Vistas de la exposición en el Palacio de Velázquez. Foto: Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía

Vistas de la exposición en el Palacio de Velázquez. Foto: Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía

Arte

Ulla von Brandenburg, un gran muñeco de trapo en el Palacio de Velázquez

Es conocida por sus grandes telones de vibrantes colores con los que dibuja coreografías en el espacio. El Museo Reina Sofía reúne algunos ejemplos. 

9 enero, 2024 01:35

No es la mejor exposición de la artista Ulla Von Brandenburg (Karlsruhe, Alemania, 1974). Hay cierta desgana en la forma en la que se han instalado sus grandes telones y se han distribuido los vídeos y los objetos por el espacio. Resulta bastante decepcionante si se conocen trabajos suyos anteriores. El gran muñeco de trapo que se apoya derrengado, como dejado caer sobre una de las paredes, igual que una marioneta a la que le han cortado los hilos y que espera un triste final, parece contagiar su espíritu a toda la individual.

Ulla von Brandenburg. Espacios de una secuencia

Palacio de Velázquez (Museo Reina Sofía). Madrid. Hasta el 10 de marzo

La artista no ha logrado que los espectadores entren en la ficción que ha pretendido crear. Solo hay que observar cómo se mueven por el espacio, sin pararse, dando muy pocas oportunidades a las películas y aún menos a los objetos que habitan la gran instalación que quiere ser esta muestra. Ni al pobre muñeco de trapo prestan atención. Caminan, dan una vuelta rápida y salen de nuevo al parque del Retiro para continuar su paseo. Hay ciertas claves de lectura que exigen un tiempo que los espectadores han decidido no concederle.

Las coreografías son fundamentales en las obras de esta artista y las de los visitantes, sin duda, también importan. Observar el modo en el que se mueve el público por las exposiciones ayuda a entender si funciona el relato que se ha querido contar y, en este caso, se constata que no lo hace.

La percepción es la base de muchas de las obras de von Brandenburg, al igual que los colores

Quizás la causa haya sido la dificultad del espacio: los palacios del Museo Reina Sofía son complicados, muchas veces pueden con lo que contienen y han sido pocos los artistas que han sabido resolver el reto. Aunque es extraño en el caso de Von Brandenburg, porque su formación como escenógrafa y la teatralidad habitual de sus instalaciones, como las espectaculares que realizó en el Palais de Tokyo de París o en la Secession de Viena, hacen pensar que es una artista más que adecuada para superar estas dificultades.

La obra tiene elementos que deberían hacerla atractiva: los colores básicos, las formas primarias, los propios telones que crean pequeñas carpas a las que entrar y de las que salir… Sin embargo, hay algo que impide que el que visita la muestra se convierta en cómplice, sea un actor más, como se pretendía. Espacios de una secuencia, así se titula, no deja atrás cierta convencionalidad que no le favorece, porque no funciona como retrospectiva, no hay obra suficiente para que nos hagamos una idea de la trayectoria de la artista, ni tampoco lo hace como una gran instalación.

Vista de la exposición en el Palacio de Velázquez. Foto: Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía

Vista de la exposición en el Palacio de Velázquez. Foto: Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía

Puede que sea una cuestión de percepción pero la percepción es la base de muchas de las obras de Von Brandenburg. Por ejemplo, los tonos que elige para los telones que utiliza para fragmentar el espacio, para construir pequeñas carpas de circo, o escenarios mínimos en los que incluir objetos, se basan en la teoría del color de Johann Wolfgang von Goethe, que añadió una dimensión psicológica y emocional a lo que antes era considerado una cuestión física. Algo que puede trasladarse también a las formas geométricas básicas, como son el círculo, el triángulo y cuadrado y sus combinaciones, que construyen los límites de esas habitaciones distribuidas por el Palacio de Velázquez a las que algunos no entran. Aunque se hable de romper con la idea de dentro y fuera en el texto que acompaña la visita, de quebrar la cuarta pared, esa frontera infranqueable de los escenarios que expulsa al espectador.

Colores primarios y secundarios y formas básicas sobre las que también trabajaron los artistas de la Bauhaus, a la que se cita y se homenajea en una de tres las películas en blanco y negro, Enmascarado y, sobre todo, silencioso (2022), en la que los protagonistas juegan, como si se tratara de un espectáculo de malabaristas, con algunos de los objetos que después se encontrarán dentro de las carpas en otra escala mucho mayor.

[Vibrar, recordar y poner en entretela]

Otros de estos elementos de atrezo cobran vida en El teatro de los objetos (2009), una proyección temprana que ya reúne lo que caracterizará la producción cinematográfica de Von Brandenburg: cámara inmóvil, un solo plano, apenas montaje… que convoca ese tiempo de la historia del cine en el que el truco visual importaba más que la narrativa.

Son objetos que querrían ser siniestros –otra de las referencias de Von Brandenburg es el psicoanálisis– pero que no lo logran porque el hilo que los mueve queda siempre al descubierto. Algo descolgada, aunque repite elementos de las otras películas y juega con la ruptura de la cuarta pared, queda Teatro de sombras (2012), en la que tres actores mueven unas siluetas que parecen replicarles, confundiendo lo que es representación con lo que podría ser realidad.