Sorprende leer a Primo Levi, probablemente la voz más poderosa sobre la aterradora experiencia del Holocausto, decir que Rudolf Höss, el comandante de Auschwitz, la principal fábrica del exterminio nazi donde al día se mataban a miles de personas, no era un monstruo ni un sádico. Casi suena hasta contradictorio que unas líneas después el autor de Si esto es un hombre defina al oficial alemán como uno de los máximos criminales que jamás hayan existido. Pero su inteligente razonamiento sirve para demostar hasta qué nivel de inhumanidad puede conducir una ideología aceptada con la radicalidad con que el pueblo alemán asumió los postulados de Adolf Hitler.
Por eso dice Levi que Yo, comandante de Auschwitz, una suerte de autobiografía que escribió Höss entre enero y febrero de 1947, un par de meses antes de su ejecución en las inmediaciones de uno de los antiguos crematorios del lager, es "uno de los libros más instructivos que se hayan publicado nunca". La lectura crítica que se puede extraer de la obra vence a todas las infamias y falsedades que contiene, y mitiga la repugnancia de los pasajes autoexculpatorios —en un momento llega a reconocer que "el exterminio de judíos constituía un error, un error total"— y de las acusaciones de indiferencia con que los sonderkommando retiraban los cadáveres de las cámaras de gas.
La nueva edición de las memorias de Höss a cargo de Arzaliza —la tercera que se publica en castellano tras las de El Aleph Editores en 1979 y Ediciones B en 2009— encabeza la avalancha de obras literarias que abordan el Holocausto, un género que sigue siendo inagotable. Ensayos, novelas y testimonios personales inundan actualmente las librerías españolas. La pregunta es si queda alguna rendija todavía por radiografiar del mayor crimen de la historia de la humanidad, algún enfoque que brinde enseñanzas novedosas, o si precisamente se está abusando de esa percha para vender libros.
Höss, que fue el responsable de colocar la miserable frase Arbeit macht frei sobre la puerta principal del campo de Auschwitz, integra el primer grupo de los Ejecutores, víctimas y testigos que definió Raul Hilberg en uno de sus trabajos más destacados, que ahora ha reeditado Arpa. El historiador que cambió la forma de comprender la Shoah con La destrucción de los judíos europeos (1961) traza la historia de la catástrofe de este pueblo acontecida entre 1933 y 1945 enlazando biografías y retratos de los individuos que la causaron, sufrieron y presenciaron.
Un mosaico escalofriante a todas luces, y que le permite a Hilberg retratar con suma precisión una horripilante característica del Holocauso: la supuesta impersonalidad del crimen. "Ningún hombre ni organización —escribe— fueron exclusivamente responsables de la destrucción de los judíos. La labor se difuminó entre una gran hueste de burócratas; cada hombre tenía la sensación de que su aportación no era más que un granito de arena en ese mismo proyecto. Por estos motivos, un edil o secretario municipal, o un guardia uniformado, no se consideraba a sí mismo culpable".
Supervivientes, médicos...
En el campo de las memorias, las de Höss, protagonista también, aunque en la carne de un álter ego llamado Robert Lang, de la perturbadora novela La muerte es mi oficio (SextoPiso), del Premio Goncourt Robert Merle, no es la única opción disponible. De las cenizas a la vida (Punto de Vista) constituye el descarnado y sincero relato de persecución, odio, muerte y supervivencia protagonizado por Lucille Eichengreen, una joven judía alemana que logró esquivar al sanguinario Josef Mengele y resistir en los campos de Neuengamme y Bergen-Belsen.
Los supervivientes del exterminio nazi se han enfrentado a esa dicotomía de abrazar el silencio para pasar página de su estancia en el infierno o tomar la palabra para que nunca se olvide lo que fue el Holocausto. A este segundo grupo perteneció Enrique Calcerrada Guijarro, que cuenta en sus memorias Sobrevivir a Mauthausen-Gusen (Ediciones B) la necesidad de tomar conciencia para "ser los depositarios de un porvenir pacífico para todos los hombres, y relegando el odio estéril, hacemos juramento de nada olvidar, poniendo lo que esté en nuestro poder para que el mundo no vuelva jamás a repetirlo". Él fue uno de los pocos españoles que escapó con vida del subcampo nazi, conocido como "el matadero de Mauthausen", en el que murieron unos 4.000 compatriotas.
Siguiendo con el protagonismo español, uno de los ensayos recientes más interesantes es El Holocausto y la España de Franco (Turner), un trabajo de los historiadores Enrique Moradiellos, Santiago López Rodríguez y César Rina Simón que dibuja el camaleónico y contradictorio comportamiento del régimen frente a las políticas nazis. Otra publicación reciente es Monowitz (Confluencias), en la que el investigador Alberto Mira Almodóvar traza un bosquejo del origen, las causas, el desarrollo y efectos de la lógica del exterminio nazi centrándose en el conocido como "tercer Auschwitz", un subcampo en el que se mezcló el trabajo industrial con la muerte.
Después hay personajes, como Ana Frank, que siempre están presentes en la estantería de novedades. Dos obras recientes exhiben en su portada el nombre de la niña que escribió los diarios más famosos de la historia. La primera, ¿Quién mató a Ana Frank? (HarperCollins), de Rosemary Sullivan, señalaba a un notario judío como el delator del escondite, pero las reimpresiones han sido suspendidas al denunciar muchos investigadores una serie de imprecisiones de la investigación. La segunda, Después del diario de Anne Frank (Kalanadraka), de Bas von Benda-Beckmann, desvela nuevos datos sobre el periplo por los campos nazis de las ocho personas de la Casa de atrás, del solo quedó con vida Otto Frank, el padre de la niña.
Taurus, por su parte, ha publicado El médico de Himmler, un libro en el que François Kersaudy cuenta la sorprente historia de Felix Kersten, un fisoterapeuta que por diversos azares trató al máximo jefe de las sanguinarias SS y logró salvar a decenas de miles de personas de ser asesinadas.
Un fenómeno muy habitual en los últimos años ha sido rescatar, bien desde la ficción o el ensayo, las historias de las inverosímiles profesiones que se desarrollaron en Auschwitz: el farmacéutico, la bibliotecaria, la bailarina, el tautador, la enfermera, el mago, el violinista... Ahora Planeta publica (el 4 de mayo en librerías) Las modistas de Auschwitz, de la historiadora británica Lucy Adlington, donde recoge la odisea de veinticinco mujeres que fueron seleccionadas en el campo para confeccionar ropa a medida para las damas de la alta sociedad nazi. La investigación cuenta con una entrevista a la última costurera superviviente, de 98 años.
En el campo de la ficción también cabría citar La cuerda invisible (Periférica), de Erich Hackl, sobre el artesano y alpinista Reinhold Duschka, que escondió en su taller de Viena a madre e hija judías; Historia de los abuelos que no tuve (Anagrama), de Ivan Jablonka, que indaga en la vida de sus antepasados asesinados en Auschwitz; o El día que escapé del gueto (Catedral), de John Carr, una novela sobre cómo se salvó su padre. Con toda seguridad, no serán las últimas obras vertebradas por el Holocausto.