María Goiricelaya (Bilbao, 1983) lleva unas semanas en la primera línea mediática. Una posición demasiado visible que pasa factura en el plano psíquico. La petición de Vox de retirar Altsasu de la cartelera de La Abadía ha creado en torno al estreno (día 18) de esta obra suya una tensión que trasciende lo teatral. En la sala chamberilera han llegado estos días peticiones de entrevistas para Goiricelaya de medios en los que la actividad escénica, de ordinario, no tiene ninguna cabida. Han olido la sangre y se han movilizado en busca de titulares con gancho.
La expectación se debe a los hechos que reconstruye: la agresión a dos guardias civiles y sus novias en la localidad navarra de Alsasua el año 2016. Aquel episodio violento dio pie a un juicio en el que la fiscalía y varias acusaciones populares (víctimas del terrorismo y asociaciones de la Benemérita) exigieron la aplicación del tipo penal de terrorismo. Sobre los ocho encausados pendían así penas de hasta 62 años, al ser vistos, de alguna manera, como herederos de la banda terrorista ETA.
El juicio estuvo marcado por las manifestaciones masivas en Pamplona contra lo que un amplio sector de la sociedad navarra consideraba una severidad punitiva desproporcionada. La gresca política se enconó y el caso Altsasu copó portadas y motivó broncas encendidas en el debate público. De ese ambiente emponzoñado no escapa el estreno en Madrid de la ficción documental de Goiricelaya, nominada en los Max en las categorías de mejor autoría y mejor espectáculo.
Un trabajo de la codirectora artística del Festival de Teatro de Olite que no es neutro (se aprecia en particular la intención de mostrar los flancos débiles de la sentencia condenatoria, que impuso penas de entre 3 y 12 años), aunque no deja de mostrar el clima de exclusión que padecen todavía hoy en el País Vasco los agentes de los cuerpos de seguridad del Estado y sus familiares.
Pregunta. ¿Qué le movió a escribir Altsasu? ¿El sentimiento de que se había cometido una injusticia? ¿Contra quién?
Respuesta. Pensé en Altsasu después de que José Sanchis Sinisterra me invitara a participar en un proyecto de dramaturgia internacional llamado Cicatrizar: dramaturgias para el nunca más. Cuando Sanchis me preguntó por una cicatriz, lo primero que me vino a la cabeza fue Altsasu. Había visto las manifestaciones masivas en Pamplona, las múltiples concentraciones, el impacto que este caso estaba teniendo en otras comunidades y en distintos colectivos sociales, sindicales y políticos. Me pareció que el debate que este caso estaba suscitando merecía la pena ser llevado al teatro.
P. ¿Le parece exagerada la pena que se les impuso a los jóvenes que participaron (aunque los dos ‘protagonistas’ niegan haberlo hecho) en la agresión en el bar Kotxa?
R. Hubo magistrados del supremo que así lo expresaron en relación a la primera pena solicitada: desmesurada y desproporcionada. También lo hicieron sindicatos, partidos, cientos de ciudadanos. El caso provocó indignación y perplejidad entre políticos, sectores sociales e instituciones. Lo interesante de esta pieza no es lo que me parece a mí; es lo que el público es capaz de extraer cuando termina el espectáculo.
Vínculo con ETA no acreditado
P. Un perito de la Guardia Civil admite que no hay documento alguno que vincule fehacientemente a ETA con el movimiento Ospan Mugimendua, al que presuntamente pertenecen los condenados y que exige a la Guardia Civil abandonar Navarra. ¿Este dato sería suficiente para invalidar la consideración de acción terrorista de aquella agresión?
R. Varios de los condenados niegan pertenecer a ese movimiento aunque la fiscalía vinculó a dos de ellos al Ospa. Por otro lado, no existen documentos que vinculen ese movimiento con ETA. Si ese dato fue o no suficiente para invalidar la consideración de terrorismo es algo que los jueces decidieron en su momento. Lamentablemente, este tipo de agresiones a los cuerpos de seguridad se dan frecuentemente. Sin embargo, en muy pocas ocasiones se consideran acciones terroristas.
P. De todas formas, los hechos no fueron calificados como una acción terrorista.
R. Exacto. Finalmente estas personas fueron condenadas por un delito de atentado y lesiones. El delito de terrorismo cayó en la Audiencia Nacional y se pasaron de los 62 años de prisión pedidos al inicio a máximos de 12 en la última sentencia.
