Lola Blasco y Carolina África en el Teatro Español. Foto: Álvaro López del Cerro

Son dos de las principales representantes del gran momento que vive la dramaturgia joven en España. Fogueadas en el off, donde han desarrollado su lenguaje escénico en plena libertad, llegan ahora al Teatro Español para presentar La armonía del silencio y Vientos de levante, dos obras que, partiendo del dolor, caminan hacia la esperanza.

Hay diversos signos que, agrupados, parecen indicar que vivimos una edad dorada de la dramaturgia joven en España. O algo muy cercano. En estos últimos años críticos se ha destapado una generación de autores capaces de tomarle el pulso a la convulsa realidad contemporánea y ponerla en escena a través de lenguajes y visiones dispares pero complementarias. Con originalidad, valentía y talento. La lista es larga: Conejero, Padilla, Bezerra, Casanovas, Buchaca, Rojano, Crehuet, Clua, Despeyroux... En ella también hay que incluir a Lola Blasco (Alicante, 1983) y Carolina África (Madrid, 1980), que Portaceli ha emparejado en el Español para presentar, respectivamente, La armonía del silencio (días 22 y 23) y Vientos de levante (25 y 26). En uno de los solemnes salones del teatro madrileño reciben a El Cultural, abriendo un hueco en sus frenéticas agendas de mujeres entregadas totalmente a la escena: a su condición de autoras, suman la de actrices, directoras y emprendedoras. Blasco fundó la compañía Abiosis con el dinero que recibió del Premio Internacional Buero Vallejo. Y África invirtió la dotación del Premio Calderón en la sala La Belloch, una de las más pujantes del off nacional.



En ese circuito se han fogueado antes de empezar a poner picas en la cartelera institucional. Ambas se han beneficiado de la especial jerarquía que se le concede al texto en las salas de formato reducido. "Ahora, afortunadamente, se está poniendo más el foco sobre el mensaje y el autor que sobre las direcciones espectaculares que, a su vez, requerían inversiones públicas espectaculares, y donde primaba lo estético sobre lo ético en muchos casos", explica Blasco. Aparte de la libertad y las oportunidades que les ha brindado la red alternativa, mencionan otros proyectos que han contribuido a este nuevo enfoque, sobre todo los laboratorios del CDN (Escritos en la escena), de la Sgae, del Frinje... "Por eso -concluye Blasco-, no creo que seamos mejores que los autores que nos preceden. Lo que sucede es que a ellos se les prestó menos atención. Se puede hablar incluso de que hay una generación pérdida en la historia de nuestro teatro".



Ahora se pone más el foco sobre el texto y el mensaje que sobre las direcciones espectaculares". Lola Blasco

Carolina África destaca los lazos que emparentan a esta hornada. "Vemos los unos los trabajos de los otros, muchos somos amigos, coincidimos en talleres, conferencias... Todo eso hace a la profesión más fuerte, nos enriquecemos mutuamente. Es un diálogo muy estimulante", apunta. "Es algo que contrasta -añade Blasco- con la generación precedente, la de los 90. En esa época había más individualismo. Nosotros estamos, en cambio, en constante debate". Blasco, ganadora del Premio Nacional de Escritura Dramática con Siglo mío, bestia mía, concibe la escritura como un oficio. Advierte que hay poco de bohemio en la manera de desarrollar esta vocación: "Yo me levanto a las seis de la mañana todos los días y a veces escribo mientras mi hija de 4 años ve Bob Esponja". África, vencedora del Calderón de la Barca en 2012, se mueve más por impulsos: "No tengo esa disciplina. Funciono mucho con los plazos. Tengo demasiados frentes abiertos para poder pagar las facturas. También me pregunto qué es trabajar en una obra. Ver, viajar, vivir es el sustrato básico antes de escribir. Con mi último texto llevo un año y medio. He escrito muy poco pero ya tengo hecho el ‘mapa' a base de post-its".



Las dos también van abriéndose camino fuera. África celebra su inminente traducción de una pieza suya al rumano. Gracias al apoyo del Inaem y AC/E ha podido exhibir sus espectáculos en Hispanoamérica. La dramaturgia de Blasco ha sido trasvasada al inglés y al francés. También al polaco. La publicación en esta lengua estaba prevista como un paso previo a su puesta en escena allí, aunque el giro ultraconservador de su nuevo gobierno parece que está dificultando que Siglo mío, bestia mía acabe en las tablas. Otro rasgo común son sus inicios como intérpretes. Una base, aseguran, clave para acertar al perfilar personajes. "Hay un pulso escénico que sé vivir desde dentro. Mi bagaje como actriz me ayuda a darme cuenta rápido de lo que funciona y lo que no", explica África. "Yo he escrito desde pequeña pero cuando empecé a hacerlo de forma continuada fue a partir de mi frustrante experiencia como actriz. Por mi físico, sólo me ofrecían papeles de damita y cosas así. Pero ¡yo quería ser Ricardo III!", exclama Blasco entre risas. "Por eso me puse a crear los personajes y las historias que realmente me interesaban".



Sí somos una generación: vemos los unos los trabajos de los otros y nos enriquecemos mutuamente". C. África


Como la que cuenta en La armonía del silencio, un guiño a su abuela pianista, que tuvo que malvender su piano en la posguerra española, en medio de unas circunstancias adversas en las que, sospecha Blasco, se combinaron los abusos de poder y el estado de necesidad. La dramaturga alicantina se empecinó en recuperarlo. Creía que de ese modo se liberaría de la rabia que arrastraba. No lo consiguió. Y entonces pensó que la catarsis podría procurársela la escritura. Acertó. "Puede sonar un poco cursi pero ha sido así: escribir esta obra ha sido un gran consuelo". Su puesta en escena, protagonizada por Luis Bermejo, incorpora el lenguaje del cine mudo, porque su abuela formaba parte de un ensemble que ponía la música en las proyecciones de las películas hasta comienzos de los años 30. El vídeo mapping, el teatro de sombras y los relatos infantiles tradicionales se funden en esta ‘fábula política', que es el género específico que viene acuñando Blasco en los últimos años. "Los cuentos para mí son un instrumento magnífico para hablar de la maldad y la crueldad, y La armonía del silencio se centra precisamente en ambas". Con la guerra civil y sus estragos posteriores al fondo.



Vientos de levante también tiene un profundo poso biográfico y realiza un descenso a la crueldad, la de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). África destila su experiencia en la unidad de cuidados paliativos del Hospital Puerta del Mar de Cádiz y en una institución psiquiátrica de la misma ciudad. Se inspira en la historia de una amiga suya que ejerce como psicóloga en ambos centros. Una persona, por tanto, instalada en las fronteras de la cordura y el desvarío, la vida y la muerte.



En ese territorio dramáticamente tan sustancioso se sitúa una obra que "huye de todo fatalismo". La adversidad extrema a la que se enfrentan sus personajes acaba mutando en un "canto a la vida", enmarcado por los cielos luminosos de la bahía gaditana (recreados con un ciclorama) y la arena blanca de sus playas (simulada con caucho granulado). "La obra intenta reflejar que, si se supera un determinado umbral de dolor, te dotas de una fortaleza y de una valentía que significa casi un renacimiento", apunta África. En Vientos de levante deja así flotando una advertencia: "Cada uno de nosotros somos responsables de que nuestra vida merezca la pena".



@albertoojeda77