Cuenta Alejandro Quiroga, doctor en ciencias políticas por la London School of Economics and Political Science, una anécdota que resume una anomalía historiográfica. Cuando ha ido comentando a sus colegas más cercanos que estaba escribiendo una biografía sobre Primo de Rivera, todo el mundo le recomendaba que consultase este o aquel estudio sobre José Antonio, el fundador de Falange. "Y les decía que no, que era sobre el importante, el que ha tenido más peso histórico".
Se refiere, claro, a Miguel Primo de Rivera (1870-1930), el hombre que cambió la historia de España del siglo XX dando un golpe de Estado que liquidó el régimen de la Restauración e instauró una dictadura que, en muchos aspectos, anticiparía al franquismo. Su nuevo trabajo, fruto de más de dos décadas de investigación, presenta la primera monografía sólida sobre un personaje complejo, un "político de uniforme" que supo leer la situación política de Europa del momento y se entregó al populismo, al nacionalismo, a la propaganda, a la corrupción y a la represión para construir un innovador régimen de corte antirrevolucionario.
¿Pero a qué se debe ese olvido historiográfico? "La respuesta está vinculada a la sombra que han proyectado la Guerra Civil y el franquismo sobre la dictadura de Primo de Rivera y sobre él mismo como personaje", resume Quiroga, especializado en el estudio de las identidades nacionales y el pensamiento conservador en la España de los siglos XIX y XX. "Pero sobre el legado ideológico no hay ninguna duda. De ello sabemos algo más a base de estudiar a la extrema derecha en la Segunda República: casi todos los ministros primorriveristas están después en Acción Española".
El enfoque de la biografía, titulada Miguel Primo de Rivera. Dictadura, populismo y nación (Crítica), es novedoso en dos aspectos. El primero, puramente científico: Quiroga ha consultado documentos y fuentes primarias que o estaban muy poco trabajadas —la hoja de servicios del militar, de más de un millar de páginas, conservada en el Archivo Militar de Segovia— o directamente no se habían utilizado —los papeles privados del dictador, que se conservaban en el archivo del historiador Javier Tusell—.
El segundo consiste en analizar lo que Primo de Rivera dijo, y lo que realmente hizo. Relata Quiroga que el también marqués de Estella, un ferviente admirador de Mussolini y el fascismo italiano, fue "el primer líder político en utilizar de modo sistemático un discurso populista desde el poder en España". Desde su famoso y golpista Manifiesto al País y al Ejército en la madrugada del 13 de septiembre de 1923, hizo bandera de la "antipolítica". El único partido oficial, Unión Patriótica, era un "antipartido".
"A nivel discursivo, se presenta como el salvador de la patria, pero además frente a las élites corruptas liberales de la Restauración; y también como la tansmutación del pueblo en líder político. Hasta entonces, en España no había habido una figura así", explica a este periódico el historiador. "Además tuvo una manera de lidiar con la comunicación política muy innovadora: decía que si hay que mentir, se miente, si hay que contar historias que no son verdad, se usa la imaginación —incluso hizo entrevistas falsas que distribuyó a la prensa—. En un tercer nivel, su manera de hacer política persigue constantemente ganarse la legitimidad popular. El propio dictador es el que conoce al pueblo, llega al pueblo y hace cosas por el pueblo".
No obstante, su populismo ultraderechista también contenía grandes dosis de nacionalismo. Inició, de hecho, tras llegar al poder, "una nacionalización de masas sin precedentes en la historia de España": "La cantidad de recursos en educación, servicio militar, somatentistas y miembros del partido oficial, funcionariado, Iglesia... es algo que antes no había ocurrido. Su plan era nacionalizar españoles para superar el conflicto social, y es algo que tenía escrito desde 1916: hay que ir a los barrios obreros a enseñar que hay que ser patriotas y que los enemigos son los anarquistas", detalla el historiador.
['Asunto Viernes', el plan desconocido de la Quinta Columna para acabar la Guerra Civil en 1938]
Pero ese ideal autoritario, católico y monárquico —además de abanderar el modelo de "una masculinidad nacional"— conseguiría resultados opuestos a los perseguidos: hizo españoles, pero republicanos, demócratas y laicos. "Parte del apoyo popular a la República hay que entenderlo en virtud del fracaso de estas políticas de nacionalización", opina Quiroga, autor también de Goles y banderas. Fútbol e identidades nacionales en España.
Mitos y misterios
Julio de 1920, cuando Miguel Primo de Rivera es nombrado capitán general de Valencia, fue uno de los momentos clave, definitorio, de su biografía. "Ahí aprende que la violencia puede ser un arma para combatir al anarquismo de manera muy clara, y que la ausencia del gobernador civil le confiere la máxima autoridad", expone el autor. Y ese fue precisamente el modus operandi utilizado por el militar en el verano de 1923, cuando capitalizó el proyecto golpista y se puso al frente en detrimento de los hombres del denominado "Cuadrilátero": los generales José Cavalcanti, Antonio Dabán, Federico Berenguer y Leopoldo Saro.
Sobre la historia de la caída de la dictadura primorriverista, Quiroga ofrece algún detalle desconocido. Entre los días 26 y 28 de enero de 1930, el militar tuvo dos encuentros con el rey Alfonso XIII cuando ya había propuesto al resto de capitanes generales una consulta para obtener su respaldo y consolidarse en el poder. Asimismo se ha podido confirmar que el general Severiano Martínez Anido fue quien finalmente le convenció para ceder en su pulso.
Y ahí entran dos misterios que el historiador, en base a la documentación actual, ha sido incapaz de resolver. Uno, por qué Primo de Rivera se va a París a las dos semanas de ser destituido, y donde moriría de una embolia el 16 de marzo de 1930. "Hay dos versiones: que fue por elección propia o que el gobierno de Dámaso Berenguer le invitó a salir", resume Quiroga. Y dos, por qué no llegó a materializar un nuevo golpe de Estado en esas mismas fechas: "Estaba jugando con la idea de dar otro, pero esta vez republicano, contra el rey. Existe un manifiesto elaborado por Primo en el que explica que el monarca es un problema para el pueblo español y que hay que instaurar una dictadura de corte republicano con él al frente".
También a lo largo de las páginas de la biografía se deconstruyen los mitos que han envuelto a Primo de Rivera durante un siglo: de la figura de dictador providencial ergida por los propagandistas de su dictadura y los apologetas del franquismo a la imagen de cínico general borrachín, mujeriego y jugador, un bribón que sucumbió ante los placeres terrenales. Quiroga duda que el marqués fuese un borracho, aunque confirma su ludopatía y su alma de picaflor. Caricaturas que no deben ensombrecer al hombre que organizó asesinatos extrajudiciales de sindicalistas a sangre fría, encarcelamientos masivos de opositores políticos en condiciones infrahumanas y al que ordenó bombardear con armas químicas a la población civil en Marruecos.