Llevaba Luis Luque dos semanas de ensayos cuando el apocalipsis vírico se nos vino encima. El montaje de Las criadas que estaba modelando quedó en suspenso. Al retomarlo, ha perdido a María Pujalte, que ha sido sustituida por Alicia Borrachero para completar el elenco junto a Jorge Calvo y Ana Torrent. “Ha supuesto cambios estructurales porque yo construyo a partir de las características específicas de cada actor”, advierte a El Cultural Luque, que estrena, libreto nuevo de Paco Bezerra mediante, su versión de la obra de Jean Genet este viernes en las Naves del Español (Sala Max Aub), en Madrid.
Además, ha llevado todavía más al extremo su planteamiento escenográfico original. Su idea era presentar un espacio diáfano completamente blanco, quitando casi cualquier referencia física concreta. Antes había al menos una chaise longue. Ya no está, la ha eliminado. La blancura se debe a una percepción subjetiva del propio Luque, que confiesa que en sus pesadillas el infierno aparece representado como un vacío absoluto de ese color. “Es, por otro lado, una tendencia muy común en las casas de la alta burguesía o de las clases adineradas: ese vaciamiento chic y la predilección por el blanco. A mí las estancias así me inquietan, sus ausencias me provocan horror vacui”, explica.
Tal limpidez aséptica es el averno donde se mueven las dos criadas protagonistas, las hermanas Claire y Solange, que emprenden un juego interpretativo en el que emulan a su despótica señora, llegando incluso a representar su asesinato. Una recreación que acaba siendo un presagio funesto. Hay en ellas un rencor de clase justificado por el trato que reciben. “La señora es una tirana, eso sí, con muy buenas formas, que es la peor manera de ejercer la opresión”, apunta Luque. En medio de esa vida inane y gregaria estas dos mujeres recurren a universos paralelos para sobrevivir, una huida que les pasa factura porque acaban entrando en una irrealidad enajenada.
“Las criadas nos demuestra que una vida sin amor no es más que caos y locura”. Luis Luque
Luque vuelve a un clásico teatral del siglo XX, como ya hizo con su acercamiento a La cantante calva de Ionesco. Es en ese repertorio donde quiere desenvolverse en esta época clave en su carrera, tras haber asumido la dirección adjunta del Español y sus Naves, bajo el mando de Natalia Menéndez. De hecho, revela que el próximo título que pretende montar es Marat/Sade de Peter Weiss. Por el Genet delincuente y lumpen siente predilección. “Es una figura a contracorriente de este mundo soft, blanquito y obsesionado con los likes en el que vivimos”, afirma.
Recuerda asimismo que Las criadas es una obra escrita precisamente en la cárcel y que, en ese contexto, Genet decía que sus tres personajes femeninos debían ser encarnados por hombres jóvenes. Luque recoge ese guante y emplea a Jorge Calvo para interpretar a la señora, dotándole de un amenazante aire virginal (en su dormitorio hay alguna referencia a la iconografía cristiana). Las criadas, por su parte, presentan un aspecto también perturbador. “Como de niñas-viejas”, describe Luque, que ha evitado caer en el trazo grotesco con el que se suele caracterizar al triángulo que sostiene la pieza de Genet porque el juego de la máscara, metateatral, viene muy al hilo del argumento. En su puesta en escena no se eluden estos trampantojos interpretativos. Pero Luque no subraya la vertiente bufonesca (“sería un exceso plástico”) sino que apuesta por una perspectiva radicalmente humana. Conjura así el riesgo de que la máscara dificulte al público empatizar con Solange y Claire, seres cuya enajenación, concluye Luque, “demuestra que la vida sin amor no es más que caos y locura”.