“Desde tiempos a esta parte, / vamos camino de nada, / vamos a ver como el Ebro / con su soledad se marcha”. Son versos de la canción compuesta por Labordeta a su tierra, Aragón. Antes de morir, el carismático cantautor nos expresaba un lamento en El Cultural: que su programa Un país en la mochila no se hubiera hecho al menos una década antes porque cuando se grabó, entre 1995 y 2000, una parte considerable de la riqueza antropológica de la España rural ya se había borrado. Jesús Arbués, otro aragonés, participa de ese apego al terruño. De hecho, ha fundado un centro de creación artística en el pueblo zaragozano de Santa Eulalia de Gállego, de apenas 90 habitantes. Por tanto, se siente muy interpelado no solo por los cantos de Labordeta o la denuncia de Sergio del Molino –tercer aragonés– en La España vacía, sino también por un clásico sobre el éxodo rural, la novela La lluvia amarilla, de Julio Llamazares. Tanto que ha decidido adaptarla al teatro. El resultado de su trasvase podrá verse a partir del próximo jueves, 4, en el Teatro Español.
El flujo de la conciencia de Andrés, el último habitante de un pueblecito del Pirineo oscense, se encarna sobre las tablas. El hecho de ser un monólogo podría parecer que hace más factible su conversión a los códigos dramatúrgicos pero Arbués niega la mayor: “El personaje está solo. ¿A quién le habla? En la novela es el lector el que se siente interpelado pero en el teatro es todo más complejo. ¿El público? Mi trabajo era encontrar un contexto de enunciación creíble”.
Cuenta a El Cultural que le costó mucho resaltar la voz poética del propio Llamazares (“mucho más poeta de lo que parece”), que a veces se confunde con la de su personaje, sin que al hacer esa operación Andrés se difuminara. Al entrar en los pensamientos íntimos de este resistente, la obra trasciende el drama colectivo del vaciamiento rural y se adentra en derroteros metafísicos como los efectos de la soledad y el silencio, la cercanía de la muerte, el legado de los antepasados, el paso del tiempo… El escritor leonés le dio el visto bueno a la mutación de su texto realizada por Arbués, que cuenta con los actores Ricardo Joven y Alicia Montesquiu, encargada de interpretar a Sabina, la mujer de Andrés que opta por una solución drástica para acabar con el cerco de mutismo que la rodea. Sobre ella recae además la responsabilidad de enunciar la voz de Llamazares y, por si fuera poco, la del dramaturgo a través de canciones. “Son ecos lejanos que refuerzan la acción”.
Arbués ha abjurado del costumbrismo realista, una posible vía para retratar el naufragio de un hombre circundado por casas derruidas y devoradas por la maleza. Lo hace desde la propia dramaturgia: los actores cuentan de entrada que van a representar La lluvia amarilla. Cartas boca arriba. “Es –concluye Arbués– un espectáculo épico (a la manera Brechtiana) que funciona desde la premisa de la ‘cosa contada’”.
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