Las kellys, dentro del proletariado, ocupaban una posición que podría catalogarse como lumpen. Un flanco débil sometido a unas condiciones de trabajo particularmente duras y remuneradas de manera exigua compuesto casi en su totalidad por mujeres (98 %). Contra pronóstico, supieron unirse y hacer fuerza. Dentro de cada hotel, dentro de cada comunidad autónoma y finalmente por todo el país. Y su lucha se acabó colando en el debate público y en los medios de comunicación. Todo un logro para estas parias de la limpieza sobre el que la compañía gallega A Panadaría pone el foco en su montaje Las que limpian, que presentan en la Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero el próximo miércoles.
“Queríamos hablar de las que no tienen nombre, las invisibles, a las que nadie saluda cuando están fregando el suelo que pisamos”, apunta a El Cultural Areta Bolado, que junto a Noelia Castro y Ailén Kendelman se guisa y se come el espectáculo. En efecto, el trío firma el texto, la puesta en escena y la interpretación. Un espectáculo, por cierto, que se asienta sobre una exhaustiva base documental. “Hemos acudido a bibliografía, estudios, entrevistas, documentales, reportajes y, por supuesto, entrevistas a camareras de piso de Galicia y de todo el territorio español. Ellas nos han ayudado muchísimo y, de hecho, hay personajes que llevan el nombre real de algunas de las mujeres con las que hemos estado en contacto”.
Dicho esto, hay que aclarar que A Panadaría no practica un teatro documental purista. Tras recabar el material, proceden a realizar una ‘destilación’ dramatúrgica a favor de la historia que quieren contar. En Las que limpian se centran en su tierra galaica. En concreto, en destinos turísticos consabidos como El Grove, La Toja y Sanjenjo, en las Rías Bajas. En los establecimientos hoteleros de esta zona prende la mecha de la revuelta contra empresarios que aprietan las tuercas en exceso a sus empleadas y que, por otro lado, tienen turbias alianzas con conspicuos exponentes de la clase política. Contra ese fétido status quo levantan su voz las camareras. “El final no lo puedo contar pero vamos a ver que ellas le dan la vuelta a la alfombra”, señala Bolado.
Saltar muros
Las kellys de verdad, mujeres que friegan retretes a discreción y hacen centenares de camas al día, van consiguiendo también mejorar sus condiciones laborales. En Baleares, por ejemplo, se ha impuesto a los hoteles el uso de camas autoelevables, lo que facilita en gran medida su labor. También han puesto en cuestión las externalizaciones y el reconocimiento de algunas enfermedades laborales aparejadas a su actividad. “Ya han saltado muchísimos muros, son toda una inspiración de lucha organizada y dignidad”, afirma Bolado, que, en alianza con sus dos colegas de A Panadaría, cristaliza una puesta en escena en clave povera y en la que las actrices son verdaderas camaleonas.
Su lema es hacer teatro igual que el pan. Con mimo, dedicación y unos pocos ingredientes básicos a los que sacan el máximo partido. Los suyos son el humor (crítico), la música vocal y el sentido artesano a la hora de manufacturar los montajes. Con estos mimbres, A Panadaría se va sumando a una lista de compañías gallegas que se han asentado en las carteleras españolas. Chévere, Voadora, Matarile… Señal de que allí se están haciendo algunas cosas bien en el ámbito escénico. Que siga así.