Almagro ha sido el primer festival en subir el telón. Durante meses temimos por su celebración. Por la suya y por la del resto de citas estivales de peso, de Mérida a Olmedo, de Olite al Grec… Al final, con la única baja importante de Clásicos de Alcalá, el verano dará juego escénico. Subir el telón en estas circunstancias despierta emociones potentes. Podían notarse en cada uno de los estrenos que se han visto en los dos primeros días de andadura. En los patios de butacas ser respiraba un sentimiento de comunidad, de ir todos a una en defensa de un arte y un patrimonio que nos ofrece luz, oxígeno y un ritual colectivo catártico.
Curiosamente, dos de los títulos programados para el arranque tenían un claro mensaje: el amor es al final lo que nos salva de nuestras miserias humanas. En esta percepción sobre todo incidía En otro reino extraño, el montaje de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, dirigida esta vez por David Boceta. Este director trabajó sobre un collage de fragmentos de Lope de Vega sobre el amor, tanto en su vertiente exaltada y romántica como en la sufriente y atormentada. El encargado de hilvanarlos en una dramaturgia fue David Sorolla.
La obra tuvo su génesis en los días duros del confinamiento. Mientras el mundo se derrumbaba por la pandemia, los actores se reunían en Zoom para disertar sobre sus distintas visiones del amor, contrastando las suyas con las del barroco. Con estos testimonios proyectados en pantallas (oscilan desde posturas rompedoras a otras más tradicionales) y los pasajes lopescos se articula el libreto. Los versos del Fénix son servidos en muchas ocasiones mediante breves piezas musicales en los estilos más diversos: rap, pop melódico, rock…
La filial juvenil de la CNTC demuestra su pegada y su energía en este popurrí áureo con momentos de alto voltaje emotivo. Lo hicieron primero de manera virtual a través de streaming durante los estados de alarma y, ya por fin desconfinados, se reencontraron con espectadores físicos, entre los que se encontraba el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, presente para dar el máximo respaldo institucional a la inauguración cita manchega. Él fue el primero en levantarse para aplaudir al término de la función. Antes, había participado en la ceremonia de entrega del Premio Corral de Comedias, entregado en esta edición a Ana Belén, que reivindicó el legado barroco en su discurso de agradecimiento y rememoró sus incursiones en él de la mano de directores como Lluís Pasqual y José Carlos Plaza.
Más amor redentor encontramos en la segunda jornada del festival, consagrada a Calderón de la Barca. Al Calderón más cómico, habría que precisar. Se abrió boca en la Antigua Universidad Renacentista con Céfalo y Pocris, comedia burlesca levantada por la compañía andaluza Teatro del Velador, bajo dirección de Juan Dolores Caballero. Tras este meritorio intento de desempolvar un título poco escenificado, con alguna dificultad en la proyección vocal, el broche calderoniano vino de la mano de la formación canaria 2RC, orquestada por Rafael Rodríguez en el patio de Palacio de los Oviedo.
Capas, espadas, confusión de identidades, toque esotérico, retrato social de los de arriba y de los de abajo, verso ocurrente y rico… He ahí algunas de los reclamos del texto de Calderón, que hizo disfrutar la velada a una concurrencia debidamente separada por la distancia de seguridad (los protocolos higiénicos, por cierto, parecen los adecuados en todo momento y la gente se ajusta a ellos con edificante civismo). Dejó huella la composición del papel del criado Candil por parte de Toni Báez, pleno de gracia en ese arquetipo de pobre diablo apaleado por sus amos que, con picaresca y sentido práctico, se abre paso en un mundo sin oportunidades para los de su clase.
Elogios merece también la iniciativa de Radio Nacional de grabar, en el Corral de Comedias, una recreación de la circunnavegación completada a medias (por más que algunas instituciones portuguesas lo escondan) por Magallanes y Elcano, ambos al servicio de Carlos I. Al primero le pone voz Roberto Álamo, que comparte protagonismo con Joaquín Notario, metido en la piel de Juan de Cartagena, verdadero antagonista del capitán luso durante la travesía. Alfonso La Torre cuaja un guion idóneo para la emisión radiofónica, sin referentes visuales sobre los que apoyarse. Titulado Magallanes, el viaje infinito, toma como eje la audiencia que se celebró para depurar responsabilidades por el amotinamiento de los capitanes castellanos, encabezados por el propio Cartagena. Desde ese punto se rememora la gesta, marcada por la desconfianza de los subordinados españoles y por la introversión de Magallanes, poco abierto a pedir consejo a los demás. La grabación engrosa ya el jugosísimo archivo de Ficción Sonora de Radio Nacional de España.