola son también productores, gente que tiene una idea y se pone a ello. Los pocos productores de teatro que quedan en España hacen lo que vieron en su juventud, cuando todavía se hacía la mili con lanza.

-Algo de culpa tendrán los autores si no son capaces de seducir con sus textos.
-Pero si no te permiten ni probarlo; en un espectáculo como Las manos, que ha resultado un pequeño bombazo, todavía se preguntan qué pasa. Hay una cosa que me repatea: los imbéciles que se van a Nueva York, a Londres y a París para ver lo que está de moda y traérselo, pero no se toman la molestia de preguntar o ver lo que está pasando aquí.

-Muchos autores también declaran cosas del estilo: yo no escribo para el público, no hago teatro comercial. Entonces ¿cómo van a interesar a un productor?
-Decir eso me parece un error porque yo siempre escribo para el público. El teatro es comunicación. Pero también tengo la sensación de que a veces se eligen autores actuales para que fracasen y poder decir: monté a éste, pero no ha funcionado. La tarta del teatro en España es muy pequeña y hay mucha gente que no la quiere repartir, esa es la verdad.

García May se queda pensativo, aspira una calada de su cigarro y continúa: "También se marcan corrientes estilísticas. En los últimos años se ha establecido un modelo de texto muy críptico, muy ambiguo, muy abierto, y se ha repetido hasta la saciedad que eso era lo bueno y lo que había que hacer. No estoy de acuerdo, personalmente no me interesa".

-¿Se refiere a los autores clónicos, término con el que la dramaturga Paloma Pedrero califica a los autores que imitan a Sinisterra?
-Entre otros. Me parece una expresión acertada, porque ciertamente es así. Cada uno tiene que escribir lo que le dé la gana. A finales de siglo XX se han inventado una nueva poética que es la poética de la modernez.

Un descastado

-¿Qué poética es esa?
-La del cualquiercosismo. En el mundo del arte pasa igual. La última Bienal de Venecia fue un escándalo, la gente se llevaba una silla de su casa y decía: instalación. ¡No, hombre, no! esa es la puta silla de tu casa. Y eso es una tomadura de pelo.

-¿Es un autor autodidacta?
-Nunca he ido a ningún taller, ni como alumno ni como profesor. Para mí la escritura es algo muy personal.

-¿Cree que ser joven es un valor añadido en esto de la cultura?
-Ha habido un cambio. En los ochenta hubo una mitología, según la cual los jóvenes eran tontos y cuando uno escribía un libro o una película, era una auténtica novedad. Pero en los noventa se vio que eran muchos los tontos que escribían y dirigían y se cambió la tortilla, se vió que era un valor económico. Ahora todo lo que es joven es listo, algo tan absurdo como lo anterior.

-Se le adscribe a la generación de los 80, pero ¿se puede hablar de generaciones teatrales?
-Mire, soy un descastado porque cuando empecé era el más joven de la generación de Ernesto Caballero, Ignacio del Moral, y ahora soy el mayor de la generación de los noventa. Pero, además, no creo que haya rasgos comunes para hablar de generaciones. Es un invento de los políticos y me parece un trampa. En la época de Alesio me fastidiaba un poco, pero como tenía 21 años no decía nada. Lo veo como una trampa, es como dirigir a toda la gente de una edad hacia el gueto del teatro joven.