María Galiana y Lucía Quintana. Foto: Sergio Parra

María Galiana y Lucía Quintana. Foto: Sergio Parra

Teatro

María Galiana, 'la reina de la belleza' que evoca la soledad de la vejez

Juan Echanove dirige esta célebre obra de Martin McDonagh, autor de títulos como 'Almas en pena de Inisherin' o 'Tres anuncios en las afueras'

5 junio, 2024 02:17

En la línea del teatro de la crueldad, La reina de la belleza de Leenane fue el debut de Martin McDonagh, (Londres,1970) y su confirmación como uno de los mejores dramaturgos actuales.

Aquel título de 1996, el primero de una trilogía ambientada en el condado irlandés de Galway, narraba lhistoria de dos mujeres, MagGolan y su hija Maureen, obligadas a vivir juntas por la dependencia de la madre, una anciana con problemas de movilidad. Esta relación tensa y represiva, muy deteriorada, irá empeorando cuando el eventual regreso a la aldea de Pato Dooley despierte los recelos y el temor de la madre a quedarse definitivamente sola.

Adaptada por Bernardo Sánchez Salas, con dirección de Juan Echanove, llega el 5 de junio al Teatro Infanta Isabel. Un montaje que rehúye el naturalismo y se aproxima al realismo más crudo.

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En mitad de un inmutable espacio conformado por un salón-cocina-comedor, María Galiana y Lucía Quintana, acompañadas en escena por Javier Mora y Alberto Fraga, dan vida a las protagonistas de esta historia que aborda temas como el cuidado de los mayores, la vejez, la salud mental o la despoblación...

“McDonagh ha sabido reflejar como nadie las circunstancias vitales que reúnen determinados personajes situados en los confines del mundo”, dice Echanove, para quien la obra sigue de actualidad. “Lo más canalla de nuestra sociedad es que evoluciona muy poco. Avanzamos tecnológicamente, pero las personas no”.

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Dueño de un humor negro e incisivo, a McDonagh se le conoce por películas como Escondidos en BrujasAlmas en pena de Inisherin Tres anuncios en las afueras, donde también se percibe ese ambiente opresivo y el deseo de huida de sus protagonistas, envuelto en ciertas dosis de violencia –el propio dramaturgo ha declarado en alguna ocasión estar más cerca de Tarantino que de Shakespeare y Antón Chéjov-.