Aunque su rostro jovial y luminoso proyecte lo contrario, Ian Kershaw (1943, Oldham, Reino Unido) está exhausto tras toda una vida dedicada al estudio del turbulento y sangriento siglo XX europeo. El autor de la biografía más monumental que existe sobre Adolf Hitler confirma que este Personalidad y poder (Crítica) es el último libro, el último análisis histórico en profundidad, en el que se ha embarcado.
Se despide el prolífico y respetado historiador británico con una radiografía de doce personajes —Lenin, Mussolini, el führer nazi, Stalin, Churchill, De Gaulle, Adenauer, Franco, Tito, Thatcher, Gorbachov y Kohl— que destruyeron y forjaron la Europa moderna. Un estudio sobre cómo estas figuras políticas ejercieron el poder y sobre cómo sus acciones tuvieron un impacto extraordinario más allá de las fronteras de sus propias naciones. Una lectura que arroja numerosas enseñanzas para un presente que acumula cada más sombras.
Pregunta. ¿Cuál es su conclusión? ¿Los "grandes hombres", aunque no le guste ese término, alteran el curso de la historia?
Respuesta. Sí, lo hacen en circunstancias particulares. Sin ellas, estas personas nunca habrían formado parte de la historia. Detrás de estos individuos también hay determinantes que dan forma a la historia. Todos los personajes que he elegido son producto de esas circunstancias y esos cambios. Sin la I Guerra Mundial, probablemente nunca habríamos tenido noticias de Mussolini o Hitler. Sin el colapso de la democracia en España, Franco nunca habría tenido la oportunidad de convertirse en el líder del país. Todos fueron creados mediante determinantes estructurales que no controlaban. Pero una vez en el poder, cada uno de ellos tuvo un impacto considerable y cambió el curso de la historia.
P. A pesar de las evidentes diferencias, ¿qué tiene en común esta docena de figuras históricas?
R. Comparten un cierto número de características que son propias de cualquier individuo que ejerce mucho poder. Creo que todos fueron muy egocéntricos, implacables y tenían un deseo insaciable por el poder. Individuos muy ambiciosos, muy decididos y capaces de mantener sus ansias de poder sin importar las adversidades a las que se enfrentaran. Son rasgos de personalidad que encajan con todos estos líderes, pero que no todo el mundo tiene.
"No me gusta la simple analogía de considerar a Putin un segundo Hitler o Stalin"
P. ¿Fueron entonces meros oportunistas que se aprovecharon del contexto crítico o se puede decir que alcanzaron el poder por pura fuerza de personalidad?
R. Fueron oportunistas en el sentido de que se beneficiaron de ciertas circunstancias y gracias a su personalidad supieron cómo explotarlas. Pero más allá del oportunismo está esa sensación de que todos tenían claros sus objetivos. Quizá se pueda decir de Helmut Kohl que alcanzó el poder de una forma bastante insólita, pero incluso él estaba guiado por su deseo de convertirse en canciller de Alemania. Por lo tanto, el oportunismo se encuadra dentro que una ideología, que fue el verdadero catalizador.
P. ¿Cuál es la lección fundamental que arroja este libro para el presente?
R. Que seamos muy cuidadosos a la hora de apoyar a un líder populista que parece tener todas las respuestas, a veces bastante simples, a los problemas del presente. Una vez aúpas a este tipo de personas al poder, es posible que sorprenda desagradablemente el resultado.
P. ¿Y sobre los países que hoy son una democracia de verdad?
R. Tenemos que hacer todo lo posible para preservar las estructuras sobre la base de la democracia liberal. La libertad se gana con dificultad pero a veces se pierde fácilmente. La mayoría de la gente quiere conservar sus libertades individuales, pero en las democracias en las que se empuja al poder a líderes populistas la mitad de ellas pueden ser recortadas. Así que hay que tener mucho cuidado antes de votar o apoyar a una persona que parece tener respuestas muy fáciles para problemas muy complejos.
P. En el libro hace hincapié en un evento muy relevante: las tropas alemanas facilitando el regreso del exiliado Lenin a Rusia.
R. Fue un momento muy importante, esencial, porque permitió a Lenin tomar el liderazgo de la Revolución rusa y establecer el gobierno bolchevique. No fue un simple accidente, sino que a los alemanes les interesaba liberar tropas del frente oriental para concentrarlas en el occidental, por lo que permitieron que Lenin se hiciese con el poder. Qué hubiera ocurrido si esto no llega a pasar solo lo podemos conjeturar. Seguramente habría habido una continuación o una radicalización de la Revolución rusa. ¿Y a partir de ahí? ¿Habrían germinado los fascismos en toda Europa? No lo sabemos, pero tal vez sí porque el fascismo no fue exclusivamente una cuestión de antibolchevismo o antimarxismo.
"No hay líderes europeos fuertes ahora mismo, pero eso no significa que no sean efectivos"
P. Hace tres años, en otra entrevista con este periódico, decía que le preocupaban los populismos, pero que por suerte no tenían un líder como Hitler que buscase una guerra. Con Putin, el escenario ha cambiado.
