El burgués gentilhombre

Eva del Palacio

Molière supo diseccionar el alma humana y describir a través de la comedia la grandeza y miseria del hombre. En El burgués gentilhombre, escrita en 1670, refleja la ignorancia social de un burgués obsesionado por emparentar con la aristocracia. Su protagonista tiene ansias de aprender, de ser una persona más culta y preparada pero tiene la mala suerte de rodearse de gentes interesadas que solo van a aprovecharse de su ingenuidad. La obra trata sobre el mundo del engaño y de las apariencias, de la incorporación a la sociedad de los llamados nuevos ricos. 352 años después nuestra sociedad es aún más absurda… Los nuevos ricos se rodean de lujo y hacen ostentación de su poder adquisitivo. Pero lo más patético es que la juventud les imita en un “quiero y no puedo” y anhela ser como estas personas.

  • El burgués gentilhombre. Morboria. Teatro Alfil (Festival de Otoño). Madrid, 1994. Versión y dirección: Eva del Palacio.

José María Pou interpretando a Tritontin (Trissotin en el original). Foto: C. M. Collado

Las mujeres sabias

José María Pou

Uno tiende a pensar que el pobre Molière lo tendría muy difícil si tuviera que defender ahora, en pública tribuna, algunos de los argumentos, personajes y situaciones de sus mejores comedias. Pero Molière no era un grosero y tosco patán. Molière es pura inteligencia, mente lúcida y afán crítico a prueba de bombas. Las mismas cualidades que debe tener cualquiera que decida enfrentarse hoy a Las mujeres sabias. El retrato que hace Molière de los personajes femeninos nos parece indefendible en este tiempo de igualdad sexual y democracia paritaria. Pero basta con hurgar a fondo para descubrir la técnica a contrariis utilizada por el autor. ¿Algún director intrépido capaz de convertir Las Mujeres Sabias en Los Hombres Necios?

  • Las mujeres sabias. Compañía de Manuel Collado. Teatro Progreso. Madrid, 1984. Dirección: Miguel Narros. Versión: Enrique Llovet.

Israel Elejalde como Alcestes en 'El misántropo' de Kamikaze. Foto: Eduardo Moreno

El misántropo

Miguel del Arco

Alcestes es un héroe trágico en medio de una comedia. Un personaje que nos interroga sobre nuestra propia relación con la verdad. “Después de la verdad nada hay tan bello como la ficción”. El aforismo de Machado es susceptible de ser interpretado hoy como lema ideológico: si la verdad me resulta insoportable siempre me quedará la inagotable posibilidad de fabularla a mi antojo. Alcestes quiere ser honesto y sincero y que los demás lo sean con él. Es la imposibilidad de conseguirlo lo que le convierte en un misántropo. Alcestes no se acomoda a la ficción imperante y está dispuesto a perderlo todo en defensa de lo que cree. Eso lo convierte en un hombre decente. Y como decía un amigo suyo, príncipe de Dinamarca, “ser un hombre decente es ser uno entre diez mil”.

  • El misántropo. Kamikaze Producciones. Teatro Valdés de Avilés, 2013. Versión y dirección: Miguel del Arco.

Flotats se volcó en la interpretación de 'El enfermo imaginario'. Foto: Sergio Parra

El enfermo imaginario

Josep Maria Flotats

A Molière lo llevo muy dentro del corazón. La primera vez que hice teatro fue interpretando a Thomas Diafoirus, el hijo del médico. Fue un montaje amateur auspiciado por una mecenas en un jardín de la parte alta de Barcelona, con una orquesta extraordinaria. Cuando hablé con Helena Pimenta para preparar algo en la CNTC tuve claro que era una gran idea volver a El enfermo imaginario, más cuando supe que España era el segundo país de Europa que más tranquilizantes consume. Vivimos bajo la pandemia del miedo. Somos una sociedad hipocondriaca. Molière apunta contra sí mismo en esta obra. No estaba en un buen momento cuando la escribió. Pero no nos viene con lloriqueos, sino con una sátira que nos interpela directamente y nos ayuda a poder mejorar y avanzar.

  • El enfermo imaginario. Compañía Nacional de Teatro Clásico. Teatro de la Comedia, 2020. Dirección: Josep Maria Flotats. Traducción: Mauro Armiño.

Juan Luis Galiardo encarnó a un intenso y físico Harpagón. Foto: David Ruano

El avaro

José Ramón Fernández

Vuelvo a pensar en El avaro. Gracias por hacerme volver a esos lugares, a la sabiduría de Lavelli, a la maravillosa locura de Galiardo. ¿Es un arquetipo? Es, en realidad, cualquiera de nosotros: un hombre que tiene miedo a perder lo que tiene, al hambre. Así lo dejó dibujado Plauto y Molière hace una obra maestra exagerando lo que ya era una exageración, creando un tipo eterno. Nos reímos de ese personaje que nos dibuja Molière sin darnos cuenta –o sí– de que lo que tenemos delante es un espejo. Nuestro avaro, el que viajó en la piel de Galiardo, marcaba ese miedo en la escena célebre de “mi cajita”. Hay un hilo fácil de descubrir, que une a con Molière y a éste con Chaplin o Billy Wilder. Una mirada divertida pero llena de piedad para seres que son tan miserables como cualquiera de nosotros.

  • El avaro. Galiardo Producciones. Teatro María Guerrero, 2010. Versión y adaptación: José Ramón Fernández y Jorge Lavelli. Dirección: J. Lavelli

Pepe Viyuela es el Tartufo de Ernesto Caballero. Foto: David Ruano

Tartufo

Ernesto Caballero

Tartufo extiende su manto moralizante allá donde pisa y eso le procura, además de una íntima satisfacción narcisista, un apabullante poder y ascendencia sobre incautos creyentes. Hoy podemos encontrarlo como virtuoso adalid de nobles causas wokistas, haciendo público alarde de su preocupación y compromiso mediante una florida retórica instrumental, en cínica contradicción con su conducta privada. Tartufo penetra en nuestras conciencias a través de las pantallas para persuadirnos de la bondad de los dogmas y restricciones de la nueva hegemonía cultural. Es un superviviente resentido que sabe aprovecharse de la oscura pandemia que actualmente asola la esfera social: el miedo a la insignificancia. Escenifica con maestría su indignación moral.

  • Tartufo. Teatro Reina Victoria. Madrid, 2021. Versión y dirección: Ernesto Caballero. Producción: Focus/Pentación.

Noticias relacionadas