Rambla 61, obra de Perejaume

Hace una semana se publicaba en el Reino Unido 'Look I Made a Hat', libro en el que el compositor Stephen Sonheim advertía de los destructivos efectos de la crítica sobre los artistas y recomendaba a éstos no malgastar su tiempo en prestarles su atención. Es un viejo asunto que El Cultural ha querido tratar con algunos actores españoles y con críticos que la ejercen.

Es evidente que la crítica en los periódicos de Estados Unidos tiene una autoridad desproporcionada y dista mucho de la que disfruta la de la prensa escrita de nuestro país. De otra manera no se entienden las reflexiones tan radicales a las que llega el compositor y letrista Stephen Sondheim en Look I Made a Hat (Virgin Books): "Se necesita tiempo para no prestar atención a los críticos, o al menos, para no dejarse distraer por ellos. Para un joven autor, la crítica tiene efectos destructivos. Si te alaban, sufres después cuando les decepciones...Y cuando te marginan, tu confianza se viene abajo ... La crítica hiriente no es necesaria, y desde luego puedes optar por no creértela; es el hecho de que se publique, de que cientos de personas sean testigos de tu humillación... Aunque lo más pernicioso de una crítica es que te hace malgastar tu tiempo". Y añade a continuación: "Hay gente del teatro que dice ser inmune a las críticas, y quizá lo son realmente, pero yo no me he encontrado a ninguno que me haya convencido de ello... ". Como Sonheim, ¿creen los actores españoles que la crítica no es necesaria para su trabajo? ¿Tiene en nuestro país un valor tan influyente como le atribuye el compositor? o, por el contrario, ¿ha perdido su poder?



La actriz Carmen Conesa es una veterana con muchos espectáculos a sus espaldas y, aún así, no está inmunizada a las críticas: "Siempre digo que si son buenas, que me lo digan y entonces las leo. De lo contrario, prefiero no hacerlo, te afecta muchísimo si luego tienes que salir al escenario. Una mala crítica crea un ambiente de silencio entre los compañeros, como si hubiera ocurrido una desgracia, nadie habla del tema, es tabú". Un hábito muy extendido entre los actores, según confirma el productor Pedro Larrañaga, miembro de una famosa sagas teatra de Madrid y marido de la actriz Maribel Verdú: "La crítica, si es buena, es necesaria para el ego de los artistas. Ahora, cuando es mala, les altera bastante. Yo, por eso, les recomiendo que no las lean. Mi gente es poco dada a hacerlo, hasta que yo se las paso, las buenas, claro".



Es lógico que sean los artistas jóvenes a los que más interesa la crítica y son también los que más pueden beneficiarse de ella. Si consiguen sobrevivir en el oficio, lo más probable es que acaben siendo venerados. Es el caso del actor y director José Luis Gómez, cuyo prestigio hoy es incuestionable. Sin embargo, él recuerda que en los 70, cuando llegó a España procedente de Alemania, "fui severamente castigado. Era la época de los críticos Alfredo Marquerie, Enrique Llovet, José Monleón o Lázaro Carreter, que hacían críticas muy bien escritas y muy apasionadas. Recuerdo que Lázaro Carreter me escribió una que fue un empujón a mi carrera. Los críticos entonces eran más afectivos, con mayor capacidad de entusiasmo, pero también de enfado".



Sin aplaudir

La relación de los críticos y los artistas es asunto delicado siempre. Cuenta Marsillach en sus memorias que nunca ha entendido la figura del crítico que actúa como un juez sin ni siquiera aplaudir al final de la función para mostrar su neutralidad. "Mantengo relaciones amistosas con poca gente del teatro", explica el crítico de El Mundo Javier Villán, "y procuro que la sentimentalidad de una amistad no condicione mi crítica, pero es inevitable encontrarte con gente que admiras y con la que puedes establecer puentes beneficiosos para ambos". Y otro crítico, Marcos Ordóñez de El País, añade: "Mi relación con los artistas (con unos cuantos) se resumiría en una frase: ¿por qué debería privarme de aprender a su lado?".



