Angélica Liddell en un momento de 'Una costilla sobre la mesa: Padre'

Angélica Liddell en un momento de 'Una costilla sobre la mesa: Padre' Angélica Liddell

Teatro

Angélica Liddell, del luto al masoquismo en el Canal

La actriz y dramaturga vuelve a demostrar su insondable talento escénico con 'Una costilla sobre la mesa: Padre', un montaje que contará con la interpretación de Oliver Laxe

22 enero, 2022 02:09

Pueden irse preparando los seguidores de Angélica Liddell (Figueras, 1966), que son legión (especialmente entre las nuevas huestes de dramaturgos), porque llega, este sábado, 22, a los Teatros del Canal Una costilla sobre la mesa: Padre, un montaje pospuesto por la pandemia que pisa ahora tablas españolas después de su estreno en el Colline Théâtre National de París hace estos días dos años. Junto a Oliver Laxe y Camilo Silva sobre el escenario, Liddell volvió a sorprender entonces con un montaje en el que se enfrenta a la muerte del padre a través de los textos que el filósofo Gilles Deleuze vertió en Presentación de Sacher-Masoch. Lo frío y lo cruel, un tratado en el que transita por los terrenos minados del psicoanálisis, por la fértil pulsión de la muerte y por los inexplorados caminos del pensamiento.

“El masoquista es un idealista y me reconozco en ello. Según Deleuze, mediante el acto masoquista (que no es el del cuero y el látigo) se desexualiza el amor para sexualizar la muerte". Angélica Liddell

Una costilla sobre la mesa: Padre tiene anclado su movimiento dramatúrgico en los textos que Liddell recogió en el libro homónimo publicado en 2018. Es, junto al volumen de Deluze, el otro pilar sobre el que construye el espectáculo que veremos en Madrid. Son apuntes y reflexiones cargadas de crudeza y lirismo escritas durante su agitada (y exitosa) ruta por los escenarios europeos. “Sostenme, voy a caerme”, es el inquietante y premonitorio arranque de esta desgarradora entrega que por momentos se convierte en un trozo desgajado de la caldera interior que hierve en la mente de Liddell. “Escribirlo todo es lo único que me calma”, recita en este monólogo interior editado por La Uña Rota.

Todo lo que rodea a esta escritora, actriz y directora, ganadora del II Premio Valle-Inclán de Teatro, es de una intensidad explosiva. El resultado de unir sus escritos con los de Deleuze no podría ser otra cosa que una batalla que libra en soledad a través de un tiempo y de un lugar.

“El azar siempre se convierte en el destino de una obra –reconoce Liddell a El Cultural–. A veces coinciden en el tiempo lecturas, películas y gestos que le dan una explicación a ese momento crucial de tu vida: la muerte del padre. El ensayo de Deleuze aborda la compleja relación del individuo como hijo que desea ser pegado por el padre. La analogía también es crítica para Deleuze. El hijo firma un contrato para recibir el castigo del padre (qué es la vejez si no)”. Para Liddell, la demencia solo puede abordarse desde una perspectiva “absolutamente intelectual”, por lo que el ensayo del filósofo francés sobre el masoquismo, precisa, “me proporcionaba todos los instrumentos”.

Una costilla sobre la mesa: Padre arranca con la despedida de su progenitor. Además de otras reflexiones, y con referentes musicales en los que se va intercalando el francés y el español, Liddell dispara al público preguntas de profundo aliento: “¿Cómo voy a tomar la decisión de terminar con esa fuerza, con la fuerza de la locura, la energía original, con tu fuerza, sí, con tu descomunal fuerza, con la fuerza sideral que te aferra a la vida? ¿Qué clase de inmensidad encierras? ¿Cómo voy a ser capaz de dar por concluidos tus días sobre la tierra, todavía hombre, padre todavía? Liddell vuelve a derramar sobre el público un ejercicio personal de autoconocimiento que no es sino el rastro dejado por su propia experiencia personal: “El masoquista es un idealista, y me reconozco en ello. Según Deleuze, mediante el acto masoquista (que no es el del cuero y el látigo, por supuesto) se desexualiza el amor para sexualizar la muerte. Se produce un reconocimiento del Tánatos en los contratos que firmamos”.

Estamos, como lo definió el autor de Empirismo y subjetividad, ante lo frío y lo cruel. O ante el problema de la semejanza. Para Liddell, la gran revolución de Deleuze es que desvincula el masoquismo de lo clínico para llevarlo a un nivel literario, inluso místico: “Es un punto de vista que no tiene que ver con la enfermedad ni con la curación sino con la transgresión que palpita en ese acto donde el dolor no es penalizado. Es dialéctico. El masoquismo es la alianza de la víctima con el verdugo. Es la mayor de las transgresiones”.

Pese a lo que pudiera parecer, la obra dedicada al padre de Liddell es de una naturaleza distinta a Una costilla sobre la mesa: Madre (que pudo verse en Madrid, en el 38 Festival de Otoño). “Están unidas por el duelo y por el luto pero no funcionan como un díptico”, aclara. Ahora nos encontramos ante el Padre en su fase demente, frágil como un niño. Para Liddell, todo se desarrolla dentro de un ritual muy novelesco. La considera una ceremonia muy sofisticada que muy bien podría pertenecer a una obra de Leopold Sacher Masoch, inspirador de la palabra ‘masoquismo’ y autor de La venus de las pieles. “Sin ceremonia, sin fetiche, sin disciplina y sin repetición es imposible entender la esencia del acto masoquista. Finalmente, el problema de la semejanza es el problema del arte”, sentencia Liddell, que continúa con su gira europea (Italia, Alemania y Francia) con Liebestod (estrenada en el Festival de Aviñón el pasado mes de julio) y Terebrante (homenaje al flamenco que presentó este otoño en nuestro país).

Nos anuncia además que este verano empezará los ensayos de Caridad, un trabajo sobre “mi inclinación a amamantar a los criminales”. Liddell vuelve a derribar así nuestro espacio de confort con Una costilla sobre la mesa: Padre para sumergirnos en las aguas abisales de lo nuevo y de lo antiguo, de lo oscuro y de lo luminoso, de la vida y de la muerte. Es Angélica Liddell: “Te miro y me devora el ansia de extraer alguna lección, pero no aprendo nada, nada. Ni una sola revelación en mitad del acontecimiento único de tu extinción. Y eso que tu agonía es magnífica, generosa, prolongada, una agonía que libera a la muerte del peso de los muertos. Te doy las gracias, padre”.