El pianista Lang Lang

Vuelve una vez más a España uno de los fenómenos del piano actual, el chino Lang Lang (Shenyang, 1982), ya no tan niño prodigio y ahora, con 34 años, lógicamente más maduro. Lo hará en dos frentes. Primero en el Auditori de Barcelona donde se exhibirá, este viernes, 26, tras su recital de hace dos días en el mismo lugar, con la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de C ataluña dirigida por Rubén Gimeno y tocando nada menos que los Conciertos n° 24 de Mozart y n° 1 de Rachmaninov. Actos patrocinados por la compañía aseguradora Allianz. Poco después, en Madrid, el 1 de marzo, intervendrá en el Auditorio Nacional en el ciclo Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo con un programa de alto interés: las coloristas y variopintas Estaciones de Chaikovski, el soberano Concierto Italiano de BWV 971 de Bach y los fulgurantes Cuatro Scherzi de Chopin.



Tres obras que sin duda han de establecer el estado de forma del instrumentista y su grado de penetración en sus intríngulis. Es decir, lo que hay por debajo de esas notas que Lang Lang da de manera tan fulminante gracias a una de las técnicas y mecanismos más prodigiosos del presente panorama musical. Se trata de verificar la madurez de sus concepciones cuando ya tiene edad para ahondar en los mensajes internos. En todo caso, no vamos a descubrir ahora las cualidades extraordinarias, la impresionante precisión del ataque, la aplastante seguridad, el pasmoso dominio del teclado y el fabuloso juego de dinámicas, del pianísimo al fortísimo (aunque su sonido no sea demasiado potente), que le permiten frasear con la minuciosidad de un orfebre y el detallismo de un miniaturista. El peligro en él es caer en determinados manierismos y delicuescencias un poco fuera de lugar, que a veces distorsionan la rigurosa construcción del discurso.