Lola Baldrich y Fran Calvo en un momento de la representación

El dramaturgo y periodista Julio Bravo estrena en el Teatro Fernán Gómez una versión teatral que actualiza la historia de La traviata a partir del libreto original de Francesco María Piave.

Existen grandes historias que por la fuerza de sus personajes y la universalidad de sus temas son capaces de trascender su época y a sí mismas para ser reconvertidas y reinterpretadas una y otra vez. Este es el caso de La traviata, la inmortal ópera de Verdi, una de las más famosas del repertorio, que llega ahora al Teatro Fernán Gómez en formato teatral en versión del dramaturgo y periodista Julio Bravo. "Viendo una representación de La traviata en el Teatro Real pensé que esa historia de amor y redención, de sacrificio, podría tener su cabida y su vigencia en la actualidad. Y me decidí a reformarla", explica. Pero la intención de Bravo al convertir este mito en una sencilla historia de amor, al sublimar su esencia, es sencillamente "recontar la historia sin mayor pretensión, las historias se pretenden por sí mismas, yo cuento y lo que reciba cada uno es ya cuestión de la propia historia y de todo lo demás, la aportación de la directora, la interpretación de los actores y lo que el propio público traiga dentro".



A pesar de ser una aproximación teatral, la obra, que traslada la conocida historia hasta los 70 del siglo XX, contiene un guiño constante a la ópera, empezando por su protagonista, una célebre cantante de ópera. Margarita Gauthier, nombre prestado de la novela de Dumas La dama de las camelias en la que se basó la ópera de Verdi, es una auténtica diva del bel canto en la cumbre de su carrera que descubre que debido a una enfermedad terminal le quedan escasos meses de vida. "En ese momento llega a su vida Armando Duval, un joven admirador. Entre ambos surge una arrebatada pasión y deciden dejarlo todo para poder pasar juntos el máximo tiempo posible", relata Bravo. Hasta que aparece la hermana de Armando. "He cambiado el personaje antagonista del padre por el de una hermana, porque en nuestros días ya no es la autoridad paterna la que imposibilita el amor, sino esta hermana que quiere que él vuelva a la familia, a cuidarla".



Cambios mínimos que respetan la esencia de una historia que bebe del libreto original de Francesco María Piave, basado a su vez en la novela de Alejandro Dumas La dama de las camelias, publicada en 1848. Incluso algo de la música de Verdi se ha añadido al montaje para subrayar las emociones. Porque a entender de Bravo, no existe un salto traumático de la versión operística a la teatral, ya que "la ópera es teatro, eso lo tengo clarísimo desde hace muchos años, siguen las mismas reglas. El teatro tiene un único fin, que es emocionar, a través de una comedia, de una tragedia, moviendo al espectador hacia el llanto o hacia la sonrisa, pero emocionar" afirma rotundo. "En la ópera además de con la historia se le llama a través de la música. Hay muchas óperas donde la música es fundamental para la emoción porque la historia no vale un pimiento, pero no es el caso de La traviata, donde la música emociona porque subraya la emoción de la historia. Esta historia sin música conmueve igual".



Dirigida por Blanca Oteyza, la interpretación corre a cargo de un sólido elenco formado por Lola Baldrich, estelar en el papel protagonista, Fran Calvo, Noemí Rodríguez, José Emilio Vera, Orencio Ortega y Rebeca Matellán. La dirección de Oteyza se centra "en transmitir al público todas las contradicciones humanas que encierran estos personajes. Llenarles de humanidad, darles color y olor, lágrimas y dolor", asegura. "La obra es un viaje a los sentimientos, a la pasión, y a la enfermedad y a la muerte, algo que no se quiere ver en nuestra hedonista sociedad. Pero que está ahí, y es inútil ocultar. Y también un paseo por el valor del sacrificio y del amor que no es egoísta, por eso quizá no deja de haber esperanza".



La aventura teatral de Bravo, ganador el VIII Premio Internacional de Teatro para Autores Noveles Agustín González por , arrancó en 2011 con la obra de microteatro Oficina de patentes, un gran éxito dirigido por Juan Carlos Pérez de la Fuente que animó al periodista a continuar con esta vocación que como asegura no está reñida con su faceta periodística. "Soy periodista y me dedico a ello en cuerpo y alma. El teatro es mi pasión pero tampoco es un momento muy halagüeño. Tengo varias cosas. Voy a seguir escribiendo y el tiempo dirá".