Ana Fernández en la obra

La figura del director de escena -heredera del primer actor de la compañía teatral que, tras almacenar cierta experiencia, se hacía con el mando de la función y se encargaba de ordenar el tráfico escénico- se convirtió en la personalidad predominante de la segunda mitad del teatro del siglo XX a partir del trabajo fundacional de Antoine (Théâtre Libre, París).



En los albores del siglo XXI, esta figura parece desdibujarse y mutar en otra mucho más compleja: el director-creador. Si el director de escena -en el sentido más convencional- lleva a cabo la "representación" del texto teatral, el director-creador lo "interpreta" (añadiendo múltiples planos de significado) y arroja un punto de vista -estético y filosófico- personal a su creación. No se trata ya de trabajar "a favor" o "en contra" del texto sino de abrir precipicios entre sus palabras y descubrir el sentido interno del mismo. El creador tiene un punto de locura pero, a diferencia del loco que vive en el desorden total, viaja hasta la locura para volver y arrojar luz con su creación.



El trabajo de Pepa Gamboa (Arahal, 1963) parece ajustarse a la perfección a esta noción de director/creador. A lo largo de su carrera, la directora andaluza se ha enfrentado a numerosos retos: dirigió un insólito y tristísimo Final de Partida de Beckett en el que los personajes de Hamm y Clov se atrevían con algunos de sus monólogos en zarzuela; dirigió los espectáculos flamencos más innovadores en la Bienal de Flamenco sevillana; nos sorprendió la pasada temporada con una Casa de Bernarda Alba interpretada por gitanas, y desde hace más de dos décadas viene formando un fructífero tándem teatral con el autor Antonio Álamo.



En esta ocasión, Gamboa y Álamo se atreven con una extravagante y enloquecida comedia sobre el matrimonio, el mundo del teatro y sus personajes, Veinticinco años menos un día (XXX Premio Born de Teatro). Como explica su autor: "Es una obra que contiene a su vez otras dos. La primera es la historia de un adulterio y un triángulo amoroso. La segunda es una comedia sobre una representación teatral, The tea is ready, que tras casi veinticinco años de permanencia en la cartelera londinense está a punto de saltar por los aires. Y la tercera de las comedias la protagoniza el valeroso nieto del británico P. D. Green, que procura por todos los medios recuperar la olvidada figura de su abuelo y su significación en el teatro inglés. La obra", concluye Antonio Álamo, "es una comedia donde la ficción y la realidad acaban confundiéndose".



Tras la adolescencia. Para Gamboa se trata de "una de esas comedias en las que, después de reírte de todo y de todos (como en aquellas maravillosas películas italianas de los años 50 y 60) te das cuenta de que aquello te recuerda vagamente a tu vida, especialmente a la que viene tras la adolescencia y su breve mundo de certezas".



En la puesta en escena de Gamboa realidad y ficción, por más que siempre aparezcan entremezcladas (como en la vida misma), comienzan a resultar distinguibles y esos Veinticinco años menos un día parecen transcurrir "en el lugar donde se encuentran los tradicionales puñales de hojalata, los anillos con fondo secreto para guardar el veneno, las traiciones, las pelucas, los sonámbulos, los divos, los dragones de cartón, etc. Pero luego, tras doblar una esquina (en la vida), uno se encuentra con los de verdad... lo dice alguien que no miente", concluye una directora que conoce muy bien el teatro y su revés: la vida.



La obra está protagonizada por Richard Collins-Moore, Ana Fernández, Moncho Sánchez-Diezma, Joserra Leza e Ione Irazabal, entre otros.