Una de las propuestas más interesantes de la presente programación del Teatro Real, en este caso en coproducción con La Abadía y en colaboración con el Festival Internacional de Arte Sacro de Madrid, FIAS, es el estreno este martes del espectáculo Extinción, verdadera amalgama de factores, elementos, propuestas escénicas y musicales. Una compleja apuesta de la Agrupación Señor Serrano y una brillante idea de difícil montaje que necesita mucha atención, ensayos, sapiencia y mente clara.
Son muchos los aspectos que se dan cita en el proyecto, que se define como una exploración visual sobre el extractivismo en el siglo XXI, una propuesta escénica sobre la Misa de Batalla y la Misa pro Defunctis de Joan Cererols (1618-1680). Tendrá un desarrollo escénico milimétrico con el fondo y el sostén de esa música barroca, que será interpretada en directo por el Ensemble Nereydas bajo la dirección de Javier Ulises Illán, un especialista que se lo sabe todo en este tipo de repertorio, siempre fielmente servido por su grupo.
La iniciativa partió de distintas mentes creadoras. La idea motriz, aún muy vaga, nació del director artístico del FIAS, Pepe Mompeán, que tan buena labor viene realizando durante su mandato al frente del festival. Se había planteado hacer algo diferente. Y a esa difusa idea se abonaron más tarde el Teatro Real y La Abadía. Joan Matabosch, regidor artístico del coliseo de la Plaza de Oriente, se puso en contacto con los miembros de la Agrupación Señor Serrano, duchos en lides escénicas de nuevo cuño y hábiles en el manejo de las más modernas técnicas digitales.
Las conversaciones tomaron cuerpo y se decidió aplicar a una idea escénica aún no del todo concretada, pero ya avistada, la música del fraile natural de Martorell. Desde el principio se habló de contar con dos de sus misas y de incluir en el proyecto a Illán, defensor en Lucerna, junto con la Fura dels Baus, de experiencias de este tipo. En el espectáculo participarán dos segmentos alternos del Coro del Real, que han de sortear intrincados pasajes de 7 y de 12 voces, una suerte de caleidoscopio musical, una muestra apabullante de policoralidad.
La instrumentación, como nos explica el propio Illán, parte prácticamente de cero en una reconstrucción del canto llano en la que ha participado el musicólogo Luis López Morillo, que ha facilitado el camino para una edición en la que igualmente ha intervenido Manuel Minguillón, un hacha en el manejo de instrumentos de cuerda pulsada. El proyecto da cabida asimismo a un violón, dos violas de gamba, órgano y cornetto. Un escueto tejido instrumental que dará forma y color a las intervenciones vocales en el curso de una narración que establece en realidad un encuentro entre pasado y futuro y que cobra ahora todo su sentido con la guerra de Ucrania como telón de fondo.
La música de las citadas obras sacras viene al pelo para lanzar una llamada de atención sobre el conflicto bélico. Gracias a la tecnología se establece una ligazón entre el sonido y lo que podríamos llamar puesta en escena, que actúa por una doble vía: la real, la acción que tiene lugar en vivo y en directo, y la virtual, la imagen extraída de esa acción. De tal forma que lo que se ve en la pantalla es una ilusión. Se trata por supuesto de buscar y encontrar una dicotomía productiva.
Las registas han buscado imágenes espectaculares: nos muestran sucesivamente a una embarcación española surcando por primera vez las aguas del río Amazonas, el derrumbamiento de una mina ilegal, a Felipe IV escuchando pasmado una misa en su honor. Un profesor de anatomía busca el lugar del alma. Asistimos al incendio de una selva. Se escucha un réquiem en una catedral del Nuevo Mundo. Y un cáliz levantado se entremezcla con un teléfono…
En las tablas, una gran pantalla lo dominará todo: varias mesas de trabajo, un plató donde se rueda una película mostrada en tiempo real, cinco performers. Se vislumbrarán ramas de vegetación artificial y un panel de fondo donde se proyectan los ambientes de los diferentes escenarios del filme. Un actor consultará su móvil mientras se viste para interpretar al conquistador Francisco de Orellana, cuyos pensamientos se plasmarán ante nuestros ojos. Sobre las mesas, diferentes utensilios que nos trasladarán al Amazonas, a una mina de coltán (imprescindible hoy en la electrónica), a una lección de anatomía, a la nube, a la lluvia... En la proyección emergen pues varios mundos.
Escolástica digital
Explica Pau Palacios, codirector de Agrupación Señor Serrano, que se han apoyado en el “ritmo, dinámicas y en el significado de cada movimiento” de las misas. Todo se ha ligado con una pregunta capital: ¿Dónde está el alma en el cuerpo humano? Cuestión que surgió en el momento en el que empezaron los primeros estudios anatómicos, una vez que la Iglesia había superado el oscurantismo propio de la Edad Media.
Para atender y tratar de contestar a tan ardua incógnita, se ha partido del momento histórico del descubrimiento de América y el trato a los indígenas. Ese desembarco en la nueva tierra nos trae la idea de viaje, exterior e interior. Y ahí surge otra idea: la del expolio, la del descubrimiento del coltán, básico a día de hoy. Una interrelación que abre la puerta para establecer multitud de preguntas, que se trata de trasladar de manera poética. Se hace sin que exista prácticamente texto, salvo el de las misas. Un soporte sonoro de la aventura que es, muy resumidamente, en el fondo y en la forma, “una indagación sobre el alma humana que conecta el mundo de los descubrimientos y conquistas de Suramérica con la escolástica barroca y con los dispositivos digitales contemporáneos”, concluye Palacios.