R. Bueno, en las democracias occidentales no tenemos líderes que piensen de esa forma. No me gusta la simple analogía de considerar a Putin un segundo Hitler, un segundo Mussolini o un segundo Stalin. Las diferencias son muy profundas. A Putin le interesa la recreación del Imperio ruso y no invadir Europa occidental. Estamos presenciando un cambio dramático en la política europea con una nueva guerra después de tantos años. Aparte del conflicto de los Balcanes, es la primera vez que Europa está en guerra desde la II Guerra Mundial. Es una época muy preocupante y peligrosa, no cabe duda. Pero no es comparable a lo que pasó en los años 30 y 40.
P. Como dice, estos meses hemos visto muchas comparaciones entre Putin y otras figuras históricas. ¿No encuentra paralelismos con nadie en concreto?
R. Creo que se parece más a Putin y no a alguno de estos líderes del pasado. No creo que sea útil empezar a compararlo con gobernantes soviéticos o fascistas. Putin ha surgido en medio de un conjunto particular de circunstancias que son únicas y está emprendiendo políticas que también son únicas con consecuencias únicas.
P. Este miércoles le hemos escuchado amenazando con utilizar armas nucleares. ¿Teme una III Guerra Mundial?
R. Tengo más miedo ahora. No sabemos cómo de serias son estas amenazas, pero los riesgos de una III Guerra Mundial ahora mismo son mayores de lo que han sido desde el final de la Guerra Fría e incluso desde la década de los 60. En una nota de uno de mis libros anteriores describí el miedo que tenía de que se produjese una catástrofe nuclear durante la crisis de los misiles de Cuba, cuando iba a la universidad. Estamos en el momento de mayor preocupación desde entonces.
P. ¿Europa tiene líderes fuertes para hacer frente a este desafío bélico y a sus consecuencias económicas?
R. No hay líderes europeos fuertes ahora mismo, pero eso no significa que no sean efectivos. Olaf Scholz, en Alemania, se está enfrentando a una situación muy difícil a nivel nacional entre los que reclaman una intervención en Ucrania y los que no. Pero tal y como está estructurada Europa ahora mismo, no se presta a estos líderes fuertes del pasado, cuando no había una entidad colectiva. Y cuando aparece uno, como en principio podría parecer Boris Johnson, al final no ha sido capaz de cambiar tantas cosas como quería ni tener éxito. Así que no creo que debamos estar sedientos de un liderazgo fuerte, sino de un buen liderazgo colectivo en Europa y un buen liderazgo de nuestros propios países que realmente encaje con esos parámetros.
"Sin la I Guerra Mundial, probablemente nunca habríamos tenido noticias de Mussolini o Hitler"
P. Un tema interesante que aborda en las conclusiones es la naturaleza efímera del legado de estos personajes poderosos. ¿Cuál diría que ha sido el más difícil de enterrar, de superar?
R. El legado moral de Hitler creo que es imposible de olvidar y durará todavía mucho mucho tiempo. Un historiador alemán escribió en 1986, refiriéndose al legado de la dictadura de Franco, que es "un pasado que no morirá". Y ese es claramente el caso de Hitler: no hay una semana en la que no aparezca en los periódicos un artículo sobre él o sobre el Tercer Reich.
P. Escribe en el libro que "casi medio siglo después, España todavía está tratando de asimilar el legado moral de la dictadura de Franco". ¿Por qué cree que a los españoles nos está costando tanto superar nuestro pasado más traumático?
R. Cuando existe un trauma nacional, como el de España con la Guerra Civil, sus efectos duran hasta los nietos de los protagonistas. La primera generación a menudo quiere olvidarse de ello. Son los nietos los que empiezan el proceso de descubrir lo que pasó de una forma mucho más perspicaz, por lo que este legado y sus heridas siguen abiertas. Esto también sucede en otros países como Alemania, Austria o Italia. Esto sin duda seguirá siendo así en España durante bastante tiempo.
P. Margaret Thatcher es la única mujer de su lista. ¿Cómo logró convertirse en una de las gobernantes más importantes y poderosas del siglo XX?
R. Ella personificaba algunas de las características que he mencionado antes. Tuvo un objetivo muy claro: restablecer la grandeza de Reino Unido. Muchos de estos líderes, incluidos los dictadores como Franco, Hitler o Mussolini, dijeron que querían restablecer la grandeza nacional. Ella fue una líder democrática, pero pensaba que se había registrado un largo periodo de decadencia nacional. Y consideró que su trabajo era enmendar eso. ¿Lo consiguió? No. Es una anomalía en el sentido de que es una mujer, pero no en términos de características personales: determinación, mente clara, ambición…
P. ¿Qué ha aprendido durante la investigación y la escritura de este ensayo?
R. He aprendido sobre el tipo de personas que tenían sed de poder, sobre las formas en que esas personas podían alcanzar el poder y sobre las formas en que podían ejercer ese poder, a menudo con efectos catastróficos. Y ver esto a lo largo del continente, con gente de diferentes países y diferentes circunstancias ha sido muy interesante. La historia de España en la década de 1930 está atravesada por una tremenda crisis, pero en cierto modo fue la manifestación española de las crisis que se pudieron ver en otros países europeos en las décadas de 1920 y 1930. El poder personal es algo de lo que nos debemos proteger.