La Fundación Siglo de Oro (FuSO) protagonizó un hito tremendamente meritorio en las tablas del sacrosanto Globe londinense, teatro donde Shakespeare asentó su compañía. Consistió en representar El castigo sin venganza de Lope. Aquello supuso que, por primera vez en ese templo, se montara una obra de un autor de habla no inglesa. “Nos permitió adelantarnos a los franceses, que querían colocar a su Molière”, recuerda Rodrigo Arribas, uno de los fundadores de la agrupación, que tiene ya una larga trayectoria en la defensa de nuestro patrimonio áureo: han producido 13 obras y son los organizadores del festival Fiesta Corral Cervantes en el centro de Madrid cada verano. En total, son quince años los transcurridos desde que Arribas, Ernesto Arias y otros estudiantes de la Resad, al salir del claustro protector de la escuela, decidieran ponerla en marcha.



Su relación con el Globe es muy fecunda. Antes incluso de llevar allí a Lope, ya habían hecho en el prestigioso recinto británico Enrique VIII de Shakespeare. Esa complicidad anglohispana ahora se renueva y afianza con el desembarco de Dominic Dromgoole en los Teatros del Canal. El que fuera durante una década director del Globe se ha remangando con otra pieza de Lope, El perro del hortelano, que estrena este sábado. La FuSO repite fórmula porque en 2007 pusieron también en manos de otro prominente regista inglés –Laurence Boswell, artista asociado a la Royal Shakespeare Company– el mismo título. Es uno de los montajes emblemáticos que lucen en su currículum: lo repusieron, de hecho, en 2014 para la celebrar su décimo cumpleaños.



Amor, envidia, celos, ambición, honor, traiciones… Son los ingredientes de una comedia que se desarrolla en Nápoles, cuando la ciudad estaba bajo dominio español. No es casualidad esta ubicación: Lope satisfacía así su querencia itálica. Allí encontramos a Diana (encarnada por María Pastor), la condesa de Belfor, sacudiéndose pretendientes de sangre azul que intentan llevarla al altar. Su deseo, en cambio, se concentra en su secretario, al que ha tenido la oportunidad de contemplar manejándose en incandescente intimidad con su dama de compañía. “El teatro de Lope De Vega, como el de Shakespeare, fue un teatro de acción. Representado a la luz del día, sus historias retratan a un ser humano en movimiento, que se cambia a sí mismo y cambia a los demás con patrones dinámicos, a una velocidad de vértigo. Estas tramas psicológicas turbulentas están adornadas con un lenguaje de belleza rica e ingeniosa que sirve de paisaje a sus obras”, señala Dromgoole, que dirigió en su día otra pieza de Lope: Peribáñez.



El director británico, además, subraya los paralelismos entre dos tipos de arquitecturas, la del Globe, reconstruido en el Bankside de Londres siglos después de su incendio, y la de nuestros corrales de comedias, epicentro de la actividad teatral durante el barroco español. “Hay muchas similitudes entre ellos: la libertad de movimiento, la colaboración con el público y la confianza en los actores”, explica Dromgoole, que ensalza la subversión de las normas que propone Lope en El perro de hortelano. Sobre todo la ruptura de la estratificación social en un sistema cercano al de las castas. “Además, el ritmo acelerado de la farsa, la ausencia de pudor al expresar el deseo y el caos que este causa produce un sentimiento liberado de gran comicidad”.

@alberojeda77