Un momento del montaje de Jane Eyre
Carme Portaceli presenta este viernes en el Teatro Español Jane Eyre. Su versión de la novela de Charlotte Brontë, uno de los textos seminales del femininismo, se erige como un alegato contra el encasillamiento social de la mujer. Anna Maria Ricart firma la dramaturgia y Ariadna Gil encarna a la heroína literaria.
Jane Eyre se puso en marcha mediante la aplicación de una criba. "La leímos varias veces Anna Maria Ricart [firmante de la adaptación] y yo. Hacíamos listas de todo aquello que no podía faltar", explica la directora del Teatro Español, a cuyo escenario trae desde este viernes la versión en castellano. Fueron escogiendo momentos clave de la procelosa narración. Sobre todo los que ilustraban "la incapacidad de Jane para someterse a la injusticia a pesar de que su condición no era la más apropiada para mostrar esa actitud". A Portaceli le atrajo siempre el poso feminista que alienta esta historia. La de una mujer que, pese a su orfandad y haber caído en las manos de una tía envidiosa y violenta, es capaz de sobreponerse a toda esa adversidad y de contravenir la moral victoriana.
Escuelas como la de Lowood, donde es enviada Jane cuando empieza a aflorar su veta contestataria, representan a la perfección esa visión castradora de las costumbres sociales. Su máxima pretensión es hacer de las niñas mujeres sumisas y entregadas a las cargas familiares. Las curten a base de privaciones, frío, hambre y coacciones físicas. Pero esa horma no consigue moldear a Jane. Lo prueba su respuesta a su amiga Helen, que, al contrario que ella, sí está dispuesta a asumir el credo académico: "No sería capaz de soportar esta humillación, yo, eso, no lo perdonaría. Si todos obedeciémaros y fuéramos amables con quienes son crueles e injustos, ellos no nos tendrían nunca miedo y serían cada vez más malos. Si nos pegan sin razón tenemos la obligación de devolver el golpe, estoy segura, y bien fuerte, para dejar claro a los que lo hacen que no lo pueden repetir".
De Brönte a Virginia Woolf
Brontë filtró en la novela su experiencia personal. Ella también fue educada en aulas represivas del estilo de las de Lowood. Y también le dio esquinazo a un destino demasiado estrecho. "Jane Eyre es una autobiografía en realidad. Retrata su superación, que ella misma consiguió escribiendo en pequeños trozos de papel en la cocina, que era el único sitio caldeado de la casa", apunta Portaceli, que en marzo, y sobre las mismas tablas, pondrá en pie Mrs. Dalloway de Virginia Woolf, autora primordial en su etapa al frente del Español (hace un año Clara Sanchis nos brindó una magnífica adaptación de Una habitación propia en la sala pequeña). Tendrá para entonces bajo su batuta a una actriz purasangre: Blanca Portillo.Ariadna Gil encabeza un elenco compuesto por Jordi Collet, Gabriela Flores, Pepa López... Foto: Ros Ribas
Aquí su principal cómplice es Ariadana Gil. Es la primera vez que trabajan juntas y Portaceli no puede estar más satisfecha. Ya no ve otra Jane Eyre que no tenga su cara, y eso que le han precedido en tal responsabilidad actrices de renombre como Charlotte Gainsbourg, Geraldine Chaplin, Joan Fontaine... "Tiene en su interior una blancura y una limpieza que le va de maravilla a Jane Eyre. Es una actriz extraordinaria, brillante, trabajadora, sutil y muy inteligente. Y además tiene una gran capacidad para ir muy adentro de los personajes. Por instinto y por estudio. Para preparar el papel se empolló la vida de Charlotte y sus hermanas, también leyó mucho sobre Jane Eyre".Jane Eyre es una historia que nos toca el corazón y esa es la mejor manera de cambiar nuestras mentes". Carme Portaceli
La actriz catalana, que recientemente también dejó el listón interpretativo muy alto en el cristalino Tío Vania de Rigola, abarca todo el amplio arco temporal recorrido por la protagonista. Ella sola se guisa y se come todo el bildungrossman de Brontë. Quiere eso decir que cuando se recrea su infancia y Jane es todavía una muchacha la encarna también Ariadna Gil, huyendo de la mueca ñoña y sensiblera. Es una convención fácil de digerir por el resabiado público de hoy, por eso Portaceli no estimó necesario movilizar a una niña actriz.
También lo es la ruptura de la cuarta pared, que por momentos practica Jane. Se dirige al público para narrar su peripecia y revelar sus pensamientos. Un recurso justificado además en la propia estructura de la novela, escrita como una rememoración a toro pasado. Sobre el escenario le acompañan Jordi Collet, Gabriela Flores, Abel Folk, Pepa López, Joan Negrié y Magda Puig.
"Todos se mueven en un espacio escénico que intenta reforzar la sensación de viaje", revela Portaceli. De viaje interior que avanza la consecución de la independencia (de la anhelada ‘habitación propia'). Y que tiene lugar en varios espacios físicos: la atormentada infancia en Gateshead, la férrea formación en la mencionada escuela de Lowood, la vida con la familia Rivers en Morton...
Portaceli emplea proyecciones para evocarlos, una solución habitual en sus puestas en escena. No hay recargamiento ni costumbrismo. Un chelo y un piano suenan en directo. Música con sentido dramatúrgico, no ornamental. El vestuario es neutro y no remite a ninguna época en concreto. Tampoco se regodea en exceso en la atmósfera gótico-tenebrosa que contiene la novela, introducida básicamente por las misteriosas voces que proceden del desván de la casa de Thornfield. Pero sí han intentado darle mayor definición a ese personaje espectral, Bertha Manson, con pasajes de Ancho mar de los Sargazos, precuela de Jane Eyre que publicó en 1939 Jean Rhys, aportando más información sobre los motivos de su locura. Es un curioso inserto que puede enriquecer una historia de gran potencial catártico. Portaceli, empeñada en mejorar la realidad a través del teatro, intenta sacarle el mayor partido: "Jane Eyre toca el corazón y esa es la mejor manera de cambiar nuestra mente".