Juan Carlos Pérez de la Fuente. Foto: Blanca Serrano
Tras ser sentenciado por el ayuntamiento de Madrid, el director ha vivido enclaustrado en los ensayos de Numancia, la tragedia de Cervantes. Antes del estreno, este sábado 16 en el Teatro Español, cuenta cómo ha vivido estas semanas, en las que su "soledad, incompresión y dolor" se han fundido con la de los arévacos irreductibles.
Pregunta.- Supongo que sentía la obligación ‘moral' de honrar a Cervantes en el cuarto centenario de su muerte pero ¿por qué se decantó por Numancia?
Respuesta.- Es cierto que tenía una obligación moral pero eso no es suficiente. O lo sientes y crees en él o mejor quedarte quieto. Yo he sido muy escéptico con su dramaturgia. También he comulgado con el cliché de que no está a la altura de la de Lope o Calderón. Pero desde hace unos años lo leo de otra manera. Hay una corriente académica que lo vuelve a reivindicar. Espero que esta Numancia contribuya a impulsar esa nueva mirada. Las gentes del teatro no nos hemos portado bien con él. Lo hemos despachado con cuatro tópicos. Para mí, si Lope es el creador del arte nuevo de hacer comedias, Cervantes es el creador del arte nuevo de hacer tragedias. En estos meses he vuelto a leérmelo entero. He intentado entender qué le empujó a escribir Numancia. Los estudiosos se han vuelto locos descifrando si Cervantes está con los numantinos o con los romanos. En esa ambigüedad está su modernidad.
P.- ¿Qué se ha interpuesto entre su dramaturgia y el público?
R.- Lope y Calderón eran los autores de moda, masivos, mientras Cervantes era el alternativo. El primero fue muy duro con él, estaba obsesionado, prueba inequívoca de que veía en Cervantes un competidor que le podía hacer sombra. Yo he sido testigo de lo mal que lo ha pasado Luis Alberto de Cuenca preparando la adaptación. De pronto se encontraba versos que le hacían preguntarse pero qué le ha pasado a este hombre aquí. Es cierto que no es el mejor poeta ni el mejor dramaturgo pero debemos ponerlo a la altura de los grandes del Siglo de Oro, porque su obra dramática ha sido muy fecunda. No puedo leer Numancia sin acordarme de Arthur Miller, Buero Vallejo, Mayorga, Conejero…
P.- Otro rasgo de su modernidad es el escaso papel que le otorga a los dioses, ¿no?Me habría encantado que la alcaldesa me hubiera apoyado en mi apuesta por Cervantes, donde están ideales que supuestamente defiende"
R.- Sí. Aquí los dioses no están ni se les espera. Tampoco los héroes son miembros de la aristocracia. El protagonista es el pueblo llano, que toma las riendas de su destino. Cervantes desmonta la tragedia clásica. Es algo revolucionario, sin precedentes. Pero son muchos más los detalles que acreditan ese carácter visionario y modernizador.
P.- ¿Cuáles?
R.- El papel que reserva a la mujer, fundamental. Ellas irrumpen en la asamblea cuando se enteran de que sus hombres han decidido saltar el muro y luchar cuerpo a cuerpo con los romanos. Les hacen ver que si ellos pierden, los romanos entrarán a saco a violarlas y a matar a sus hijos. Les acaban convenciendo de que es más digno que sean ellos mismos los que los maten, antes de que caigan en manos de Escipión. Estremecedor. Es muy llamativo también cómo nombra a los personajes: Numantino 1, Numantino 2… Dices, joder, eso es Brecht, una de sus técnicas distanciadoras. Pues sí, pero vemos que estaba ya en Cervantes. Esa manera de denominarlos no significa que no tengan su profundidad psicológica y su perfil propio. Es incomprensible que no lo tengamos en un altar.
P.- Dice que el texto en origen es ambiguo, un rasgo que permite al adaptador interpretarlo por diversas vías. ¿Dónde quiere cargar usted las tintas?
R.- Se han hecho adaptaciones de todos los colores. Alberti y María Teresa León lo montaron en la Zarzuela durante el asedio de Madrid en plena Guerra Civil: los numantinos eran los comunistas y los romanos eran los fascistas. Y Tamayo lo hizo en Mérida en los 60: esa vez los numantinos, por los que Franco sentía fascinación, eran los españoles y los romanos, las potencias extranjeras. No se puede despachar esta obra con estas soluciones maniqueas. Numancia es una biblia laica y una tragedia política. Y Cervantes, el gran manipulador, la escribió de tal manera que la obra es imposible de atrapar con una siglas de partido. Nadie puede apropiársela. Yo intento trascender esas visiones reduccionistas y lanzar un mensaje esencial que está de fondo en la historia: que la libertad, sin dignidad, no es apenas nada, incluso puede convertirse en una trampa.
P.- Ha tenido que trabajar en unas condiciones muy turbulentas ¿Se filtran de algún modo en esta Numancia?
R.- Totalmente. Yo soy una persona pasional por naturaleza pero todo esto lo ha potenciado. He dirigido con mucho dolor. A los actores les he pedido más, más y más, porque la tragedia de Cervantes, llena de rabia y coraje, unida a mi experiencia ha sido una combinación descarnada, una situación a veces insoportable. He entendido mucho mejor la decisión radical de los numantinos.
P.- ¿Por qué cree que lo han sentenciado?
R.- No lo sé, palabra. Nadie me puede dar lecciones de rebeldía. Hace poco me prohibieron montar una obra en la escalinata del Congreso. La policía me avisó de que podía ir a la cárcel por injurias. Al final la hicimos en la plaza de enfrente pero ningún político se dignó a venir a verla. Me habría encantado que la alcaldesa me hubiera apoyado en mi apuesta por Cervantes, en el que están mucho de los ideales que supuestamente defiende su partido, como el asamblearismo o la denuncia de la concertinas con las que pretendemos cortar el flujo de refugiados. Yo no le he bailado el agua a nadie. Recuerdo la llamada que recibí de un político nada más ser nombrado director del CDN. Me dijo: "Sé perfectamente que usted es un infiltrado de Izquierda Unida". En España somos muy dados a las reglas de tres. Ideológicamente, o eres de derechas o de izquierdas. Yo he sido incómodo para ambas. Espero que la próxima vez, cuando la política se cuele por debajo de la puerta del teatro, los artistas peguemos un bufido y gritemos: "¡En este territorio, no!".
@albertoojeda77