Este verano ha puesto a prueba la cantidad de tragedias que el urbanita contemporáneo puede echarse sobre la espalda. Mientras intentábamos descansar y poner distancia con nuestras rutinas asfixiantes, los informativos vomitaban incendios (Ávila), inundaciones (Alemania y Bélgica), muertes y contagios por el Covid, la toma de Afganistán por los talibanes… Una sucesión de catástrofes que plantean una pregunta: ¿hasta qué punto podemos hacernos cargo en nuestras conciencias de todo eso? Esta es también una cuestión central en Turistas, el montaje que la compañía Meridional estrena en el Teatro Fernán Gómez el próximo miércoles, 15.
El texto lo firma Marina Seresesky, que explica a El Cultural que el detonante para escribirlo fue una foto tomada por el premio Pulitzer Javier Bauluz en Tarifa, en el 2000. La imagen muestra a dos bañistas bajo una sombrilla y, a escasos metros de ellos, el cadáver de un hombre negro tirado sobre la arena. “En realidad, llevaba ya mucho tiempo juntando fotos así. He visto desgarradoras imágenes de turistas jugando a las palas después del tsunami de Tailandia en medio de la destrucción, otras de clientes de hoteles exigiendo su desayuno después de un terremoto. Todas eran dignas de una reflexión y por tanto contenían una gran historia”, señala Seresesky.
La autora indaga en el grado de responsabilidad que tenemos y la empatía que podemos desarrollar por las desgracias que se dan más allá de nuestra esfera íntima. “Es una cuestión que arroja respuestas complejas y variadas, ya que el abanico es muy amplio. La idea es no juzgar a nadie y dejar que el espectador se sienta interpelado y se sitúe en algún lugar de ese abanico”. Seresesky recurre a una pareja anodinamente ordinaria para colocar en la trama estas cargas de profundidad reflexiva. “Braulio y Mari Carmen [encarnados por Chani Martín Pepa Zaragoza] tienen una respetable escala de valores y nunca han hecho mal a nadie, pero de pronto la tragedia ajena les estalla en sus narices y la escala de valores vuela por los aires”, apunta la dramaturga y guionista.
A ellos les sucede lo mismo que a la pareja de la foto de Bauluz. Maldicen entonces haber ido a veranear a esa playa aislada, algo que han hecho para que Braulio se congracie con su jefe y consiga por fin un postergado ascenso. Han sacrificado así la agradable y popular monotonía del camping en el que suelen pasar sus vacaciones cada verano. Mari Carmen se esfuerza para superar su antiguo odio al mar, que le provoca pesadillas y mareos. En las conversaciones entre ambos, un toma y daca constante, fluctúan los puntos de vista y las posibles maneras de abordar el drama que les ha tocado vivir. Van desde posiciones inconsecuentes y escapistas hasta otras más empáticas y concienciadas.
El humor, a pesar del terrible punto de partida, pespuntea la pieza. “Es una maravillosa herramienta para contar tragedias. Aquí permite identificarnos con las situaciones para viajar junto a los protagonistas”, aclara Seresesky. La puesta en escena corre a cargo de Álvaro Lavín, que busca que el público se sienta en la playa de la discordia. Así, la luz, la escenografía y el sonido apuestan por la naturalidad. Todo está pensado para que en la conciencia del espectador penetre una pregunta: ¿qué haría yo?
@alberojeda77
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