Nacho Sánchez en un momento de Iván y los perros. Foto: La Pavana

Plástico y metal. Odio y desamparo. Caos y colapso. El Español sube a su escenario, a partir del 25, Iván y los perros, una obra de Hattie Naylor que narra la historia real de un niño que tiene que sobrevivir a las duras calles de Moscú.

El director Víctor Sánchez Rodríguez llegó a Iván y los perros, el celebrado texto de la escritora Hattie Naylor -concebido para una emisión radiofónica de la BBC- en el verano de 2014 gracias al argentino Mariano Stolkiner. Sus frases, sus escenas y sus atmósferas se quedaron grabadas en su retina. Rafa Calatayud y José Alberto Fuentes, director artístico y productor de la compañía valenciana La Pavana, le ofrecieron subirlo a escena. "No me lo pensé ni dos segundos -explica a El Cultural Sánchez Rodríguez-. Desde que la devoré pasó a formar parte de mi olimpo particular. Iván y los perros es de esas piezas que te terminan obsesionando, que te subyugan y que te arrojan a la perplejidad".



Desilusión postperestroika

Nos enfrentamos a una historia real, la de Iván Mishukov, que se escapó de su casa en 1996 harto de padecer los abusos de su padrastro y el abandono de su madre. Dos años después, tras sobrevivir en las calles de Moscú gracias a una manada de perros, fue detenido por la policía. Su caso saltó a los medios de comunicación y se convirtió en el emblema de la Rusia desilusionada y frenética de la post-Perestroika y de Boris Yeltsin.



"Me interesó que la vida de Iván formara parte de un período histórico reciente porque es una historia de caos y colapso. La conversión de la extinta URSS al capitalismo fue abrupta, significó el expolio del Estado. Fue la extinción de la ‘nomenklatura' y el surgimiento de los grandes oligarcas vinculados a la mafia rusa, los ‘hombres gordos que comen con sus esposas rubias', según la visión que Iván nos brinda de ellos en la obra. Fue el momento del ‘sálvese quien pueda' y de la demostración de que la miseria sólo engendra más miseria".



Una de las cosas que más llamó la atención de Sánchez Rodríguez en la obra de Naylor, que se estrenará el 25 en el Teatro Español protagonizada por Nacho Sánchez, fue su lenguaje. Si la historia desprende dureza y alegría dentro de la tristeza es gracias a la utilización de un lenguaje cercano al minimalismo. "Crea resonancias que van desde la sencillez a la sintaxis más breve y concisa que recuerda a la utilizada por un niño, no por ser naíf, sino por ser directa", aclara el director.



La puesta en escena sobria, pero "profundamente teatral", que firma Mireia Vila Soriano ha superado la dificultad de llevar el relato a numerosos espacios con el fin de reflejar las peripecias que definen a los personajes. "Esto es algo que el teatro del Barroco ya hacía -apunta Sánchez Rodríguez-. Mi propuesta ha sido convertir al actor casi en un rapsoda que nos hace transitar por el destino de Iván a través de una narración en presente, nada épica y más bien dramática". La obra tiene forma de monólogo pero el protagonista interactúa con numerosos personajes: su madre y su padrastro, los niños de la calle, los mendigos, su jauría de perros callejeros... Este diálogo se estructura en torno al espacio sonoro de Luis Miguel Cobo. Así, escenografía, iluminación, música y vestuario se unen para plasmar una atmósfera, mezcla de hielo y desamparo, en la que el actor se une en todo momento. "No es un espacio cómodo para él, los materiales no son nada orgánicos, todo es plástico y metal, todo es urbano. En contraposición con la reivindicación salvaje que hace la obra. Esa atmósfera irá mutando para desvelar progresivamente el auténtico corazón del texto".



El mito del feral child

En Iván y los perros nos encontramos así el mito del feral child, el niño salvaje abandonado o separado de sus verdaderos padres para ser criado, posteriormente, por animales con los que descubre una verdadera ‘humanidad' entendida ésta como un sentimiento de solidaridad entre los pertenecientes a una misma especie. Sánchez Rodríguez conecta esta historia con la realidad internacional, "donde la crisis de los refugiados sirios hace agonizar el ideal humanista", y la nacional, "donde, pese a habernos vuelto más sensibles nos cuesta recurrir a la reflexión y preferimos sumirnos en el escapismo".



"Nuestra crisis no es comparable al colapso que sufrió la URSS -aclara el director- pero no esperábamos ver en la televisión a ciudadanos desahuciados, no creíamos que llegaríamos ahí y hemos llegado. Y no sólo eso. Ahí están los índices de pobreza infantil y de pobreza general, que son más que alarmantes..."



Iván y los perros pretende ser una historia de amor. El protagonista encuentra en sus animales el afecto que el mundo le niega, por eso la obra se convierte en un alegato para encontrar lo humano en otro sitio, especialmente cuando en el vecino, o en nosotros mismos, se ha evaporado: "Creo que es un aullido necesario para estos tiempos. Los animales se nos muestran más humanos que las personas. Los perros de Iván no son simpáticos ni divertidos. Le cuesta mucho que lo acepten pero al final se gana su consideración".



@ecolote