Cuatro corazones con freno y marcha atrás

El ritmo escénico baja pero no desaparece. La comedia se impone como género estival por excelencia. Jardiel Poncela, Shakespeare y Ron Lalá la cultivan este verano en nuestras salas. También repasamos el circuito off, que no descansa. Lo demuestra el Festival Clasicoff de Nave 73 y el de Clown de El Montacargas.

Cerrados los teatros públicos y con los festivales clásicos a pleno rendimiento, la cartelera madrileña se resiente. Pierde el pulso frenético del resto del año. Pero las salas privadas y el siempre activo circuito off mantienen las constantes vitales. En las primeras prevalece un menú refrescante, desinhibido y consagrado a la risa. Toca un poco de distensión. Y la comedia es la mejor fórmula para procurarla. Aunque con Jardiel Poncela, ya sabemos, la carcajada no es nunca frívola sin más. En la base, siempre hay un poso trascendente y reflexivo.



Así ocurre en Cuatro corazones con freno y marcha atrás, que estará en los jardines del Teatro Galileo hasta el 2 de septiembre. Gabriel Olivares (Burundanga, El nombre) está al mando de este montaje, en cuyo elenco encontramos a César Camino, Patrick Martino, Silvia Acosta... Es un nuevo hito en la ‘normalización' de un autor marcado por sus veleidades con el franquismo. Aquí juega con los efectos que causa la inmortalidad en sus personajes, que la alcanzan gracias a un elixir: lo que en un principio parecía un milagro afortunado se torna en una cualidad insoportable. Olivares la ambienta en guateque de los años 70.



En esta línea hilarante y trascendente a un tiempo se mueve también La comedia de los enredos, la pieza más corta de Shakespeare, un remake de Los Menecmos de Plauto, que Alberto Castrillo-Ferrer sube a las tablas del Bellas Artes (hasta el 3 de septiembre). El director zaragozano, que echa mano de una adaptación de Carlota Pérez-Reverte, le imprime el sello de la comedia del arte: frescura, dinamismo, aire callejero e improvisado, combinación de pantomima, esgrima, acrobacia, máscaras... En fin, teatro total. Castrillo-Ferrer reivindica la influencia notable que tuvo este género en Shakespeare. Rafa Blanca, J.J. Sánchez, Julián Ortega, Antonia Paso, entre otros, son los actores que nos retrotraen a la Italia medieval y renacentista.



Celebramos también la recuperación de Siglo de Oro, siglo de ahora, de Ron Lalá. Es la obra que disparó la popularidad de la compañía madrileña: tras encandilar en una audición a Boadella, la estrenaron en el Canal en 2012. Allí estarán hasta el 20 de agosto, para servir de nuevo esta folía que revisa en clave cómica pasajes, referencias y personajes de nuestro teatro barroco. Dentro del programa Clece del Canal, que precede a la nueva programación de Rigola y Simó (nuevos titulares de la plaza), topamos además con El cíclope y otras rarezas de amor (desde el 24 de agosto en la Sala Verde). Ignasi Vidal (autor y director) desmitifica la pasión romántica y su envoltorio fraudulento, construido por el cine y la literatura. Rostros televisivos en el reparto: Eva Isanta y Daniel Freire.



En

Las cuitas del amor, en un registro más desenfadado, afloran en el Teatro de la Latina hasta el 10 de septiembre. Dos más dos llega precedida de su éxito en Argentina, donde arrasó en 2012. Dos parejas de amigos se reúnen en una noche de copas y jolgorio. La primera (Adrián y Julieta) está casada y tiene hijos. La segunda (Tomás y Silvia), más bohemia, ni lo uno ni lo otro. Esta última pone sobre la mesa una proposición que desestabilizará el matrimonio de sus colegas: un intercambio sexual. Actúan Daniel Guzmán, Miren Ibarguren, María Castro y Álex Barahona.



La tempestad griega

El otro pilar de la cartelera se asienta en el territorio alternativo. Hay iniciativas ambiciosas, como el Festival Clasicoff, de Nave 73, que ya va teniendo solera. Su filosofía es revisar títulos canónicos, comunicarlos a través de nuevos lenguajes y ponerlos a conversar con conflictos y derivas actuales. Estos días entra en su último tramo. Todavía podemos ver Ofelia Forever (29 y 30 de julio), donde José Andrés López (autor y director) aborda los estragos de la locura en una pareja, y The Tempest (27 y 28 de julio), una adaptación libre del texto shakesperiano que trae el griego Kiki Strataki. Sitúa la trama en un carnaval donde cordura y enajenación, tragedia y comedia, se alternan sin cesar.



El Festival Internacional de Clown de Madrid, que organiza la Sala Montacargas y que ya va por su XVII edición, también encara su recta final. Este viernes 28 presenta A la puta calle/ El show de cabaret más jodido del mundo. Joaco Martín muestra el lado oscuro del artisteo en una gran ciudad. Anómala Farándula (Ana Serzo) es una joven y ambiciosa showgirl que desembarca en Madrid para triunfar, pero topa con una competencia extrema y empresarios despiadados. El sábado y el domingo (29 y 30) es el turno de Paula Valluerca, que destila su formación en el teatro físico de Jacques Le Coq en Madame Señorita: Espousa. Exhibe las excentricidades de un alter ego (la madame señorita del título) que ha paseado por los frinjes de Edimburgo, Praga, Brighton... Cierra el ciclo el brasileño Tiago Marques con In Concertina (5 de agosto).



El Teatro del Barrio tampoco cierra por vacaciones. Especialmente apetecibles son dos producciones. Por un lado, Tres días sin Charlie, donde QY Bazo (el tándem Enrique y Yeray Bazo), reflejan el impacto que causó en las redes sociales el atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo (hasta el 30 de julio). La espontaneidad e inmediatez de las reacciones, aireadas en plataformas como Twitter o Facebook, revelaron, a su juicio, algunas esencias de nuestra sociedad. Por otro, figura un estreno absoluto, Los desiertos crecen de noche, donde Sanchis Sinisterra plantea las paradojas de una serie de personajes atrapados en lo que él llama la jungla del lenguaje. "Decir es hacer", advierte el dramaturgo, convencido de la crucial importancia de las palabras en nuestras vidas. "Hablar es actuar, inducir, sojuzgar, paralizar, desarmar, aniquilar... hablando se enciende la gente".



@albertoojeda77