El tiempo en Kiev estos días de atrás ha sido estupendo. Días soleados y con cerca de 30 grados. En los parques, particularmente, se podía asistir a una auténtica eclosión celebratoria de la vida, protegida por los misiles Patriots que operan como escudo de la ciudad. Pero en esas estampas de normalidad también se percibía un detalle macabro, que devolvía al observador foráneo a la trágica realidad que vive el país desde hace un año y medio. “Hay muchos niños, ancianos y mujeres. Hombres, bastantes menos”, aclara José Gabriel Antuñano, que lleva desde el día 20 en la capital ucraniana. Él firma la dramaturgia del montaje de La vida es sueño que, dirigido por Ignacio García, se estrenará este sábado en Teatro Académico Dramático Nacional Lesya Ukrainka.

La incógnita de ambos es si se podrá completar la función de principio a fin del tirón. “Aquí, cuando suenan las alarmas, los edificios públicos son desalojados. La gente se queda en la calle o baja a los sótanos o al metro, donde levantan los tornos mientras dura la amenaza. Cada uno decide libremente. Cuando pasa una hora u hora y media, vuelve a la sala para terminar de ver la obra”, explica al teléfono Ignacio García.

“Es una costumbre asentada en este tiempo convulso que revela el valor del teatro en los países del Este de Europa”, añade. “Tienen una tradición muy arraigada. Es algo que viene de la época comunista, cuando había muchas compañías y las entradas eran muy económicas”. Otro detalle que ha perdurado de aquel periodo es la presencia de compañías estables asociadas a los teatros. Elencos amplios amparados por las instituciones, que gozan de una estabilidad laboral anhelada en países como España.

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García y Antuñano han echado mano de siete jóvenes de la formación juvenil del teatro Lesya Ukrainka, uno de los dos principales de Kiev. Hasta la guerra estaba centrado en el repertorio ruso, una circunstancia dinamitada por el zarpazo de Putin. Las piezas de Pushkin y Chéjov, entre otros tantos, ya no son bienvenidas en sus tablas. “Es una decisión radical, que plantea dudas, sí, pero se entiende en un contexto como el actual”, señala Ignacio García, infatigable embajador del legado dramático áureo por todo el mundo. La vida es sueño, en particular, la ha montado también en la India, amén de pasearla en talleres por múltiples países europeos y de América Latina.

El rechazo a la autoría rusa se extiende por otras instituciones culturales, como la Sinfónica de Kiev, que en febrero hizo escala el Festival de Música de Canarias con un programa íntegramente ucraniano. Putin quería incrementar la rusificación de Ucrania pero, queda claro, está consiguiendo lo contrario. En las calles de Kiev el empleo del ruso se ha desplomado. Yuri Andrujovich, uno de los escritores ucranianos más populares, nos lo confirmaba a su paso por España para presentar Pequeña enciclopedia de lugares íntimos (Acantalido).

Ensayo de 'La vida es sueño', con el veterano actor Oleh Zamiatin.

La ‘purga’ rusófoba ha hecho que la casi cincuentena de obras que tenía la compañía en su repertorio se haya quedado en poco más de una veintena. “Todo esto les ha incitado a mirar más hacia fuera y esto ha facilitado que llegáramos nosotros con Calderón. Yo espero que con el tiempo se vayan abriendo a más piezas españolas”, dice Antuñano, docente en su día Escuela Superior de Arte Dramático de Castilla y León, muy curtido en proyectos escénicos en Europa oriental y adaptador de cabecera de Ignacio García, con quien forma un sólido tándem creativo.

La iniciativa, en realidad, partió del embajador de España en Ucrania, Ricardo López-Aranda, muy proclive siempre al intercambio cultural. Antuñano y García han estado ya en dos ocasiones previas en Kiev, al frente de talleres destinados a ir dándole forma a una puesta en escena en la que se ha dado mayor énfasis a los aspectos del texto que reverberaban con mayor intensidad en un territorio ultrajado por la ocupación. “Las coincidencias políticas y bélicas saltaban a la vista desde el primer momento. Fíjate que los polacos, en la obra, luchan contra el Ducado de… ¡Moscovia! Moscovia es precisamente como los ucranianos llaman hoy a Rusia, porque defienden que la Rus original es la de Kiev y no quieren, por tanto, ceder el término al enemigo”, explica García, abriendo una compleja espita historiográfica.

Libertad, dignidad y resistencia son conceptos que están en el núcleo de La vida es sueña cuyo significado cobra un vigor tremendo en la Ucrania asediada por las tropas de Putin. El diálogo entre teatro y realidad sacude al espectador. Lo han comprobado en los ensayos previos, en los que han permitido la asistencia de algún grupo de espectadores locales. Aunque García ha ido más allá de lo obvio.“La gran catarsis sobrevino cuando empezamos a hablar de los sueños; cuando chicos de en torno a 20 años empezaron reflexionar sobre si cuando estalló la guerra sintieron, como Segismundo, una confusión entre lo onírico y lo real”, explica García, anterior director del Festival de Almagro, que ha tenido en Oleh Zamiatin, el actor veterano que encarna al rey Basilio, un valioso cómplice durante toda esta aventura (Zamiatin, de hecho, dirigió los ensayos desde principios de septiembre hasta que, tras 20 horas de tren desde Varsovia, García y Antuñano se personaron en el Lesya Ukrainka).

José Gabriel Antuñano e Ignacio García, delante de la Puerta de Oro de Kiev, durante la primera fase del proyecto, en otoño.

García tenía muy claro que el montaje no podía aspirar a un aparataje técnico ostentoso por lo que ha basado su trabajo en la interpretación actoral y en el texto adaptado por Antuñano a la coyuntura bélica. Aunque sí ha podido desplegar una pantalla donde se proyectarán imágenes de la guerra presente. El texto, por cierto, ha sido veteado con testimonios de los propios actores, que rompen la cuarta pared para narrar sus vivencias personales durante el conflicto. Son pasajes intercalados en el verso calderoniano, cosidos a él por Antuñano, con los que se refuerza la conexión de la escena con la cotidianidad extrema en la que los miembros del elenco intentan salir a flote, sobre todo aferrándose a su oficio de comediantes.

Como los músicos de la Sinfónica de Kiev, están dispensados del reclutamiento forzoso. Zelensky es consciente de dónde está su trinchera y de que su combate, con palabras y con notas, también impacta en el enemigo y concita complicidades. No obstante, hay ocasiones en las que van a las zonas ‘calientes’ para hacer representaciones que permitan a los soldados concederse un respiro y, de paso, coadyuven a azuzar sus impulsos combativos contra el ocupante mediante piezas inspiradoras. También se dan casos curiosos, como el de uno de los actores de la compañía que regresa de la batalla para los estrenos y, cuando termina su compromiso artístico, retoma el rifle.

“Hacer La vida es sueño aquí nos está enseñando cosas de la obra que jamás hubiéramos conocido”, dice García, que sigue notando entre los ucranianos una convicción inquebrantable en que esta guerra la van a ganar. Una guerra que, a su juicio, no solo es suya: “Nos estamos jugando el modelo cultural que regirá el mundo en el futuro, uno totalitario frente a otro en libertad”. Él, junto con su troupe ucraniana, a la que quiere traer pronto a España, se esfuerza para que sea este último el que alcance la victoria.