Ritmo endiablado, mezcla de lo culto y lo popular, música en directo, divertimento en verso… Vuelve Ron Lalá (este viernes, 14, al Teatro de la Comedia), con Andanzas y entremeses de Juan Rana, la vida de uno de los actores más provocadores del Siglo de Oro. Auténtico rey de piezas cortas como el entremés, la loa, la jácara o la mojiganga, su peripecia escénica fue recreada por Calderón, Jerónimo de Cáncer, Quiñones de Benavente y Agustín Moreto, entre otros autores, que vieron en su histrionismo motivo de inspiración. Sus papeles iban de alcalde de pueblo o hidalgo a torero, de médico a ventero, de soldado a poeta… Ni los autos sacramentales escaparon al veneno de su parodia.
Álvaro Tato (versión) y Yayo Cáceres (dirección) han creado una dramaturgia original en verso clásico en la que se sube al escenario un juicio secreto de la Santa Inquisición a nuestro protagonista. Los testimonios de la actriz Bernarda Ramírez (compañera de tablas de Juan Rana), el pintor Diego Velázquez, Calderón de la Barca y determinados miembros de la realeza, entre otros, darán pie a una divertida indagación sobre la obra de Cosme Pérez (Tudela de Duero, 1593-Madrid, 1672), de su alias, Juan Rana, y de su principal objetivo: la risa. Los dos Juan Ranas, El triunfo de Juan Rana y El toreador (de Calderón), Los galeotes (de Jerónimo de Cáncer) y El infierno (anónimo) son algunas piezas breves sobre las que Tato ha edificado este nuevo guiño a nuestro teatro áureo. “Juan Rana protagoniza docenas de títulos –explica Tato a El Cultural–, así que el desafío era seleccionar los más representativos. En nuestra dramaturgia, el juicio nos sirve de hilo conductor para presentar los entremeses que resumen aspectos de la risa juanranesca: la burla del poder, del honor, del cortejo amoroso y de las convenciones sociales. Algunos son obritas maestras bien conocidas y otros apenas han sido representados”.
Tato entró en contacto con el personaje durante su época universitaria. Descubrió entonces que este artista fue testigo y protagonista del teatro del Siglo de Oro: “Se rio de todo, incluso de sí mismo. Su personaje iba mucho más allá del tópico del alcalde tonto. Se me apareció como un cómico sublime que ponía en tela de burla a toda la sociedad de su época. También de la nuestra. Es el fool español, un loco universal que pasa por diversos estados profesionales y capas sociales. Por eso queremos celebrar su figura en estos tiempos de autocensura y humor blanco”.
¿Inocente o culpable?
Miguel Magdalena, Juan Cañas, Daniel Rovalher, Íñigo Echevarría y Fran García interpretan un montaje en el que también intervienen, junto a Yayo Cáceres y Álvaro Tato, en la composición, los arreglos, la producción (con la CNTC) y la dirección musical. “Queremos ir más allá de la recreación de esas piezas –puntualiza Yayo Cáceres–. Realizar, claro, un trabajo de rescate y de investigación de la mayoría de ellas y un homenaje a un actor casi olvidado. Pero también preguntarnos sobre la risa y el humor. Cuestionar qué sucedería si no pudiéramos reírnos de nosotros y de las cosas de la vida. Sobre la corrección política y esta especie de ofensa social que flota en el aire hoy. Juan Rana es enjuiciado y, a través de él, son enjuiciados el humor y la risa”. ¿Inocente o culpable? ¿Cuál será el veredicto? ¿Dónde está el límite? El director apunta: “Del mismo modo que entender una metáfora es la prueba de que un cerebro es capaz de pensar, el humor pone de relieve las cosas que una sociedad ha resuelto o no según la capacidad para poder reírnos de ellas”. A Juan Rana y sus distintas máscaras le acompañan los grandes arquetipos del mundo del entremés: sacristanes rijosos, damas casquivanas, vejetes engañados y galanes campanudos además del amplio catálogo del lumpen y la picaresca de la época: daifas, galeotes, soldados y matones. Tampoco faltan diosas, musas y demonios. Para todo ello, Calderón, reconoce Tato, ha sido uno de los principales asideros: “Su humor resulta fresco, actualísimo y universal. Escribió para Juan Rana piezas descacharrantes. Frente a la imagen monolítica de seriedad trascendente que se le atribuye nos encontramos a un gran comediógrafo”.
El juicio a este heredero barroco de la estirpe de Arlecchino, don Carnal o los bobos renacentistas se desarrollará en Andanzas y entremeses de Juan Rana poniendo sobre la mesa sus defectos y virtudes, incluidos sus cuentas con la justicia (estuvo encarcelado en 1636), que redoblaron la munición burlesca de sus representaciones. Pese a todo, su éxito le llevó a los escenarios cortesanos de Felipe IV y Mariana de Austria, ambos grandes aficionados al teatro y defensores y mecenas de su talento. Puntualiza el autor: “Todo ello corrobora el prestigio del actor pero también nos ofrece indicios de la potencia satírica y festiva, popular y culta, villana y cortesana, del teatro áureo, en contra de la imagen que durante años se ha pretendido ofrecer del teatro clásico español como mera propaganda monárquica o eclesiástica”. Finalmente, Tato resume el espíritu de la obra a través de las palabras del Inquisidor, un sueño que convierte en monólogo: “Preciso es reconocer/ que si su risa perdura/ más que la ley, la censura,/ la justicia y el poder,/ entonces mejor será/ retirar la acusación/ con sigilo y discreción/ y aguardar, porque quizá/ vendrá otro siglo en que el miedo/ a provocar una ofensa/ hará que el que un chiste piensa/ se ponga en la boca un dedo”. Pues eso.