Una invisible corriente mística está en el corazón de la estética de Peter Brook. El director no recibió de niño la educación religiosa que se espera de una familia judía, pero de adulto se hizo seguidor de las enseñanzas del filósofo y maestro de danzas armenio George Gurdjieff, quien decía que todo hombre puede aspirar a la sabiduría pero adquirirla exige adiestrar la conciencia.
Brook exploró esta vía espiritual desde muy joven y se mantuvo fiel hasta el final de sus días, cuenta en Hilos del tiempo (Siruela). Si trazamos el itinerario de los viajes que emprendió por Afganistán, Persia, África e India hay incluso cierto paralelismo con los que Gurdjieff realizó por Oriente Medio y el Himalaya. No es caprichoso que en 1979 ruede la fascinante Encuentros con hombres notables, sobre la peregrinación del armenio por cenobios de aquellas tierras en busca de los hombres sabios.
De manera recurrente, también Brook se preguntaba por la verdad de su vida y el significado de su arte. Tras dos décadas de trabajo en Londres, París y Nueva York, donde había transitado por la ópera, el teatro boulevard y Shakespeare con rompedores montajes, a finales de los sesenta abandonó ese mundo después de un revelador viaje por Afganistán. Fundó en París el Centro Internacional de Investigación Teatral y comenzó a experimentar nuevos métodos de trabajo.
"En los mercados de África comprobó cómo el entorno facilitaba un diálogo fluido con los espectadores"
El primer montaje del grupo no pudo ser más insólito. Tuvo lugar en las ruinas de Persépolis. La obra estaba escrita en un lenguaje totalmente inventado por el poeta Ted Hughes, el orghast, que dio nombre a la obra. Se representó en la cúspide de la montaña en la que están las tumbas de los reyes persas y desde la que se domina la ciudad antigua. Fue un ritual con hogueras, antorchas, a la luz de la luna; las palabras incomprensibles sonaban primitivas.
África fue el siguiente destino, motivados por actuar de forma improvisada frente a gente que nunca había visto teatro occidental. Llegaban a ciudades, extendían una alfombra cerca de los mercados. Comprobó cómo el entorno facilitaba un diálogo fluido con los espectadores durante las actuaciones, también lo poco que se necesita para captar y desarrollar la imaginación, lecciones que serían esenciales.
De vuelta a París, afincado ya el grupo en el peculiar teatro Les Bouffes du Nord, es momento de destilar las experiencias vividas. El teatro abrió sus puertas en 1974, con Timón de Atenas. A partir de entonces, el director fue componiendo un selecto y original repertorio, que alternaba lo contemporáneo con la tradición: textos sobre una tribu de Uganda como Les iks, Ubu de Jarry, Chéjov y Shakespeare, óperas como el bello montaje La tragédie de Carmen (1982), para el que no se empleó más decorado que un suelo de tierra. Tierra sería también la que pisaran los personajes del Mahabbharata (1985), hito de su carrera, el antiquísimo poema épico indio en el que el grupo empleó diez años de producción.
Se despidió con La tragedia de Hamlet, pero todavía perviven en el recuerdo piezas montadas con una sencillez abrumadora: La tempestad (1990), El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (1993), Tu mano en la mía (2003, de Chéjov con Michel Piccoli y Nastasha Parry), Días felices (1998) y Fragmentos (2008), ambas de Beckett, El traje (2012)… Why (2018) fue lo último que vimos en Madrid. Brook, con más de 90 años volvía a preguntarse por qué hacer teatro.
Nos dejaron
Jerzy Grotowski (1933-1999). Sarah Kane (1971-1999). Harold Pinter (1930-2008). Merce Cunningham (1919-2009). Pina Bausch (1940-2009). Arthur Miller (1915-2015). Brian Fiel (1929-2015). Dario Fo (1926-2016). Arnold Wesker (1932-2016). Edward Albee (1932-2016). Neil Simon (1928-2016). Sam Shepard (1943-2017). Arthur Kopit (1937-2021). Jorge Lavelli (1932-2023). Maurizio Scaparro (1932-2023)...