Stefano Ricci y Gianni Forte, los actuales directores de la Bienal de Venecia de Teatro, asignan a cada edición un color. Un poco a la manera de la inolvidable trilogía de Krzysztof Kieslowski. Ellos, que forman el tándem artístico ricci/forte, arrancaron el año pasado con el azul, que simbolizaba ‘la congelación’ que supuso la pandemia. Para la de este verano, que comienza el próximo 24 junio, han apostado por el rojo. Que sería ‘rosso’ en italiano, pero han preferido emplear el alemán: ‘rot’. “Porque suena más duro, como el rechinar de los dientes al hacer un esfuerzo”, afirman al alimón ambos registas.
Piensan ambos en el pulso que está librando la humanidad tras el embate pandémico para intentar desarrollar ‘una vida normal’, ahora bajo la amenaza de una guerra que puede desbordarse. “Son tiempos de barbarie y confusión”, apunta Ricci, que asegura que su obligación desde Venecia es preguntarse hacia dónde camina el teatro contemporáneo en “un mundo en llamas”. “Relaciones, geografías, certezas… Todo ha explotado para redefinirse”, diagnostica.
Lo prueba un espectáculo caleidoscópico como O agora que demora (El ahora que se prolonga), de Christiane Jatahy, que abre la programación. Un honor otorgado por ser la acreedora del León de Oro esta edición. En el Teatro alle Tese expondrá su segunda parte del díptico inspirado en la Odisea de Homero, un trabajo a caballo entre el cine y el teatro que recorre diversas zonas del mundo (Jenín en Palestina, Johannesburgo, Líbano, Grecia…). Al hilo simple del drama migratorio, de esas odiseas cotidianas de los parias de la tierra. Sus dientes sí que rechinan en su empeño por dejar atrás miseria y muerte. “Es una vieja historia la que les une a Homero: la del viaje que aspira a la utopía de una vida mejor”, nos explicaba la propia Jatahy cuando presentó O agora que demora en el CDN (también estuvo en Temporada Alta).
Juventud perdida y ¿traicionada?
El León de Plata, por su parte, ha ido a parar a manos de Samira Elagoz, artista y cineasta con nacionalidad egipcia y finlandesa. En Venecia mostrará Seek Bromance, un montaje proteico que oscila entre la docuficción, el reportaje performativo y el happening multimedia. Con la experiencia humana de los transgéneros en el centro. Entre los creadores locales cabe destacar la presencia de Daria Deflorian y Antonio Tagliarini, que en Sovrimpressioni se remiten al Fellini de Ginger y Fred para saldar cuentas con la juventud perdida y, acaso, traicionada.
No hay que olvidar al suizo Milo Rau, uno de los directores del momento en la Vieja Europa. Tendrá un peso predominante en el cartellone veneciano, con varios largometrajes de su serie Activismo e intimidad y la representación de The Reprise, que reconstruye el asesinato homófobo de un joven de 32 años en Lieja. Y conviene consignar, además, la participación de Peeping Tom, Tolja Djokovic, Yana Ross, Giacomo Garaffoni, Natascha Belova y Olmo Missaglia, vencedor del premio para creadores de menos de 35 años. Por último, una jugosa novedad: las lecturas de los versos y las prosas más allá de la cordura de Alda Merini, en un ciclo titulado Late Hour Scratching Night. Lo abrirá nada menos que Asia Argento.