La hija de Celestina, de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, La niña de los embustes, de Alonso de Castillo Solórzano, La pícara Justina, de Francisco López de Úbeda, y Tres letrillas y Un romance, de Quevedo, son algunos de los títulos que Álvaro Tato (Madrid, 1978) ha tomado como referencia para realizar Malvivir, obra que, pese a que también la dirige Yayo Cáceres (Curuzú Cuatiá, Argentina, 1965), no se trata de una nueva entrega de Ron Lalá, sino de Ay Teatro, una compañía creada junto a la productora Emilia Yagüe para “alumbrar” zonas desconocidas de los clásicos.
Aitana Sánchez-Gijón, Marta Poveda y Bruno Tambascio serán los encargados de subir al escenario de las Naves del Español, a partir del 5 de mayo, la historia de la pícara Elena de Paz, mujer libre, rebelde, ladrona, ingeniosa y fugitiva, capaz de desafiar todas las convenciones de su época.
Una lectura asombrosa
“La obra surge a partir de la lectura de la asombrosa picaresca femenina del Siglo de Oro, de aquellas supervivientes feroces que nos llevan a la cara oscura de la España imperial: alcahuetas, hechiceras, daifas, burladoras... A la sombra del Lazarillo, del Buscón, del Guzmán... esa literatura me pareció un punto de partida fascinante para una road movie picaresca”, explica a El Cultural Tato, del que ha podido verse también Villa y Marte en los Teatros del Canal junto a Ron Lalá.
“Alcahuetas, hechiceras, daifas, burladoras.. La obra surge a partir de aquellas supervivientes feroces que nos llevan a la cara oscura de la España imperial". Álvaro Tato
Malvivir pone en escena a un personaje tan intrigante como contradictorio, tan arrebatador como misterioso: el de la pícara. Mucho más desconocida que su correlato masculino, el género picaresco femenino nos permite, afirma Tato, "asomarnos de forma directa a uno de los territorios más singulares de la cultura áurea: el submundo de vividoras que pueblan calles, palzas, mentideros, pueblos y caminos de la España del siglo XVII".
Esencial, tragicómica y festiva, Malvivir está elaborada a la manera del ñaque áureo (dos intérpretes y un músico). Cáceres propone, según Tato, una puesta en escena sintética y potente, de pocos elementos y mucha imaginación. O sea, teatro en estado puro con dos actrices y un músico-juglar en riguroso directo: “Elena de Paz representa a las perdedoras, a las parias que se mueven en la sombra, al margen de las leyes y de la moral contrarreformista. Aquellas que defienden su libre albedrío hasta las últimas consecuencias”.
En los márgenes del poder
¿Cómo se conecta la sociedad del siglo XVII con la del XXI? ¿Qué tiene que ver la picaresca de entonces con la de ahora? Tato lo tiene muy claro: “A pesar de las diferentes costumbres no ha variado la mirada de los miserables, los desposeídos, los que hoy llamamos ‘menas’, los que malviven en los márgenes y padecen los abusos del poder. Y subyace también en la obra una amarga denuncia de la ‘picaresca a gran escala’, estructural, endogámica y endémica, de tantos gobernantes. A la vista de los titulares que leemos a diario, aquellos textos no han perdido ni un ápice de actualidad”.
El agotador y mágico desafío de Sánchez-Gijón y Poveda está servido. Ambas interpretarán más de una docena de personajes (damas viudas, vejetes avariciosos, jaques traicioneros...) para trasladarnos a una época tan tenebrosa como deslumbrante.