Alfonso Zurro: "Fuera de Madrid y Barcelona, se ha perdido el hábito del teatro"
Alfonso Zurro
Cuatro décadas escribiendo y dirigiendo. Alfonso Zurro es un emblema de la escena sevillana. Este martes presenta en La Comedia La estrella de Sevilla, de Lope, estreno que alterna con la gira de su Luces de Bohemia, con ocho nominaciones a los MAX.
Pregunta. La autoría de este texto es discutida. ¿Qué piensa usted tras trabajarla a fondo?
Respuesta. Da la sensación de que han metido mano varios autores. Se nota cuando escuchas a los actores. Hay teorías que dicen que pertenece a Claramonte. Otros dicen que sí, que es totalmente de Lope. Puede ser que los empresarios le cambiaran cosas. Era muy habitual en el Siglo de Oro, donde los derechos de autor no eran como hoy.
P. ¿Cómo interpela al espectador contemporáneo?
R. Cada persona le dará significados actuales propios. El tema central son los abusos del poder y su enmascaramiento. Como sabemos, la democracia también encubre muchos.
P. Supongo que representar una obra que transcurre en Sevilla era un estímulo extra, ¿no?
R. Sí, claro. De hecho, surgió hablando con un político que nos propuso hacer algo que transcurriera en Sevilla. Nos pusimos a investigar y releer. Dimos con esta obra y aunque lo acordado con el político, como siempre, quedó en nada, nos atrajo tanto que ya no quisimos dejar de hacerla.
P. Y el empeño tuvo su reconocimiento: varios premios y dos nominaciones a los Max. Aunque con la que han batido récords es con Luces de bohemia: ocho nominaciones para los Max de este año. ¿Por qué cree que ha gustado tanto?
R. Quizá, como La estrella de Sevilla, haya sorprendido el espacio escénico mutante perfectamente sincronizado con la historia. Nosotros veníamos de espacios más contundentes, más ‘puestos', por así decirlo. Aunque el principal reclamo es el texto de Valle.
P. Dice que es el más importante de todo el siglo XX, que ya es decir.
R. Para mí lo es. Por lo que significó en su momento y por lo que significó después, tras el agujero negro de la dictadura. Fue para los autores que empezábamos a escribir entonces una referencia clave. El esperpento nos animó a asomarnos a España sin miedo y con una vitalidad que no teníamos.
P. ¿Y cómo anda de vitalidad el teatro en Sevilla? ¿Da por superada la crisis?
R. No, aquí golpeó muy duro. Han desaparecido compañías históricas y otras se han quedado tiritando. Es cierto que hay una generación nueva aportando ideas y refrescando el panorama pero apenas tienen continuidad. Las ayudas, particularmente las de la Junta, son muy bajas. Así que la producción sigue sin crecer.
P. En la Junta, precisamente, corren nuevos tiempos. ¿Cómo está afectando el cambio de gobierno a la escena?
R. De momento, mal. Con una antelación de apenas 24 horas, la Junta canceló la reunión del circuito andaluz de la escena, que es donde se dilucidan las ayudas y las giras por los pueblos. Aducían que iban a cambiar el modelo. Es algo que entiendo pero, entretanto, no pueden paralizar el sector. Es como si pensaran que los artistas no comen. ¿A quién se le ocurriría, por ejemplo, paralizar los hospitales para cambiar su manera de funcionar? Es muy preocupante lo que viene.
P. ¿Se sienten en Sevilla marginados por el centralismo escénico ostentado por Madrid y Barcelona?
R. Sí, las provincias en España siguen siendo las ‘provincias'. A veces parece que no existimos, por no hablar ya de la España vaciada. El Teatro Central, sí, tiene una propuesta contemporánea muy interesante, aunque pesa más la danza. Pero antes las obras del Centro Dramático Nacional hacían escala aquí en sus giras. Incluso se tiraban un par de semanas ensayando. Ahora no vienen nunca. Eso provoca una desconexión con los teatros nacionales. Pero el asunto es más grave todavía: aquí antes venían, por ejemplo, muchas compañías gallegas. Y nosotros íbamos allí. Ahora todo está muy compartimentado. Al menos la Compañía Nacional de Teatro Clásico sí presenta una gran producción todos los años.
P. Por cierto, ¿qué le ha parecido la elección de Homar para dirigirla? Algunos dudan de su capacidad para afrontar el cargo porque en su currículum no comparecen Lope, Calderón, Tirso...El nuevo Gobierno ha cancelado la reunión del circuito andaluz de la escena, donde se dilucidan ayudas y giras. Es muy preocupante"
R. Yo creo que hasta que no veamos hechos concretos esta controversia es anecdótica. Quizá le pueda ir muy bien al clásico: le puede ofrecer otras perspectivas y liberarlo de prejuicios. Apostar por lo seguro quizá sea trazar una línea muy continuista en la forma de leer los clásicos. Lo que he visto de él como actor y director me da garantías. Como decía el otro: la barca es nueva, vamos a ver cómo navega.
P. Y si estuviera en su piel, ¿cuál sería las iniciativas que impulsaría con carácter urgente?
R. Bueno, no me había parado pensarlo... Dirigir esa compañía es como tripular un transatlántico. Aprendería primero para qué sirve cada botón. Algo que es importante en cualquier caso es seguir ampliando el canon clásico, abrirlo a más siglos, autores y textos. Queda mucho por investigar y mucho bueno por encontrar.
P. Se acaba de jubilar como director de la Escuela de Arte Dramático de Sevilla. ¿Echa de menos la docencia o lo ha sentido como una liberación?
R. Más bien lo segundo. En la dirección del centro me colocaron sin yo pedirlo. Me decían que iba a ser un año y al final fueron cinco. Me cansé de pelearme cada día, que es lo inevitable cuando apenas tienes presupuesto. Ahora me podré concentrar en escribir y dirigir.
P. Usted daba clase de dirección. ¿Qué consejo les repetía más a sus alumnos?
R. Que pensaran mucho en el espectador. A esa edad es fácil creerse un genio y que vas a cambiar el curso de la historia. Pero hay una cosa básica: nosotros contamos historias y el público debe entenderlas.
P. Hace casi 20 años nos decía en otra entrevista que la televisión se había cargado al público de teatro. ¿Su diagnóstico es más grave hoy, en la época de las absorbentes redes sociales?
R. Sí, es peor. Se nota mucho cuando sales de Madrid y Barcelona, donde la gente ha perdido el hábito del teatro. En los pueblos es normal que algunos saquen sus móviles y se pongan a hablar. O se quejen de que no se oye a los actores. Es un público muy difícil. Eso obliga a darle una vuelta a la manera de narrar desde las tablas. Ahí está el reto.
@albertoojeda77