Escena de Refugio, en la que del Arco ha incluido problemática social e intimismo. Foto: marcosGpunto
Miguel del Arco sale de su trinchera en el Teatro Pavón Kamikaze para estrenar este viernes en el María Guerrero Refugio, una historia con escenografía de Paco Azorín donde la tragedia colectiva se mezcla con la personal.
Este es el punto de partida argumenal de Refugio, el nuevo trabajo de Miguel del Arco, que este viernes, 28, se estrena en el Teatro María Guerrero. Premio Valle-Inclán de Teatro, Del Arco vuelve a ser el responsable de la dramaturgia y la dirección en un montaje con un reparto encabezado por Beatriz Argüello, Carmen Arévalo e Israel Elejalde. En la puesta en escena, de Paco Azorín, nada es lo que parece. “Ni siquiera -explica Del Arco a El Cultural, que ha tomado como punto de partida Teorema, de Pasolini- lo que entendemos por un refugio porque es fácil dotar a nuestras palabras de significados diferentes”.
La dureza de comenzar de cero en un país nuevo, con un idioma diferente y con el dolor y la culpa que se han dejado atrás son los pilares de este Refugio en el que Del Arco ha inoculado también mucho intimismo: “También desde el salón de una casa se puede viajar por el universo”.
Para el director de Juicio a una zorra, la sola presencia de Farid (Raúl Prieto) desata las palabras de quienes le rodean: “Quieren o pretenden justificar ausencias interiores, corrupciones de la propia voz: un político cuyo discurso hace tiempo que retorció las ideas para defender el poder, una cantante de ópera que perdió la voz (y con ella el medio de expresión más íntimo), una mujer que defendió la libertad en el pasado y que ahora no encuentra verbos para conjugar el futuro, una joven airada porque cree que intentan acallarla y un chaval que quiere confinarse entre las expresiones start game y game over...”
La idea de montar Refugio viene de mucho antes de que Del Arco se hiciera cargo del Teatro Pavón Kamikaze, donde estrenará Arte el próximo 1 de junio y donde ha anunciado la reposición de Antígona en agosto. Para el director y autor, los principales problemas que ha tenido el proyecto (cuando está a punto de cumplirse un año de su apertura) han sido de financiación: “Era un teatro sin apenas dotación técnica y nosotros no teníamos un colchón económico sobre el que empezar a trabajar. Teníamos, pues, la obligación de ser efectivos desde el principio. Esta imposibilidad de fallar estresa mucho pero creo que vamos a cerrar una primera temporada maravillosa en lo artístico”.
Más de 40 estrenos con sus respectivos encuentros con el público, otros tantos talleres de investigación y la beca Kamikaze -que ha permitido a Lucía Caraball y Antonio Rojano escribir durante todo el año- son algunos de las iniciativas que han salido de este laboratorio escénico. “Hemos tropezado con muchas piedras pero aprendemos rápido por la cuenta que nos trae”, añade Del Arco, que define la situación actual del teatro como de precariedad alarmante: “Vuelven prácticas terribles como no pagar los ensayos, cobrar entradas en negro o pagar a los profesionales sin darles de alta. Nada de esto sucede en nuestros montajes”.
@ecolote