Resulta sorprendente que solo exista una prueba documental sobre el primer lugar de entierro de Cristóbal Colón, una figura de innegable envergadura para la historia universal. Se trata de un pequeño párrafo que anotó Rodrigo Verdesoto en su recopilación, en forma de anales, de los hechos más singulares que ocurrieron en Valladolid entre 1490 y 1518, mientras fue regidor de la ciudad. Dice así: "El almirante Colón que descubrió las Indias y otras muchas tierras murió en esta villa miércoles víspera de la Ascension 20 de Mayo de [1]506. Enterrose en [el convento de] S. Francisco en la capilla de Luis de la Cerda en la cala/ostra".
Pero el manuscrito original no se conserva. Esta referencia se conoce gracias a José de Vargas Ponce (1760-1821), un marino ilustrado, polígrafo y presidente de la Academia Española de la Historia, que extractó de los textos de Verdesoto los datos que más le llamaron la atención. No hay otra fuente que corrobore que Colón, ya enfermo y sentenciado por un ataque al corazón, fuese inhumado en la capilla de Luis de la Cerda, cuyo titular en ese momento era el conde de Cabra, como consorte de la heredera". Tres años más tarde, los restos del almirante serían enviados al monasterio de La Cartuja de Sevilla, iniciando una odisea que discurriría por Santo Domingo y La Habana hasta su regreso definitivo a la catedral de Sevilla en 1898.
El convento vallisoletano de San Francisco, uno de los más importantes de esta orden en territorio peninsular, que llegó a contar con 120 frailes, fue derribado en 1837, durante la desamortización de Mendizábal. Su memoria, y la del primer lugar de entierro del navegante genovés, cayeron bajo el olvido de los edificios modernos y el cemento. Ahora, un proyecto de investigación dirigido por el historiador Marcial Castro Sánchez y los arquitectos Juan Luis Sáiz Virumbrales y Francisco M. Morillo Rodríguez asegura haber hallado el lugar exacto de la capilla que albergó brevemente los huesos del célebre marino.
"Hemos recuadrado perfectamente el espacio donde fue enterrado Colón. Ahora hemos visto que tiene una delimitación exacta 11x11 metros", explica Sáiz Virumbrales, que escoltado por sus compañeros ha presentado los resultados de los trabajos este jueves en el Museo Naval de Madrid. Lo que queda de ese espacio, unos restos apenas noticiables a un par de metros de profundidad, han sido identificados a través de una prospección con georradar en la actual calle Constitución, así bautizada por los liberales y a escasos metros de la plaza Mayor.
Dos documentos han sido claves para delimitar la zona sobre la que aplicar las modernas herramientas tecnológicas y comprobar qué hay debajo del suelo: las crónicas, fechadas en 1660, de Matías de Sobremonte, un fraile que vivió en el convento y que firmó detalladas descripciones, y un plano bastante exacto del conjunto franciscano elaborado en 1810, durante la ocupación francesa de la ciudad. "Imprimí un plano de Valladolid de esa manzana y al superponerlo al trasluz de mi ventana vi perfectamente cómo la capilla estaba prácticamente ocupando todo el ancho de la calle constitución", narra con pompa Marcial Castro.
Restos en el arca
Los investigadores consideran que Cristóbal Colón tuvo que morir en la casa de algún personaje acaudalado de la Valladolid de 1506. En ese momento la ciudad no contaba con catedral, por lo que el convento de San Francisco era uno de los lugares necrológicos de mayor prestigio. Una de las extrañezas del caso es que un tal Montemayor, según el citado Sobremonte, trató de adueñarse a principios del siglo XVI de la capilla del conde de Cabra, una sala capitular privatizada, ante el desinterés de sus propietarios, que vivían en Andalucía. Enterró hasta cuatro cuerpos que se exhumaron antes de 1510 por la denuncia de los dueños del sitio ante las autoridades.
Quizá por ser sepultado en ese periodo de irregularidades, Colón no aparezca en los listados del centenar de difuntos que acogió la capilla, entre los que se encuentran otros personajes ilustres como Antonio de Guevara, cronista de Carlos V y uno de los autores más leídos de la época; o Hernando de Cabezón, organista de Felipe II. También aparece en los registros un Hernando de Pulgar, que podría corresponderse con el cronista de los Reyes Católicos desaparecido en 1492. En el mausoleo colombino fue inhumado un héroe irlandés de finales del siglo XVI, Red Hugh O'Donnell, cuyos restos se buscaron con una excavación arqueológica en la primavera de 2020.
Para confirmar su hipótesis sobre la identificación del enterramiento original del almirante, los investigadores aseguran que es necesario realizar una cata arqueológica, que se antoja difícil al tratarse de una calle muy transitada y con canalizaciones de agua y luz. Aunque quizá la respuesta definitiva se encuentre en los laboratorios de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada. Allí, el catedrático de Edafología Rafael Delgado Calvo-Flores y su equipo están analizando los materiales que había en el interior del arca de plomo que conserva los restos de Colón en la catedral de Sevilla —se extrajeron como parte del proyecto que investiga el origen del navegante, dirigido por el forense José Antonio Lorente—.
Los resultados que han trascendido hasta ahora apuntan a que las muestras de ladrillos, mortero, tierra, piedras, carbones o incluso caracolas tienen distinta procedencia, desde América hasta probablemente Valladolid. Estos análisis permitirán dibujar con exactitud cuál fue el recorrido realizado por los huesos de Colón y respaldar lo que dicen las fuentes escritas.
Además de tratar de resolver el enigma colombino, el estudio de Castro, Sáiz y Morillo se ha centrado en definir las dimensiones y el aspecto del convento. También ayudándose en el plano de principios del XIX y en los resultados del georradar han elaborado un modelo en 3D del conjunto. La reconstrucción digital de la primera tumba del almirante que descubrió América.