En realidad, actores y críticos están condenados a entenderse, deben envejecer juntos y eso no siempre es fácil: "Yo comprendo", dice el actor Rafael Álvarez El Brujo, "que los críticos llevan viéndome en los escenarios 40 años y es muy difícil que les sorprenda ya. Los tengo aburridos. Por ejemplo, sé que Villán no viene a verme para no hacerme malas críticas. Para leer a Ordóñez tienes que saber inglés, si no, no te enteras. Y Javier Vallejo me tiene sorprendido, es muy meticuloso y erudito, me llama por teléfono para preguntarme cómo me he documentado". Estos críticos, junto con Juan Ignacio García Garzón (ABC) y Miguel Ayanz (La Razón), componen hoy el tribunal de la prensa madrileña.



Tanto El Brujo como José Luis Gómez afirman que una reseña bien argumentada les ha llevado a modificar sus espectáculos allí donde el crítico había establecido deficiencias: "Para mí la crítica debe conectar al público con la obra, pero también servir de reflexión a los artistas, de orientación. Una mala crítica te encabrona pero si está bien razonada te puede llevar a modificar el espectáculo. Esto me ocurría con Monleón, él ejercía la crítica magisterial e, incluso, se reunía contigo para hablar de la obra. Era maravilloso", recuerda El Brujo. Gómez también considera que la crítica tiene "un valor esencial". "La crítica debe ser capaz de encauzar al público, ilustrarlo y despertar su entusiasmo, pero también el crítico debe tener olfato para detectar tendencias y anticiparse".



Crítica amable o aguada

Es verdad que cada crítico se labra su propio prestigio, pero la opinión de que la crítica ha perdido influencia, de que es más "amable", es también asunto de discusión. "Para mí el crítico es un catador, tiene que haber visto mucho teatro para poder establecer un baremo. Hay excepciones, pero hay aspectos de una obra que no suelen ser suficientemente ponderados. Y esto ocurre porque los medios de comunicación designan para este empeño a personas que solo tienen conocimientos literarios, lo que es insuficiente", opina Gómez.



Además, la irrupción de internet y de las redes sociales ha modificado la percepción de la crítica de los medios escritos. Hace unos meses Julie Taymor, reputada directora de El Rey León, comentaba a El Cultural que de no haber existido las redes sociales y los blogs, probablemente no habría sido relevada del musical Spiderman, cuyo fracaso anunciaron antes de su estreno: "Salieron las críticas cinco semanas antes del estreno, durante las previas".



El Brujo cree que el poder de la red es tremendo: "La crítica ha perdido su influencia. Antes, una mala crítica podía bajar de un 30 a un 40 por ciento la venta de entradas. Hoy no y son, sobre todo los comentarios que cuelgan en las webs de venta de entradas, los que inciden". Pero en realidad, El Brujo se refiere más a los efectos comerciales que tiene una crítica sobre un espectáculo que a la influencia y el prestigio que supone para un actor una valoración positiva o negativa de su trabajo. "Como productor", dice Larrañaga, "la crítica es lo más agradecido que hay. Si es mala no suele hacerte daño comercialmente, pero si es buena contribuye a vender mucho mejor el espectáculo".



También Villán duda de sus efectos ventajosos a la hora de llevar público: "La crítica sirve a los protagonistas, al autor, al director, al productor... y sobre todo a las compañías incipientes, a las que procuro prestar atención". Mientra Ordóñez valora positivamente su incidencia: "Veo que interesa muchísimo, que es muy seguida, y que genera comentarios, adicciones y nuevas críticas. Sí es cierto que en algunos medios escritos se ha recortado y no debería ser así. Y no me parece mala cosa ser amable si eso significa educado (o irónico sin mala baba). Si entienden amable por conformista, ya es otro cantar". Por su parte, el futuro académico José Luis Gómez apostilla: "Sí creo que a veces la crítica está aguada, no distingue suficientemente entre los logros y las carencias de una obra. Y si queremos mejorar la calidad de nuestro teatro, es importante la calidad de un juicio justo".