Además de Sanzol, los camaleónicos Albet y Borrás, David Serrano, ese “hombre almohada”, el peculiar Ricardo III de Calderón, la sensibilidad lorquiana de Botto y Mencheta, la autoficción de Ceacero, la sublime tragedia troyana de González-Sinde y Ozores, la guerra del Rif de Laila Ripoll, las renuncias de Felpeto y los problemas domésticos de Soto dieron lo mejor
1. El bar que se tragó a todos los españoles
Teatro Valle-Inclán. Alfredo Sanzol
Estrenada en febrero, el Centro Dramático Nacional tuvo que reponerla en septiembre por aclamación popular. Alfredo Sanzol volvió a bucear en los traumas de su biografía para convertirlos en teatro. La historia que cuenta en esta obra sentía que se la debía a su padre, que ya estaba en la base de La calma mágica. El detonante entonces fue el hecho de perderlo. En El bar que se tragó a todos los españoles se retrotrajo a su reinvención como persona. Es decir, cuando dejó los hábitos para desarrollar otras vocaciones más mundanas. Referencias carpetovetónicas como Berlanga o Mihura se fundían con otras foráneas, como los viajes iniciáticos de la Generación beat. Elenco en estado de gracia, escenografía realista primorosa, comedia trepidante y hondura emotiva.
2. Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach
Nao Albet y Marcel Borrás. Teatro María Guerrero
Desternillante recorrido por los géneros, practicado con maestría camaleónica por estos geniales ‘gamberros’ de la escena española. Capaces de mimetizarse con un atraco bancario a la americana, una ópera ampulosa y recargada, un falso documental, una pieza performativa experimental… Su coctelera es infinita y su capacidad para sorprender inagotable, como ya hicieron con Mammón. Albet y Borrás son frescura, descaro y talento.
3. El hombre almohada
David Serrano. Teatros del Canal
David Serrano sigue librando su cruzada personal en pro del teatro anglosajón. Le tocó el turno está vez a uno de sus más eximios representantes: Martin McDonagh. En concreto, a su obra El hombre almohada, una historia que sumerge al espectador en un universo inquietante, oscurísimo, cercano al terror. Literatura y crimen se funden en un pulso entre las fuerzas del bien y del mal, con un poso cristiano de fondo (McDonagh tiene ascendencia irish), que se erige en parábola sobre la represión totalitaria.
4. Historia de un jabalí
Gabriel Calderón. Teatro de La Abadía
Un actor (Joan Carreras) se enfrenta al reto de interpretar a Ricardo III, el monarca sin escrúpulos surgido de la mente genial de Shakespeare. Lleva toda la vida haciendo papeles secundarios y piensa que merece esa oportunidad. Pero considera que el resto del elenco no está a su altura. Tampoco le gusta el director… ¿Actor y personaje son, entonces, la misma materia? Calderón responde con una propuesta metateatral de gran vigor y fuerza.
5. Una noche sin luna
Sergio Peris-Mencheta. Teatro Español
Lorca como nunca se ha visto. El texto de Juan Diego Botto, dirigido con tino por Peris-Mencheta, indaga en la vida y la obra del poeta granadino a través de sus poemas, cartas, obras de teatro, conferencias y entrevistas. Todo sirvió para construir una pieza escénica de gran formato en la que el auténtico protagonista es el autor de Yerma. Un juego de espejos, una exhibición de ilusiones contada e interpretada por el propio Botto. Emocionante.
6. Los Remedios
Juan Ceacero. Teatro María Guerrero
La autoficción es una de las corrientes en auge en los últimos tiempos en nuestros escenarios. Bienvenida sea cuando está acompañada de la calidad y hondura que exhibía la compañía exlímite en Los Remedios. La obra escrita por Fernando Delgado-Hierro nos transportaba al barrio sevillano que le da título, el hábitat infantil de los dos actores, Pablo Chaves y el propio Fernando Delgado-Hierro. Estrenada en Usera en 2019, triunfó con su llegada al CDN.
7. Troyanas
Adriana Ozores. CNTC
La versión de Ángeles González-Sinde de este clásico, dirigido por una certera Adriana Ozores, permite seguir la tragedia de estas troyanas como un drama social intenso. Con unas interpretaciones orgánicas y convincentes, cabe destacar a Pepa Pedroche, magnífica, llena de dolor y venganza como la matriarca Hécuba. La obra, con escenografía de Alessio Meloni, nos revela que nuestras preocupaciones no están tan alejadas de las que tenía Séneca.
8. Rif
Laila Ripoll. Teatro Valle-Inclán
De la marcha militar al prostíbulo, del café cantante al blocao. La directora Laila Ripoll llevó al CDN Rif (de piojos y gas mostaza), un repaso a la guerra colonial en la que se desangró nuestro país filtrado por los espejos deformantes del Callejón del Gato. Ripoll nos recuerda, empleando la sabiduría escénica de la compañía Micomicón, por qué se llegó a aquella “enorme sangría”. Una forma de entender nuestra historia desde el teatro más comprometido.
9. Cabezas de cartel
Luis Felpeto. Teatro Lagrada
Escrita a medias por Celia Nadal y Javier Manzanera, productores y puntales de la compañía Perigallo, Cabezas de cartel aborda un asunto clásico de la moral: el de renunciar o no a tus principios por un plato de lentejas. Este dilema lo ‘inyectan’ en el corazón de su profesión, con lo que podríamos hablar de obra metateatral, que a lo largo de hora y media nos hace partícipes de las disyuntivas de los protagonistas, empecinados en levantar un montaje titulado Cimarrón. Fantástica.
10. ONÁN
Fernando Soto. Teatro Infanta Isabel
Un pequeño problema doméstico enfrenta a una pareja con sus propios deseos y contradicciones, desvelando aspectos de su relación que amenazan con destruirla. Con el texto de Nacho Faerna, Soto realiza una auténtica radiografía de nuestros problemas y obsesiones. Las interpretaciones de Iñaqui Miramón, Llum Barrera y el propio Soto indagan sin perderse en problemas tan candentes como la educación. Una comedia de nivel que se degusta de principio a fin.