P. En cualquier caso, algunos objetivos de Ospan y de ETA son exactamente iguales, como la expulsión de las fuerzas de seguridad del Estado del País Vasco y Navarra. Cierto es que los integrantes de Ospan están en su derecho de perseguirlo y que hay una diferencia sustancial: ETA usaba la violencia y Ospan no. Pero en Altsasu sí hubo violencia contra la Guardia Civil. ¿Cómo ve todo esto?
R. Efectivamente la diferencia sustancial reside ahí, en el uso de la violencia, pero la relación entre terrorismo y violencia es asimétrica: como sabemos no toda violencia es terrorismo, pero sí que todo terrorismo es violencia. En Altsasu hubo violencia, sí, pero los jueces decidieron que aquello no fue terrorismo.
P. La obra, a partir de los testimonios vertidos en el juicio, pretende evidenciar que las lesiones físicas fueron de una gravedad -digamos- limitada a pesar del tumulto y la desigualdad de fuerzas de las partes enfrentadas: lo máximo fue la fractura de un tobillo de uno de los agredidos. También se aclara que no hay lesiones defensivas en sus cuerpos, por ejemplo, en antebrazos, típica al protegerse la cabeza. ¿Esta circunstancia también avalaría la opinión de la desproporción de la pena?
R. En la España contemporánea hay peleas diarias con los cuerpos de seguridad del estado. Muchas de ellas con resultados lesivos mucho más graves que lo que sucedió en Alsasua y con penas mucho menores. No sé si esto avala la desproporción de la pena, pero es un hecho que no han existido penas de este tipo en circunstancias similares.
En este caso, el delito venía agravado en el inicio por abuso de superioridad y discriminación, y desórdenes públicos y amenazas. Tendríamos que examinar qué tipo de agravantes han existido en otras circunstancias parecidas para ver si, efectivamente, y una vez que se desestimaron los delitos de terrorismo y los cargos de abuso de autoridad y discriminación ideológica, existen penas que puedan avalar o no esta desproporción.
El embate de "la censura"
P. ¿Cómo se toma que toma que Vox haya pedido la retirada de la obra de La Abadía y que desde el gobierno del Partido Popular de la Comunidad no se haya cedido a tal pretensión?
P. La petición de retirada de cualquier obra artística es algo que me apena profundamente. La censura es un ataque directo a la libertad y este tipo de actos no forman parte del proceso democrático. Yo confío en que la profesión sepa resistir a cualquier intento de control artístico que quiera eliminar la tan rica y necesaria multiplicidad de miradas y pensamientos.
P. ¿Diría que la obra pertenece al género verbatim? ¿Hasta qué punto respeta la literalidad de la documentación judicial? Usted siempre habla de "ficción".
R. Porque Altsasu es una ficción; así está definida en su primera página. Tiene parte de verbatim y la documentación judicial es literal aunque está adaptada al número de actores/ actrices de la pieza. En escena sólo hay cuatro personas, aunque las personas implicadas fueron muchas más. De ahí el trabajo de adaptación y resumen de la extensa documentación judicial para dar voz a todas las partes implicadas.
P. ¿En qué se basa para componer los parlamentos en que Aritz y Hodei, dos de los condenados, narran sus fatigas carcelarias?
R. Son pura ficción; imaginación pura. Cuando la escribí pensé en las fatigas carcelarias de cualquier preso jóven.
P. ¿Cómo ha sido recibida la obra en los teatros del País Vasco y Navarra en que ha sido representada?
R. Igual que en el resto de lugares por los que ha pasado. Altsasu ha sido recibida con emoción y con público en pie allí en donde ha estado: País Vasco, Navarra, Galicia, Alicante, Cataluña, Madrid (estuvo en Pinto hace unos meses), Bogotá, Medellín, Montevideo... Todos y cada uno de los públicos que se han acercado a ver la pieza han salido con ganas de hablar, de debatir, de compartir, de reflexionar.
P. ¿Para qué le gustaría que sirviera esta obra?
R. Me gustaría que sirviera exactamente para aquello para lo que fue concebida: para juntar a personas diversas a compartir, reflexionar y hablar de aquello que nos duele. Para buscar el perdón compartido, para restañar heridas, para seguir persiguiendo la convivencia en una sociedad democrática.