Continúa en nuestra escena la preocupación por el mundo que legaremos a las futuras generaciones. A punto de desembarcar Los hijos, de la británica Lucy Kirkwood, en el Pavón Kamikaze (28 de noviembre) llega al Teatro Valle-Inclán Pulmones (desde el 19 de noviembre), un texto de su compatriota Duncan Macmillan. Dirigido por José María Esbec (Zamora, 1985) y protagonizado por Zaida Alonso y Alberto Amarilla, asistimos al drama de una pareja que se desestabiliza al plantearse traer un hijo al mundo. ¿Eludimos nuestras responsabilidades? ¿Creemos que está todo perdido? ¿Somos capaces de plantearnos viejas preguntas existenciales como qué somos y adónde vamos?
Con la conciencia ecológica como revulsivo contra el apocalipsis, el autor plantea, además, el miedo, la parálisis que provoca el conocimiento. La conversación que surge de estos dos personajes (llamados Z y A) “abarca toda una vida” al tiempo que abordan una gran variedad de cuestiones.
Según Esbec, también codirector artístico del Teatro Principal de Zamora y autor de una versión de La hija del aire de Calderón que presentó este verano en el Festival de Almagro, una de las cosas que más le llamó la atención de la obra fueron los vértices temporales que dibuja: “Mi sorpresa fue hallar en el texto toda una problemática con la que me siento identificado. Hay algo luctuoso en él, ya que los personajes sufren contradicciones permanentemente. Ambos se presentan al principio en plena juventud pero el final del espectáculo coincide con el último tramo de sus vidas. Los protagonistas se plantean la ceguera a la que ha ido a parar la actual era del Antropoceno”.
Z y A (iniciales de los nombres de los actores) van analizando el problema de la destrucción del planeta, la parálisis que provoca el conocimiento y la dificultad de ser coherentes en un mundo más que previsible. Todo ello surge ante la posibilidad de ser padres. Ante esta encrucijada, ¿qué es lo correcto? “La obra plantea dos modus vivendi –explica Esbec a El Cultural–. De un lado, la sociedad, que no presta atención a nuestros problemas. De otro, los que intentan hacer cambios pero caen en la contradicción. Es entonces cuando Macmillan nos habla del amor como asidero”.