Escena de Escuadra a hacia la muerte en el CDN

Paco Azorín estrena este viernes en el María Guerrero Escuadra a hacia la muerte, obra de Alfonso Sastre censurada por el franquismo que compendia todas las angustias e incertezas existenciales de la sociedad española de los 50.

Irónico que el Centro Dramático Nacional, en el año del centenario de Buero Vallejo, se olvide de este y abra su programación a su ‘íntimo enemigo': Alfonso Sastre. Aunque ambos hoy lo tienen crudo para aparecer en nuestra cartelera, Sastre parece gozar de un poco más de atención. Recordemos la versión de Cargamento de sueños que Garci firmó en el Español el curso pasado. Y en el presente, a partir de este viernes, Paco Azorín sube a las tablas del María Guerrero Escuadra hacia la muerte (1953), texto en el que sustanció sus zozobras existenciales. No pocas en un contexto histórico marcado por dos traumas. Uno local: vivir bajo un régimen castrador que, por cierto, canceló en los 50 las funciones de la obra en el mismo teatro madrileño. Y otro global: el mundo acababa de asistir al horror supremo de la II Guerra Mundial y el Holocausto.



"Sastre nos coloca frente a los grandes temas filosóficos de la historia de la humanidad: el sentido de la existencia, el determinismo de nuestra conducta, el peso de la culpa, la jerarquía y el poder, la existencia de Dios...", explica Azorín a El Cultural. Todo ese magma ontológico subyace en la peripecia de un grupo de soldados que debe purgar sus infracciones en primera línea del frente. Luchan en la Tercera Guerra Mundial, bajo la amenaza de una ofensiva inminente pero que nunca se consuma. Una situación desesperada que se agrava por los modales tiránicos de Goban, el cabo que los comanda y que con sus exaltaciones a la muerte remite al siniestro Millán de Astray.



Para evitar que el público embarranque en tanta abstracción reflexiva, Sastre juega las cartas del thriller. "La obra está muy hábilmente escrita. Desarrolla una acción dentro de la inacción de la espera. Hay tensión sobre lo que va a suceder con esos jóvenes. Yo he trabajado en dos niveles. Por un lado, el de este suspense sobre la suerte de unos protagonistas a los que se les agota el tiempo para tomar decisiones, más ligero y superfluo, y, por otro, el de la profundidad filosófica", apunta Azorín, que ha estado en contacto con Sastre para armar su versión, en la que ha incrustado algunos poemas de Brecht para elevar la temperatura emocional de las transiciones. "Me dio total libertad para hacer lo que quisiera. He eliminado ciertos resabios costumbristas del teatro benaventino y los hermanos Quintero, que él combatía pero todavía aparecen, y acciones que no aportaban nada y que le daban a la trama un aire de teatro de mesita y sofá".



La escenografía futurista, también cosecha azoriniana, quiebra radicalmente esa sensación. Entierra a los militares (encarnados por Jan Cornet, Iván Hermes, Carlos Martos, Agus Ruiz, Unax Ugalde, Julián Villagrán) en un búnker asfixiante que ópera como caverna platónica: su percepción de la realidad es una mera sombra de la realidad.

De Sartre a Beckett

El público se asoma a esa madriguera a través de unos tules. Esa clausura recuerda a la que sufren los personajes de A puerta cerrada de Sartre. Y la espera de un ente ambiguo que no termina de llegar también tiene un referente inequívoco: Esperando a Godot de Beckett. El existencialismo y el absurdo convergen así en Escuadra hacia la muerte. O hacia la vida, porque al contrario que en estos dos hitos dramáticos, la luz acaba filtrándose en ese fortín del tedio y el pesimismo. Sastre expresa su confianza en una nueva generación que arreglará los desaguisados de la suya. Igual que hacía Brecht en su poema A los hombre futuros: "Desgraciadamente, nosotros,/ que queríamos preparar el camino de la amabilidad / no pudimos ser amables. / Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos / en que el hombre sea amigo del hombre / pensad en nosotros con indulgencia".



@albertoojeda77