De manera trágica, pero teatral, se despide la 65 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida hasta el próximo año. Y lo hace nada menos que con Shakespeare y su primera tragedia, la más violenta de todas, la más sangrienta, la historia del general romano Tito Andrónico que, tras diez años de guerra, regresa victorioso a Roma con la reina goda Tamora y sus tres vástagos como prisioneros. Adaptada al cine por Julie Taymor en 1999, bajo el título de Titus, ni Anthony Hopkins ni Jessica Lange protagonizarán esta vez esta pieza, en cartel desde hoy hasta el domingo, que, dirigida por Antonio Castro Guijosa, con versión de Nando López, tendrá a José Vicente Moirón y Carmen Mayordomo en los papeles principales.
“Es una tragedia de venganza y es una historia bastante truculenta que empieza con un ritual”, cuenta su director Castro Guijosa. El sacrificio de uno de los hijos, el mayor, de la reina goda a manos del general Tito. Pero mientras unos los ven como “un rito en aras de los dioses, los familiares del sacrificado lo perciben como un asesinato”.
Con una versión fiel al original, que recae sobre el puño y letra de Nando López, apenas se han pulido algunas subtramas que no estaban del todo bien resueltas. Su adaptación de Tito Andrónico se aleja de cualquier visión moralista o edulcorada, según el dramaturgo, y responde más a una mirada compleja, incluso incómoda, que hace cuestionarse al espectador hasta dónde llegaría si se dejase devorar por la violencia. “Todos los personajes tienen un lado oscuro, todos son seres humanos que van perdiendo su humanidad y su capacidad de perdón por el camino y que se ven arrastrados por una vorágine de violencia que por desgracia creo que tiene mucho que ver con otras formas de violencia que nos rodean en la actualidad”, reflexiona.
Interpretados por Moirón y Mayordomo, Tito y Tamora son los dos grandes ejes de la acción. Pero, como explica Nando López, “no estamos ante un héroe y una villana al uso sino ante dos antihéroes en realidad. Son dos personajes a los que las circunstancias les vuelven extremadamente violentos”. A los dos por igual. Es por eso, que Castro Guijosa le pidió que escribiera un monólogo para ella. “Ella –explica el director- responde como madre y como reina o mujer. Y hay un punto en una primera lectura del texto en el que es fácil verla como la mala. Pero igual no lo es tanto. Si entendemos por qué ha respondido de esta manera, a lo mejor entendemos mejor lo que hace. Tamora provoca una o dos muertes en toda la obra, y a Tito le vemos matar a cinco personas y nos parece que es el bueno”.
Suenan los nombres de los personajes femeninos con fuerza, porque junto a la reina, el relato de Lavinia, hija de Tito, sirve de pretexto para abordar la violencia contra las mujeres. “Una adaptación del siglo XXI requiere un punto de vista y un compromiso por parte de quien la hace”, comenta López. “No podemos permanecer impasibles y para mí era muy importante que Lavinia fuera un personaje muy fuerte y que también entendiéramos las contradicciones de Tamora. A los dos personajes femeninos sí que les hemos dado una mirada en la que no hemos querido corregir el original, no queremos decir lo que no dijo, pero inspirándonos en lo que se cuenta sí se puede ampliar esa voz y denunciar cómo esa violencia sigue pasando hoy”.
Decía Quentin Tarantino que "la cámara se inventó para la acción y la violencia" pero “Shakespeare en un teatro y hace 400 años ya tenía una estructura bastante parecida a la del cineasta", analiza su director. Asesinatos, mutilaciones y una violación no dan tregua en esta tragedia de venganza que, a su modo, propone una reflexión sobre cómo sentimos la violencia. Si la justificamos o no y en qué momentos. La violencia, la venganza culminada, ejerce sobre nosotros una cierta fascinación sobre la que el director quiere profundizar. “A todos nos gusta el cine de acción, o al menos, tiene un punto que nos engancha. Pero hay una parte que es de quién ejerce la violencia y otra de quién la sufre”.
Su obra trata de reflejar además, las consecuencias o lo devastador que puede llegar a ser seguir ese impulso de quien piensa que tiene razón. “Yo creo que es una función en ese sentido que es bastante convulsa, que no se vive de una manera cómoda”, incide. "No queremos dar un mensaje sino lanzar preguntas", matiza Nando López. Cuestiones como hasta dónde llegaríamos por satisfacer nuestros instintos y vengarnos o si el buen ciudadano es el que se limita a obedecer ciegamente, como hace Tito, o el que se rebela cuando las leyes nos llevan a la barbarie. En última instancia, el texto “nos plantea la necesidad de la civilización, la cultura, como un mecanismo para controlar nuestra parte animal", reflexiona el dramaturgo.
Con una puesta en escena muy directa –“queremos que sea simplemente Tito Andrónico”-, la obra que cerrará el festival de Mérida deposita toda la fuerza en el texto de Shakespeare con un espacio funcional y neutro que permite un juego escénico para ciertos cambios visuales. Parte de su fuerza, explica su director, está en “el lenguaje y la interpretación por parte del elenco”, que componen un total de 13 actores. Coproducción del Festival de Mérida y la compañía extremeña Teatro del Noctámbulo, esta es la tercera ocasión en que Tito Andrónico se representa en Mérida -la primera fue en 1983 y la segunda en 2009-.