No es extraño que Lope de Vega escribiera prácticamente de forma simultánea Lo fingido verdadero (1608) y el Arte nuevo de hacer comedias (1609), su clarividente ensayo en verso en el que asentó las vigas maestras de la dramaturgia que ha permanecido, en fondo y forma, hasta nuestros días. Fermentaba el Fénix de los Ingenios el teatro de masas, accesible y directo, que llegaría, casi con los mismos resortes industriales, a todos los rincones de una sociedad herida, sí, pero con ganas de evadirse a través de historias capaces de divertir y emocionar como El perro del hortelano, La dama boba o Castelvines y Monteses.
"Es una obra de referencia en la producción de Lope. Sienta las bases de la comedia española y tiene que ver con la naturaleza del teatro"
Lo fingido verdadero, que podrá verse en el Teatro de la Comedia a partir del 1 de febrero, es, por tanto, un producto de la agitada mente de Lope en un momento, el ecuador de su existencia y el cénit de su clamoroso éxito sobre las tablas, en el que sentía la necesidad de romper con la tradición y reflexionar sobre la función de un teatro que se renovaba en cada actuación sin importar ni clase ni condición social. “¿Qué puedo hacer si tengo escritas, / con una que he acabado esta semana, / cuatrocientas y ochenta y tres comedias?”, presumía nuestro Fénix sin reparar en la métrica de sus exageradas hipérboles.
Lluís Homar, espoleado por Juan Mayorga en un encuentro fortuito, se puso manos a la obra para llevar este texto a las dependencias de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, institución que dirige sin haber conocido un solo momento de tregua por la pertinaz pandemia.
¿Es el mejor título de Lope? ¿Es su particular Hamlet? “En todo caso es una obra de referencia en su producción –explica el director a El Cultural–. Sienta las bases de la comedia española y tiene que ver con la naturaleza del teatro, la relación entre lo ficticio y lo real. La verdad en un escenario es a veces más potente que la propia verdad. El teatro es ficción pero puede convertirse en una verdad. No son antagonistas, van unidos. Yo hablaría entonces de ficción y realidad, no de ficción o realidad. Podría decirse que por el solo hecho de imaginarlo ya es en cierto modo una verdad”. Esta “metateatralidad absoluta” de Lo fingido verdadero nos llega a través del viaje a Dios y de la necesidad de trascendencia de Ginés, interpretado por un entregado Israel Elejalde, que estará acompañado por un elenco de 14 actores (y más del doble de personajes) entre los que se encuentran Silvia Acosta, Arturo Querejeta, María Besant, Álvaro de Juan y Montse Díez.
“Lope anticipa los postulados de Pirandello o Stanislavski en lo que se refiere a afrontar los personajes, al encuentro entre actor y persona. Lo entiendo también como una reflexión sobre la utilidad de nuestro oficio. Creo que lo peor es dar por sentado que es útil. Hay que estar cuestionándolo permanentemente”, explica Homar, que ha contado con Beatriz Argüello como ayudante de dirección.
Si el teatro y la poesía eran para Lope “pintura para los oídos” sin duda realizó un buen lienzo en Lo fingido verdadero, una pieza desarrollada en tres jornadas en las que dialoga sobre el destino y sus arbitrariedades. El montaje que el director propone está pesando para que el texto sea el protagonista, para que Lope logre imitar el “trazo” de Velázquez a través de la palabra: “Nos interpela como personas de este oficio y como seres humanos. Por eso, el teatro de Lope de Vega solo puede ser contemporáneo”.