Los fundadores del Teatro de la Guindalera, Juan Pastor y Teresa Valentín, se identifican mucho con una réplica de Nina en La gaviota: "Hemos resistido manteniendo nuestra fe". En los últimos años atravesaron momentos críticos. Estuvieron a punto de ceder a la adversidad económica, pero hoy siguen sumando títulos a su repertorio. El último es, precisamente, otra de las piezas medulares de Chéjov: Tres hermanas. La estrenan el próximo miércoles, 20, en los Teatros del Canal, donde ya han presentado alguna de sus producciones perfiladas con pulso de orfebre: Odio a Hamlet y La larga cena de Navidad.
Como en estos dos precedentes, Juan Pastor se encarga de la dirección. En su versión establece algunos paralelismos entre los anhelos de las hermanas chejovianas y la sociedad española actual. El sueño de dejar atrás el tedio y la decadencia de su pequeño pueblo, de viajar por fin a Moscú, símbolo de modernidad y redención, se emparenta con el deseo de salir a flote de una crisis brutal y de corregir los errores que nos condujeron al desastre.
Pero Olga, Masha e Irina están atrapadas en una inercia ancestral. Tienden a minar toda iniciativa personal. No hacen nada para construir sus vidas deseadas. Son encantadoras pero ineficaces", señala Pastor. Enuncian sin cesar sus ansias de trascender la realidad estrecha en la que viven, pero les falta determinación para hacerlo. Las palabras, en su caso, nunca dan paso a los hechos. "Tres hermanas contiene una exploración constante entre la esperanza y la desolación, habla sobre la desesperación ante el presente y la esperanza de un futuro mejor. La carga de la pena y el fracaso está equilibrada e incluso trascendida por el anhelo de la felicidad y realización", remacha Pastor.