Jordi Rebellón en El pintor de batallas. Foto: Julián Villanueva/ La Buena Estrella
Pérez-Reverte realizó un ajuste de cuentas con su lado oscuro en El pintor de batallas. El próximo miércoles, Antonio Álamo estrena la versión teatral de la obra que inmortaliza el "combate" entre Andrés Faulques e Ivo Markovic.
"Durante los ensayos, los actores y yo hemos recurrido a la metáfora del boxeo -explica Álamo a El Cultural-. De hecho, la obra se vertebra en quince asaltos, con sus brevísimos descansos. Además, también es la historia de una pintura. Mientra Faulques y Markovic rinden cuentas, el mural va desarrollándose ante nuestros ojos. Definir y concretar con el artista Ángel Haro cómo tenía que ser esa pintura fue una de las mayores dificultades de la puesta en escena". Álamo leyó la obra hace diez años y siempre tuvo la idea de llevarla al escenario. Por muchos motivos, confiesa, pero el principal por su gran concentración espacial y temporal y por su intriga, "tanto interna como externa". Tras una conversación con las productoras Emilia Yagüe y Gina Aguiar, éstas pusieron el resto para que el proyecto haya podido subirse a las tablas.
En El pintor de batallas Pérez-Reverte realiza un ajuste de cuentas consigo mismo. Si en Territorio Comanche abordaba la peripecia de la profesión periodística aquí cuenta su mirada interior. "Escribiendo ordené mis armarios -explica el autor de Patente de corso, texto adaptado también al teatro por Alfonso Sánchez y Alberto López-. Lo hice en el momento preciso. Gracias a ella, mis fantasmas son pacíficos. Faulques no soy yo pero vive gracias a mi mirada. Todo lo que recuerda, el horror, la crueldad, la guerra, es mi patrimonio, ahí está mi álbum de recuerdos. No soy ninguno de los personajes pero la mirada de Faulques sobre el mal sí es la mía".
Un autor antibelicista
La visión de Pérez-Reverte sobre la guerra no es, a juicio del director, nada romántica ni complaciente. "Es un autor antibelicista -sentencia Álamo-. Lo es desde El húsar, su primera novela. Nos la pinta tal cual es. Creo que esta obra condensa con especial intensidad algunos de los motivos y temas recurrentes de su narrativa. Aunque descarnada, paradójicamente está llena de una extraña compasión. Faulques y Markovic forman un monstruo de dos cabezas".En El pintor de batallas la naturaleza humana queda al descubierto. Para Álamo, es un texo profundamente ético que no da respuestas taxativas ni concluyentes pero en el que, sin embargo, las preguntas juegan un papel muy importante: "Algunas de esas preguntas son casi irresolubles porque son las que lleva haciéndose la humanidad desde el inicio de los tiempos. ¿Estamos predestinados? ¿Juega Dios a los dados? ¿Existe el azar o hay leyes ocultas y todo está prefijado? Son personajes que, cuando pisan el escenario, cargan sobre sus espaldas un pasado tremendo, casi insostenible. Parece mentira que puedan tenerse en pie. En alguna ocasión me he referido a la obra como un thriller metafísico".
Las relaciones entre autor y adaptador, no siempre fáciles, han sido, en esta ocasión, muy fluidas. Álamo, que publicará en abril la novela Más allá del mar de las tinieblas con Siruela, presume de haber tenido "patente de corso" a la hora de abordar las necesarias modificaciones. "La noche del estreno me confesó que no había leído ni siquiera la primera versión, que acudía totalmente virgen. Me siento, pues, muy honrado por su confianza".
@ecolote