Daniel Albaladejo y Cristina Adua en Otelo

Tras salir de la Compañía Nacional de Teatro Clásico en noviembre de 2011, Eduardo Vasco sentía un mono de Shakespeare irrefrenable. Así que en cuanto volvió a ponerse al frente de su antigua formación, Noviembre Teatro, corrió a consumir la dramaturgia adictiva del bardo británico. En unos meses levantó Noche de reyes, una pieza con la que abrió la temporada 2012/13 de la Abadía y con la que giró por las principales plazas escénicas españolas. La buena acogida le avivó el ansia de incrementar la dosis shakespereana. El director madrileño se decantó entonces por Otelo, el moro de Venecia, versión con la que recala ahora en el Teatro Bellas Artes (ahí estará desde el 30 de julio hasta el 14 de septiembre). Cerrado el curso por los teatros públicos y con la actividad escénica deslocalizada hacia los festivales veraniegos, será uno de los títulos de mayor relieve en la cartelera capitalina estos meses.



Otelo está acuñado en el inconsciente colectivo como la encarnación más desquiciada de los celos. Pero Eduardo Vasco y Yolanda Pallín, firmante de la adaptación, han intentado poner el foco en otras de las múltiples áreas de interés de una obra tan poliédrica. "Lo fundamental a mi juicio es la manipulación. El público ve delante de sus narices los engranajes de la intoxicación desplegada por Yago para convencer a Otelo de que Desdémona le es infiel", explica Vasco a El Cultural. También han querido subrayar el papel de las mujeres en la trama, "algo por lo que la mayoría de los montajes pasan de puntillas". Director y adaptadora han rescatado una serie de diálogos recurrentemente amputados entre Emilia, la dama de compañía de Desdémona (y mujer de Yago), y su señora. "Muchos creen que no aportan nada sustancial a la historia pero en esas conversaciones aflora una mujer nada sumisa, con una participación consciente en el entramado de la manipulación. Hubo de hecho gente sorprendida que pensaba que los habíamos añadido nosotros. No es así: están en el texto original pero se habían marginado, un error porque creo que lo enriquecen muchísimo".



La escenografía de Carolina González mantiene la línea de austeridad característica de Noviembre Teatro. Un espacio escénico limpio y sobrio otorga un aire atemporal al montaje, acentuado por el vestuario de Lorenzo Caprile, que combina ropajes de época con detalles de prendas contemporáneas. La propuesta de Vasco huye de atrezos historiados y hace recaer todo el peso dramático sobre el texto y el actor. Daniel Albaladejo, con su mirada entintada en kohl, encarna a Otelo, mientras que Arturo Querejeta compone al maquiavélico y resentido Yago. El elenco lo completan otros seis intérpretes: Fernando Sendino (Casio), Héctor Carballo (Rodrigo), Cristina Adua (Desdémona), Lorena López (Emilia)... La música, como en todas sus propuestas, tiene una presencia protagónica: Schuman abona el ambiente marcial y Scriabin ilustra de fondo el universo emotivo y fantástico de las figuras femeninas.



Vasco, que ya moldeó un Hamleten 2004 (justo antes de tomar las riendas de la CNTC), seguirá explotando la inagotable veta shakespereana: en los próximos meses se arremangará con El mercader de Venecia: "Hay dos motivos que hacen inmortal a este autor: la traducción de los pensamientos y las emociones humanas a un lenguaje poético y sus fascinantes arquitecturas dramáticas, que nunca se repiten y son un prodigio de eficacia. Además, una ventaja de su dramaturgia, en contraste con la de nuestro Siglo de Oro, es su apertura: no es tan preceptiva ni está tan anclada en su propia época".