La ‘baja’ inesperada de Ignacio García, que decidió no renovar en la dirección artística del Festival de Almagro, exigió acelerar la sucesión. Irene Pardo (Almería, 1976), muy capaz y muy fogueada, fue la elegida. Su experiencia como gerente de la Red Española de Teatros ha sido una base utilísima para confeccionar una programación a la carrera. “Desde enero no hay otra cosa en mi vida más allá en Almagro”, explica a El Cultural en la cafetería de un hotel de la Plaza de Santa Ana, tras fotografiarse junto a la estatua de Calderón que hay en este teatral enclave capitalino.
Un perfil anfibio, de gestora curtida en el laberinto burocrático y de amante del patrimonio áureo (hizo Filología Hispánica azuzada por el veneno escénico que le inoculó su profesor de literatura en el instituto), es una credencial sólida sobre la que asentar el festival manchego las cinco próximas ediciones, plazo inicial de su mandato. La primera con ella al frente arranca el próximo 29 de junio.
Pregunta. Reto serio este de dirigir el Festival de Almagro. ¿Con qué actitud lo afronta?
Respuesta. Cierto, es una responsabilidad muy grande pero en la Red creo que he aprendido de todo. Ha sido un periodo muy intenso en la mediación entre artistas e instituciones públicas. Ahora, de alguna manera, paso a la primera línea. Si soñara con este tipo de cosas, realmente dirigir Almagro sería un sueño cumplido.
P. Ha tenido que armar la programación en tiempo récord. ¿Ha quedado satisfecha con el resultado a pesar de las prisas?
R. Es cierto que no son las mejores condiciones pero he hecho el festival que imaginé. Es una programación completamente mía. Por supuesto, hay asignaturas pendientes, sobre todo en el ámbito internacional, donde hay que empezar a trabajar con plazos más amplios para tejer alianzas. Pero me quedan otras cuatro ediciones para hacerlo. Mi idea, por otra parte, no es solo acoger lo de fuera sino también proyectar lo de dentro.
P. Su predecesor, Ignacio García, se volcó con América. ¿La vocación internacional suya en qué geografías se enfoca?
[Aterrizan los festivales de teatro clásico: Almagro, Mérida, Cáceres, Olmedo, Olite...]
R. Quiero volver a mirar al Mediterráneo, a países como Italia por ejemplo. No va a haber ni países ni comunidades invitadas. Ignacio [García] se centró más en América; Natalia [Menéndez], en Europa. Ahora será más un mosaico de nacionalidades diversas.
P. El Festival de Almagro no produce montajes. ¿Lo ve como una limitación?
R. Yo digo que si no puedes producir, tienes que seducir. Desde Almagro nos toca incitar el deseo. Un buen ejemplo de esto es lo que va a hacer Pepe Viyuela con Elena González, Toda la noche m’alumbres, un recital con versos de Santa Teresa o Garcilaso, acompañado por el arpa de Sara Águeda.
P. Aparte de Santa Teresa, estarán autoras como Caro de Mallén, Zayas, Sor Juana Inés… También otras menos conocidas como Florencia Pinar y Marcia Belisarda. Cargando la suerte en lo femenino...
R. Sí, de esta última, que a mí me interesa mucho, Sara Cano está preparando un espectáculo de los que te ponen el vello de punta. Al son se titula. Remite al papel gregario que han asumido las mujeres a lo largo de muchos siglos. De todas formas, yo no quiero que las listas de autores en Almagro salgan de carrerilla. Ni Lope, Calderón y Tirso por un lado, ni Caro de Mallén, Zayas y Sor Juana, por otro. Espero sorprender.
P. El éxito de Valor, agravio y mujer, de Caro de Mallén, gracias a la perseverancia de Juana Escabias, demuestra que no se puede dejar de escarbar en el patrimonio del Siglo de Oro, que hay mucha gema oculta.
R. Así es. Valor… es un punto de inflexión en el canon del Siglo de Oro. Caro de Mallén ha venido para quedarse. Es algo que se reafirmará cuando se estrene El conde de Partinuplés. Es verdad que autoras de comedias no hay tantas, entre otras cosas porque a las monjas autoras se las obligaba a quemar sus obras al morir. Pero sí, no se puede dejar de ampliar el espectro.
P. ¿Y cómo lo puede propiciar el Festival?
R. Pues trabajando siempre de la mano de los creadores y también de la academia, sobre todo con la Universidad de Castilla-La Mancha. Es fundamental para abrir nuevos caminos y para contextualizar bien cada obra que se exhibe, que todas tengan su ficha bien completa.
P. ¿No va a ‘seducir’ a alguien para que haga Los bandos de Verona, de Rojas Zorrilla, obra de la que usted hizo una edición crítica?
R. [Ríe] Bueno, es la pieza que más he estudiado de él pero yo aprecio toda su obra, que ofrece referentes de mujeres poderosas e inconformistas. Este año lo tendremos con Abre el ojo, dirigida por Eduardo Vasco, y con la Ficción Sonora que hará RNE de Entre bobos anda el juego, con Pedro Casablanc y María Adánez.
P. La Compañía Nacional de Teatro Clásico desembarca con seis espectáculos. ¿Esta contundencia cierra la polémica que abrió la marcha de García, molesto con la a su juicio insuficiente implicación de la CNTC en Almagro?
R. Lo único que puedo decir es que desde el primer día que me reuní con Lluís Homar, que hará El templo vacío en el Corral de Comedias, lo único que he encontrado es complicidad y ganas de colaborar. Porque esto no va de que la CNTC nos venda unos bolos, sino de compartir e impulsar ideas juntos a lo largo de todo el año.
P. Hay no pocas quejas porque montajes contemporáneos “adulteran” –así lo dicen los críticos– el espíritu original de los clásicos. ¿Cómo ve esto?
R. Creo que si lo explica y da información, cada creador puede hacer lo que quiera.
P. Usted hizo Filología Hispánica, esa carrera tan denostada por los utilitaristas y los pragmáticos. ¿Qué le empujó hacia esta titulación?
R. Lo que debería empujar en más ocasiones: un magnífico profesor de literatura en el instituto. Él nos inculcó el veneno del teatro. Su influencia es grande: de El Alquián, mi pueblo, también han salido Paco Bezerra y Juanma Gil. Antonio Serrano, se llama, por cierto.
P. Lo fichará para Almagro, ¿no?
R. Claro, ya lo he hecho. [Risas]
P. Como gestora cultural con mucho rodaje, ¿cuáles diría que son los déficits estructurales más graves que sufre España? Los que más le desesperan.
R. La violencia burocrática, que no haya una normativa que, por ejemplo, tenga presente las especificidades de la actividad escénica en lo contractual, fiscal, laboral… Debemos movernos en un marco muy rígido. Luego, conviene romper el esquema producción-exhibición. Hay que ir más allá, desarrollar políticas para implicar a la ciudadanía, sin verla solo como potencial público.
P. Poco o nada se habló de cultura en la última campaña que hemos padecido. ¿Cómo se lo toma?
R. No lo entiendo. Se tiende a creer que la cultura es solo un beneficio para los artistas, pero lo es para la sociedad entera. Una persona culta difícilmente gritará insultos en un estadio, por ejemplo. Aparte, si cultura y educación no van de la mano, no vamos a ninguna parte.