Shakespeare comprimió en su obra dramática más corta un cúmulo ultraconcentrado de confusiones que le ha permitido a Andrés Lima explotar su vertiente más cómica y disfrutona. La comedia de los errores, rematada en 1592 por el bardo de Stratford y basada en Menaechmi de Plauto, escenifica el enredo generado por sendas parejas de gemelos, los alumbrados por Egeon y Emilia, y los comprados por esta misma pareja para que sus hijos naturales tuvieran, cada uno, un sirviente. Los dos tándems amo-criado se separan por un naufragio pero, años después, coincidirán en Éfeso, provocando un lío de identidades desternillante.
La trama, pues, es un juego de espejos. Las mujeres confunden a sus maridos, al igual que los sirvientes a sus amos. “A partir de aquí sobrevienen errores con antiguos deudores, joyas en manos equivocadas, deudas no saldadas, que van endemoniando a nuestros personajes hasta el punto de necesitar a un exorcista. Todo se enredará más y más, error sobre error, hasta la aparición de una Madre Abadesa que ni es monja ni es virgen. Entonces es cuando el desastre se convierte en una fiesta”, explica Andrés Lima.
“Lo que más me interesa”, añade el Premio Nacional de Teatro en 2019, “es el lenguaje preciosísimo de Shakespeare, que incluye dificilísimas piruetas con palabras que Albert Boronat [firmante de la versión] ha traducido muy bien, y también me motivaba mucho el desafío metateatral que supone que seis actores tengan que encarnar a 24 personajes. Estamos ante un ejercicio para seis malabaristas de la interpretación”.
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La pieza, que se estrenó en el imponente Teatro Romano de Mérida este verano, dentro del festival de teatro grecolatino de la ciudad extremeña, llega ahora a los Teatros del Canal: estará en cartel del 12 al 22 de octubre. El elenco que tiene Lima a sus órdenes lo encabeza Pepón Nieto, también productor del espectáculo. Lo acompañan Antonio Pagudo, Fernando Soto, Rulo Pardo, Avelino Piedad y Esteban Garrido. Nieto y Lima, más los “malabaristas” citados, se han confabulado para armar un fiestón escénico.
El primero, de hecho, describe el montaje como un chiringuito playero que anima al personal a seguir cultivando el lado lúdico y hedonista de la vida cuando caiga el telón. A ritmo de sirtaki. Sin dejar de preguntarse, eso sí, si la verdad no es, en el fondo, un error.