El numeroso elenco de El ángel exterminador. Foto: Sergio Parra
Blanca Portillo regresa al clásico buñuelesco con una versión teatral que estrena el próximo jueves en el Teatro Español. La actriz y directora, al frente de un elenco de 20 intérpretes, mantiene intacto el misterio del inexplicable encierro, juega con los géneros, hibridando tragedia y comedia, y potencia el surrealismo crítico de la película.
Buñuel aclaró que El ángel exterminador no escondía, encriptada, tesis alguna. Lo dijo ante la profusa hermenéutica que suscitó su historia. Ya la conocen: un grupo de burgueses celebra una fiesta en una mansión en la que quedan varados sin razón aparente y sin que ningún obstáculo físico les impida abandonarla. El enclaustramiento y la falta de comida propicia sus reacciones más primitivas y el sálvese quien pueda. "Yo empecé a leer primero todo lo que habían escrito académicos y críticos pero a los pocos días me dije: basta, esto no me lleva a ninguna parte", explica Portillo. Entonces se zambulló en lo que había dicho el propio Buñuel, que se divertía mucho con las teorías sobre sus películas, especialmente de esta. "Tenía claro que no convenía desvelar lo que se quería contar, que es algo que yo he hecho mucho y que, gracias a la enseñanza de Buñuel, dejaré de hacer. Hay que venir al Español y verla para que cada uno saque sus conclusiones. Buñuel comprimió sus fantasmas, sus diversiones, su infancia, sus chistes personales, sus sueños... Yo he hecho lo mismo con los míos. Lo paso todo por mi filtro personal y lo que sí aseguro al espectador es que se va a pegar un festín de teatro".
A pesar de que Buñuel rehuía enunciar claves interpretativas sobre El ángel exterminador, sí dejó apuntado que el factor histórico-social debía tenerse muy en cuenta. No hay duda de que quería atizarle a la alta burguesía de su tiempo: a su ensimismamiento, a su indolencia y a su postureo (como decimos ahora, ya amparados por la RAE). Buñuel advertía que, en realidad, la pregunta que debemos hacernos es por qué esta caterva de personajes, ataviados con sus esmóquines y trajes de fiesta, no se planteaba en ningún momento colaborar para salir del entuerto. La carencia de una edificante conciencia colectiva era, a su juicio, lo alarmante.
Portillo, consciente de que la burguesía ya no es un estrato social tan nítido como en la época de Buñuel, pone en la picota lo que hoy denominaríamos el establishment: "Los que mueven el cotarro", precisa con llaneza Portillo. "Es un grupo más heterogéneo. Puedes encontrar a un político, un periodista, un banquero, un abogado... Son los círculos de poder, que aglutinan el dinero y manejan las influencias". El poso crítico, así, se mantiene pero adaptado a los nuevos tiempos, más líquidos y difusos."Buñuel compirmió sus fatasmas, su infancia, sus sueños... Yo hago lo mismo en esta versión. Aseguro un festín teatral" Blanca Portillo
El atractivo de El ángel exterminador es que esa animadversión contra la casta pudiente no está encorsetada por un molde ideológico, sino envuelta en múltiples capas que, a su vez, ofrecen diversas lecturas. "La primera vez que la ves produce una tremenda angustia, parece una tragedia. La segunda te dices: vaya, pero si esto no va de llorar. La tercera constatas que Buñuel se cachondea de todos nosotros. La cuarta te recreas con su sentido maravilloso del humor. Y la quinta te topas con el auténtico surrealismo, que trasciende la comedia. Nosotros hemos querido ser muy fieles a todo eso. Y creo que al final, después de nuestro viaje personal, hemos acabado haciendo un montaje muy buñuelesco", afirma Portillo.
De la luz a la turbiedad
Recordamos que Joan Ollé, que versionó El ángel exterminador en 2008, se volcó en su vertiente cómica. Portillo, en cambio, quiere darle una mayor alternancia a los géneros, oscilando de la clave guiñolesca a la pesadilla expresionista. A esa diferencia se añade que su puesta en escena, que arranca luminosa y poco a poco se va ensombreciendo y degradando, no recurre a ninguna proyección de la cinta. "Me parecería una redundancia", aclara.La adaptación de Sansegundo es muy fiel al guión original. Conserva muchos diálogos casi literales. Sí ha introducido algunos cambios en los personajes. Ha dado a luz, por ejemplo, a uno nuevo: la tejedora, que tiene algo de alter ego de la propia Portillo y que conecta con su Madmoiselle Simone (La avería) y su Brígida de (Don Juan). "Es una figura recurrente en mi imaginario: la mujer con una toma de tierra que le da un equilibrio entre lo emocional y lo práctico". Se ha cargado además algunos que Buñuel esboza en el arranque pero luego olvida al avanzar la trama. Sus detalles más valiosos se lo ha asignado a los de mayor peso. "Así los actores tienen más chicha a la que agarrarse", dice Portillo, que en su trabajo previo en los ensayos le ha especificado a cada intérprete, nada menos que 20 (casi tantos como en la espectacular Cocina de Mencheta), las razones por las que se ven incapaces de traspasar el muro invisible que les cerca. Es algo que no hizo Buñuel, que dejó a su elenco en el limbo, sin explicaciones. "Bueno, él era un genio, yo no".
Otro brote de esa críptica genialidad es la presencia del oso, que Buñuel incorporó sorpresivamente en el rodaje. O la de los rebaños de corderos (¿feligreses adocenados?). "Yo eso no lo puedo meter en el escenario del Español pero son elementos que deben estar. Y el teatro tiene sus fórmulas para conseguirlo", apunta Portillo, que, con sabio sentido de la intriga, se guarda esos ‘ases' en su manga. Hasta el estreno.
@albertoojeda77